29/08/2017, 12:02
Yubiwa cerró los ojos y asistió al ataque de pánico de Yota con estoicidad, sin mediar palabra hasta que hubo acabado. Entonces, negó con la cabeza y sonrió. Abrió sus dos extraños ojos anulares, dorados como el Sol.
—No podemos hacer eso, Yota-kun. Tenemos un deber que cumplir —dijo—. Las órdenes de Morikage-sama han sido totalmente estrictas: debemos continuar con la misión. Ya viste que le pregunté si necesitaban ayuda.
»Los amejin ya se han ido de la aldea. De lo contrario, ahora mismo estarían muertos, de eso no hay ninguna duda. Kenzou-sama es implacable con quienes traicionan su confianza. No tenemos nada de lo que preocuparnos. Y aunque todavía estuviesen allí, Kusagakure dispone de muchos ninjas tan habilidosos como yo y tan habilidosos como vosotros dos. Podrían frenar cualquier ofensiva, ¿de acuerdo?
Había estado observando a Taeko de reojo. La muchacha estaba escribiendo de nuevo una nota. Tan sólo esperaba que no fuese lo mismo que estaba sugiriendo Yota. Finalmente no fue así.
—Bueno, por lo que me ha contado, que no ha sido mucho, Yui envenenó a Gouna por la noche, mientras dormía. Uzukage-sama debió bajar la guardia en algún momento. Los kage son ninjas muy habilidosos, Taeko-chan. Y es muy probable que tuvieran planeado esto desde que les convocaron a Kusagakure. Pero ahora no debemos preocuparnos de esta terrible traición. Debemos continuar.
Como si no hubiese pasado nada, manteniendo la sangre fría como un carámbano de hielo, Yubiwa comenzó a recoger su equipaje. Se echó la mochila a la espalda.
—Vamos.
El trío echó a caminar, sin saber muy bien en qué estado se encontrarían su aldea cuando volviesen a atravesar sus puertas.
Yubiwa saltó del último árbol a la vera del río y sus pies tomaron tierra frente a dos barcas de madera con una estructura un tanto extraña. Parecían simples botes. De hecho, en cada una habían dos remos. Pero pese a las fuertes corrientes del río, no se movían un ápice. Esto era debido a que a cada flanco las barcas tenían una especie de ribete metálico que bajaba en diagonal hasta la superficie. Estaban recubiertas de una fina capa de chakra.
—Cuánto tiempo...
—¡Yubiwa-kun! —dijo una voz que a Taeko y a Yota se les antojaría familiar, aunque no sabrían bien de qué. Venía de un encapuchado bajito, prácticamente de la estatura de los genin. Gracias a la capucha conseguía ocultar gran parte de su rostro, aún así, se les hizo terriblemente familiar también. Un par de flequillos dorados descendían en sendos perfiles del tipo—. Me he enterado de lo de...
—Mejor no hablemos de ello aquí, ¿sí?
El extraño bajó la cabeza.
—Tienes razón. Mejor mantenerlo en secreto hasta que las noticias vuelen. ¡Bueno, bueno...! ¿Y estos jovencitos, quienes... son?
Sus ojos dorados quedaron fijos mirando a Yota y a Taeko durante unos instantes. Luego, sonrió y bajó la mirada de nuevo.
—Ellos son Yota-kun y Taeko-chan, los dos genin que nos acompañarán en esta misión —explicó Yubiwa—. Oye, una cosa... Kenzou-sama nos dijo que nos esperarías con una barcaza, pero aquí veo dos botes, y no tienen buen aspecto.
—¿Pero no los ves? —dijo la figura, incrédula, señalando a los botes—. ¡Están en perfectas condiciones, tío! Esas piezas metálicas hacen una función estabilizadora. Eso sí, dejarán de funcionar si ponemos mucho peso encima. Por ese motivo he traído dos.
»Tú irás con Taeko-chan. Yota-kun... se viene conmigo.
—Taeko-chan, ¡hay que remar más fuerte! —dijo Yubiwa, esforzándose por aplicar más fuerza al remo. Hacía rato que los otros dos les habían adelantado. El jounin frunció el ceño: casi parecía que lo habían hecho a propósito—. ¡Mierda, con esta niebla... no se ve nada!
»Y lo más preocupante de todo es que en este río nunca ha habido niebla.
Una extraña neblina amarillo verdoso les rodeaba. Además, había una cierta sensación en el aire...
A Yubiwa y a Taeko les dio un dolor de cabeza terrible, pero sólo un momento. Entonces, ambos parecieron ver algo. Yubiwa vio una gran ciudad, auspiciada por un acantilado, con una enorme cascada... Le dio un vuelco el corazón, y luego sacudió la cabeza.
—¿Qué... es esto? ¿Un Genjutsu?
Taeko se sintió extraña, y no supo por qué, tuvo el impulso de buscar un muñeco que creía tener al lado. Pero no lo tenía.
*PIIIIIIIIIIIIII*
A Yota le pitaron los oídos y una punzada de dolor invadió el lateral de su cabeza. Tuvo que soltar el remo.
—Yota-kun, hay algo que debes saber. Es importante —dijo el hombre que hasta ahora no había mediado palabra—. Bajo la influencia del Hilo del Mundo, sucederán cosas raras. Te sucederán cosas raras. Pero no debes preocuparte.
¿Cómo es posible que aquél hombre supiera aquello? Yota no lo sabía. Lo que sí sabía es que nadie les había informado de que el encargado del transporte poseyera dichos datos.
