22/08/2017, 22:12
El pelirrojo no tardó mucho en ponerse cómodo, y el peliblanco no tardó mucho en imitarle: Tomo un elegante baso que contenía un humeante y dulce té, de aquellos ideales para pasar una comida exageradamente abundante. Se colocó con cuidado en un sofá y procedió a arrebujarse en una gruesa manta azulada, dejando afuera únicamente su cabeza y la mano que sostenía la taza.
—En cuanto quiera, señor. —Ya estaba cómodo y listo para escuchar.
El Sarutobi dio un buen sorbo a su cálido vino y se sonrió antes de comenzar con su crónica:
—Esta historia se remonta a la época de las grandes cinco aldeas ninjas y del conflicto armado que sumió al continente en una destructiva guerra... Puede que no lo sepan, pero aquella antigua guerra termino por borrarlas del mapa.
»Los que fuesen ancestros de quienes ahora habitan este pueblo, eran una de las pocas y primitivas tribus que se negaban a participar en aquel conflicto, partidarios de alguna especie de neutralidad. Sin embargo, todo aquel que tuviese el interés de seguir con vida se veía obligado a elegir un bando… Pues por aquel entonces solo había aliados o enemigos. Viéndose incapaces de aceptar aquella situación, decidieron migrar a una tierra lejana, lejanas de cualquiera que pudiese ser catalogado de amenaza.
»Pero el continente entero estaba sumido en el caos, y a su paso solo hallaban luchas y conflictos que mermaron sus números… Pero un día se encontraron con un viejo ninja, uno de aquellos que se encontraban hartos de tanta destrucción sin sentido… Él les mostro, a cambio de una considerable fortuna en patrimonios, la forma de llegar hasta un sitio alejado, que por lo inhóspito, frio y estéril resultaba de interés nulo para los fines bélicos o financieros de aquellos que estaban en guerra.
»Se dirigieron hacia el este, en busca de una isla “deshabitada” en los dominios del País del Agua. Como era de esperarse, el hambre, las batallas y las duras condiciones del viaje mermaron su número en gran medida.
»Se encontraron, finalmente, en las Llanuras del Hielo, uno de los pocos sitios en donde no era factible o rentable el hacer la guerra, pues allí no había nada de valor estratégico o económico. Tan deshabitada y hostil como hoy en día, estas tierras mostraron tener la paz que ellos tanto anhelaban.
»Les tomo poco más de una década el establecerse, y por entonces sus números ya se había multiplicado, pues eran gente resistente y trabajadora. Sin embargo, la guerra les amenazaba nuevamente: En esta región vivía una numerosa, y muy poderosa, tribu guerrera. Y como era de esperarse, los habitantes de esta región no estaban nada cómodos con la llegada de estos supuestos colonos. Eran de costumbres y sociedades tan distintas que los primeros contactos fueron desastrosos y, por tanto, cualquier intento de diplomacia se vio truncado.
»Los antiguos colonizadores creyeron que por provenir de un mundo en constante guerra se encontraban preparados para hacer la misma. Sin embargo, los nativos conocían esta tierra a la perfección y estaban adaptados a ella, tal como un animal que tomase el mejor medio evolutivo para unificarse con su entorno. Pero aquello no era suficiente como para representar una amenaza significativa, la verdadera amenaza era que estos nativos era capaces de usa el chakra. Aquello dejo en una postura de indefensión a los colonos, pues a causa del miedo habían exiliado durante décadas a cualquier usuario de chakra que estuviese entre los suyos.
»No es necesario decir que esto implicó una serie de masacres consecutivas, provocando que los colonos redujeran su número hasta un centenar. Es tal como hoy en día, el comparar a un soldado común con un ninja… El resultado es triste y obvio. Y dada las circunstancias no podían abandonar aquellas tierras, pues un viaje de retorno hubiese implicado el perecer de su pueblo.
»Convencidos de que luchaban contra fuerzas ultraterrenas y malignas, cayeron en el viejo refrán que reza “para matar a un demonio es necesario otro demonio”. Allí es cuando entra en escena mi ancestro directo, Sarutobi Yabu, un poderoso ninja veterano de mil batallas. Viendo la situación, les propuso un trato sencillo y mutuamente conveniente: Ellos le darían posesión y respaldo legal sobre aquellas tierras y él se encargaría de proveerles las fuerzas militares y el conocimiento bélico necesarios para defenderse.
»Considerándole una especie de héroe o mesías, aceptaron el acuerdo. La balanza se inclinó considerablemente a favor de los colonos: Los Sarotubi aliados con Yabu venían de una guerra donde lo extraño y antinatural estaba a la orden del día, por lo que enfrentarse a aquellos nativos no resultaba el mayor de sus desafíos. Sin embargo, mi ancestro se aprovechó de las creencias de estas personas para ir aumentando su influencia económica y política al tiempo que se pintaba a sí mismo como un héroe, demonizando a sus enemigos.
»Se dice que la única razón por la cual la guerra se extendió durante décadas es debido a que el número de nativos era considerablemente alto… Pero lo cierto es que Yabu extendió el conflicto con miras a establecer una dinastía Sarutobi que se encargara de conservar el control sobre estas tierras a través de la matanza de nativos como un oficio heredable y venerable.
