17/08/2017, 12:48
Daruu, con una cálida sonrisa, se llevó una mano a la frente. Ayame le miró por debajo de las pestañas, preguntándose si habría dicho algo muy estúpido.
—No hombre no, no te iba a dejar sola aquí —rio—. Te estaba diciendo que esperaras fuera, donde el estanque, y yo sacaba los chocolates.
««Tampoco quiero quedarme sola en el estanque...»» Pensó, mordiéndose el labio inferior. Pero era incapaz de reformular la pregunta. Hacerlo sería demasiado atrevido por su parte. Sería...
Y, como si Daruu le hubiese leído la mente, agregó:
—Aunque... aunque... —desvió la mirada, sin embargo—. No me importa que pases dentro de mi habitación —dijo al fin, y el corazón de Ayame aleteó con fuerza—. No tiene nada de malo, y... no sé. Ahora somos pareja. Si confías en mi...
Ayame asintió, con las mejillas al fuego vivo. Daruu se acercó a ella y la tomó de la mano con suavidad para conducirla más abajo, de vuelta hacia Nishinoya.
—Vamos, vamos. Si no, se va a hacer tarde incluso para el chocolate.
Así, en completo silencio y sólo acompañados por los coros de los grillos y las ranas que croaban cerca de allí en aquella calmada noche de verano. Daruu y Ayame regresaron a su recinto en el Valle de los Dojos. Los tres edificios los recibieron con los brazos abiertos a su llegada, y Ayame se dirigió en aquella ocasión hacia el de la izquierda, con el corazón bombeando con fuerza y los nervios a flor de piel.
««Esto... ¿Está bien?»» Comenzó a preguntarse, una vez pasaron la puerta principal y cuando se dejó guiar por su compañero. «Una chica entrando en la habitación de un chico... En teoría somos pareja... eso ha dicho él... pero... pero...» Sacudió la cabeza, ligeramente aturdida con la situación. Nunca había hecho algo así. ¿De verdad estaba bien así? ««Idiota. Tú misma se lo has pedido. Además, sólo te va a invitar a chocolate, te ha pedido que confíes en él.»»
—No hombre no, no te iba a dejar sola aquí —rio—. Te estaba diciendo que esperaras fuera, donde el estanque, y yo sacaba los chocolates.
««Tampoco quiero quedarme sola en el estanque...»» Pensó, mordiéndose el labio inferior. Pero era incapaz de reformular la pregunta. Hacerlo sería demasiado atrevido por su parte. Sería...
Y, como si Daruu le hubiese leído la mente, agregó:
—Aunque... aunque... —desvió la mirada, sin embargo—. No me importa que pases dentro de mi habitación —dijo al fin, y el corazón de Ayame aleteó con fuerza—. No tiene nada de malo, y... no sé. Ahora somos pareja. Si confías en mi...
Ayame asintió, con las mejillas al fuego vivo. Daruu se acercó a ella y la tomó de la mano con suavidad para conducirla más abajo, de vuelta hacia Nishinoya.
—Vamos, vamos. Si no, se va a hacer tarde incluso para el chocolate.
Así, en completo silencio y sólo acompañados por los coros de los grillos y las ranas que croaban cerca de allí en aquella calmada noche de verano. Daruu y Ayame regresaron a su recinto en el Valle de los Dojos. Los tres edificios los recibieron con los brazos abiertos a su llegada, y Ayame se dirigió en aquella ocasión hacia el de la izquierda, con el corazón bombeando con fuerza y los nervios a flor de piel.
««Esto... ¿Está bien?»» Comenzó a preguntarse, una vez pasaron la puerta principal y cuando se dejó guiar por su compañero. «Una chica entrando en la habitación de un chico... En teoría somos pareja... eso ha dicho él... pero... pero...» Sacudió la cabeza, ligeramente aturdida con la situación. Nunca había hecho algo así. ¿De verdad estaba bien así? ««Idiota. Tú misma se lo has pedido. Además, sólo te va a invitar a chocolate, te ha pedido que confíes en él.»»