Bebió lo que restaba de su vino y hablo una vez más:
—Como ven, en ocasiones las legendas no son tan fantásticas y heroicas como quisiéramos… A veces solo están llenas de naturaleza humana.
—En cuanto quiera, señor. —Ya estaba cómodo y listo para escuchar.
El Sarutobi dio un buen sorbo a su cálido vino y se sonrió antes de comenzar con su crónica:
—Esta historia se remonta a la época de las grandes cinco aldeas ninjas y del conflicto armado que sumió al continente en una destructiva guerra... Puede que no lo sepan, pero aquella antigua guerra termino por borrarlas del mapa.
»Los que fuesen ancestros de quienes ahora habitan este pueblo, eran una de las pocas y primitivas tribus que se negaban a participar en aquel conflicto, partidarios de alguna especie de neutralidad. Sin embargo, todo aquel que tuviese el interés de seguir con vida se veía obligado a elegir un bando… Pues por aquel entonces solo había aliados o enemigos. Viéndose incapaces de aceptar aquella situación, decidieron migrar a una tierra lejana, lejanas de cualquiera que pudiese ser catalogado de amenaza.
»Pero el continente entero estaba sumido en el caos, y a su paso solo hallaban luchas y conflictos que mermaron sus números… Pero un día se encontraron con un viejo ninja, uno de aquellos que se encontraban hartos de tanta destrucción sin sentido… Él les mostro, a cambio de una considerable fortuna en patrimonios, la forma de llegar hasta un sitio alejado, que por lo inhóspito, frio y estéril resultaba de interés nulo para los fines bélicos o financieros de aquellos que estaban en guerra.
»Se dirigieron hacia el este, en busca de una isla “deshabitada” en los dominios del País del Agua. Como era de esperarse, el hambre, las batallas y las duras condiciones del viaje mermaron su número en gran medida.
»Se encontraron, finalmente, en las Llanuras del Hielo, uno de los pocos sitios en donde no era factible o rentable el hacer la guerra, pues allí no había nada de valor estratégico o económico. Tan deshabitada y hostil como hoy en día, estas tierras mostraron tener la paz que ellos tanto anhelaban.
»Les tomo poco más de una década el establecerse, y por entonces sus números ya se había multiplicado, pues eran gente resistente y trabajadora. Sin embargo, la guerra les amenazaba nuevamente: En esta región vivía una numerosa, y muy poderosa, tribu guerrera. Y como era de esperarse, los habitantes de esta región no estaban nada cómodos con la llegada de estos supuestos colonos. Eran de costumbres y sociedades tan distintas que los primeros contactos fueron desastrosos y, por tanto, cualquier intento de diplomacia se vio truncado.
»Los antiguos colonizadores creyeron que por provenir de un mundo en constante guerra se encontraban preparados para hacer la misma. Sin embargo, los nativos conocían esta tierra a la perfección y estaban adaptados a ella, tal como un animal que tomase el mejor medio evolutivo para unificarse con su entorno. Pero aquello no era suficiente como para representar una amenaza significativa, la verdadera amenaza era que estos nativos era capaces de usa el chakra. Aquello dejo en una postura de indefensión a los colonos, pues a causa del miedo habían exiliado durante décadas a cualquier usuario de chakra que estuviese entre los suyos.
»No es necesario decir que esto implicó una serie de masacres consecutivas, provocando que los colonos redujeran su número hasta un centenar. Es tal como hoy en día, el comparar a un soldado común con un ninja… El resultado es triste y obvio. Y dada las circunstancias no podían abandonar aquellas tierras, pues un viaje de retorno hubiese implicado el perecer de su pueblo.
»Convencidos de que luchaban contra fuerzas ultraterrenas y malignas, cayeron en el viejo refrán que reza “para matar a un demonio es necesario otro demonio”. Allí es cuando entra en escena mi ancestro directo, Sarutobi Yabu, un poderoso ninja veterano de mil batallas. Viendo la situación, les propuso un trato sencillo y mutuamente conveniente: Ellos le darían posesión y respaldo legal sobre aquellas tierras y él se encargaría de proveerles las fuerzas militares y el conocimiento bélico necesarios para defenderse.
»Considerándole una especie de héroe o mesías, aceptaron el acuerdo. La balanza se inclinó considerablemente a favor de los colonos: Los Sarotubi aliados con Yabu venían de una guerra donde lo extraño y antinatural estaba a la orden del día, por lo que enfrentarse a aquellos nativos no resultaba el mayor de sus desafíos. Sin embargo, mi ancestro se aprovechó de las creencias de estas personas para ir aumentando su influencia económica y política al tiempo que se pintaba a sí mismo como un héroe, demonizando a sus enemigos.
»Se dice que la única razón por la cual la guerra se extendió durante décadas es debido a que el número de nativos era considerablemente alto… Pero lo cierto es que Yabu extendió el conflicto con miras a establecer una dinastía Sarutobi que se encargara de conservar el control sobre estas tierras a través de la matanza de nativos como un oficio heredable y venerable.
Bebió lo que restaba de su vino y hablo una vez más:
—Como ven, en ocasiones las legendas no son tan fantásticas y heroicas como quisiéramos… A veces solo están llenas de naturaleza humana.