—Ha pasado mucho tiempo, Yota-kun. —El corazón de Yota comenzó a acelerársele. Casi pareció que se le iba a salir por la boca. La voz de aquél extraño, altamente familiar, provocaba un extraño efecto sobre su cuerpo. Y luego, estaban esos recuerdos, extraños retazos que venían a su memoria. Los recordaba con claridad, pero tampoco los recordaba del todo, porque eran suyos, pero a la vez no. Arena. Un desierto.
El extraño se quitó la capucha y se dio la vuelta, dejando el remo sin ocupante.
—¿Te acuerdas de mi? Soy yo. Sid. Sanbei Sid.
—No podemos hacer eso, Yota-kun. Tenemos un deber que cumplir —dijo—. Las órdenes de Morikage-sama han sido totalmente estrictas: debemos continuar con la misión. Ya viste que le pregunté si necesitaban ayuda.
»Los amejin ya se han ido de la aldea. De lo contrario, ahora mismo estarían muertos, de eso no hay ninguna duda. Kenzou-sama es implacable con quienes traicionan su confianza. No tenemos nada de lo que preocuparnos. Y aunque todavía estuviesen allí, Kusagakure dispone de muchos ninjas tan habilidosos como yo y tan habilidosos como vosotros dos. Podrían frenar cualquier ofensiva, ¿de acuerdo?
Había estado observando a Taeko de reojo. La muchacha estaba escribiendo de nuevo una nota. Tan sólo esperaba que no fuese lo mismo que estaba sugiriendo Yota. Finalmente no fue así.
—Bueno, por lo que me ha contado, que no ha sido mucho, Yui envenenó a Gouna por la noche, mientras dormía. Uzukage-sama debió bajar la guardia en algún momento. Los kage son ninjas muy habilidosos, Taeko-chan. Y es muy probable que tuvieran planeado esto desde que les convocaron a Kusagakure. Pero ahora no debemos preocuparnos de esta terrible traición. Debemos continuar.
Como si no hubiese pasado nada, manteniendo la sangre fría como un carámbano de hielo, Yubiwa comenzó a recoger su equipaje. Se echó la mochila a la espalda.
—Vamos.
El trío echó a caminar, sin saber muy bien en qué estado se encontrarían su aldea cuando volviesen a atravesar sus puertas.
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Yubiwa saltó del último árbol a la vera del río y sus pies tomaron tierra frente a dos barcas de madera con una estructura un tanto extraña. Parecían simples botes. De hecho, en cada una habían dos remos. Pero pese a las fuertes corrientes del río, no se movían un ápice. Esto era debido a que a cada flanco las barcas tenían una especie de ribete metálico que bajaba en diagonal hasta la superficie. Estaban recubiertas de una fina capa de chakra.
—Cuánto tiempo...
—¡Yubiwa-kun! —dijo una voz que a Taeko y a Yota se les antojaría familiar, aunque no sabrían bien de qué. Venía de un encapuchado bajito, prácticamente de la estatura de los genin. Gracias a la capucha conseguía ocultar gran parte de su rostro, aún así, se les hizo terriblemente familiar también. Un par de flequillos dorados descendían en sendos perfiles del tipo—. Me he enterado de lo de...
—Mejor no hablemos de ello aquí, ¿sí?
El extraño bajó la cabeza.
—Tienes razón. Mejor mantenerlo en secreto hasta que las noticias vuelen. ¡Bueno, bueno...! ¿Y estos jovencitos, quienes... son?
Sus ojos dorados quedaron fijos mirando a Yota y a Taeko durante unos instantes. Luego, sonrió y bajó la mirada de nuevo.
—Ellos son Yota-kun y Taeko-chan, los dos genin que nos acompañarán en esta misión —explicó Yubiwa—. Oye, una cosa... Kenzou-sama nos dijo que nos esperarías con una barcaza, pero aquí veo dos botes, y no tienen buen aspecto.
—¿Pero no los ves? —dijo la figura, incrédula, señalando a los botes—. ¡Están en perfectas condiciones, tío! Esas piezas metálicas hacen una función estabilizadora. Eso sí, dejarán de funcionar si ponemos mucho peso encima. Por ese motivo he traído dos.
»Tú irás con Taeko-chan. Yota-kun... se viene conmigo.
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—Taeko-chan, ¡hay que remar más fuerte! —dijo Yubiwa, esforzándose por aplicar más fuerza al remo. Hacía rato que los otros dos les habían adelantado. El jounin frunció el ceño: casi parecía que lo habían hecho a propósito—. ¡Mierda, con esta niebla... no se ve nada!
»Y lo más preocupante de todo es que en este río nunca ha habido niebla.
Una extraña neblina amarillo verdoso les rodeaba. Además, había una cierta sensación en el aire...
A Yubiwa y a Taeko les dio un dolor de cabeza terrible, pero sólo un momento. Entonces, ambos parecieron ver algo. Yubiwa vio una gran ciudad, auspiciada por un acantilado, con una enorme cascada... Le dio un vuelco el corazón, y luego sacudió la cabeza.
—¿Qué... es esto? ¿Un Genjutsu?
Taeko se sintió extraña, y no supo por qué, tuvo el impulso de buscar un muñeco que creía tener al lado. Pero no lo tenía.
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*PIIIIIIIIIIIIII*
A Yota le pitaron los oídos y una punzada de dolor invadió el lateral de su cabeza. Tuvo que soltar el remo.
—Yota-kun, hay algo que debes saber. Es importante —dijo el hombre que hasta ahora no había mediado palabra—. Bajo la influencia del Hilo del Mundo, sucederán cosas raras. Te sucederán cosas raras. Pero no debes preocuparte.
¿Cómo es posible que aquél hombre supiera aquello? Yota no lo sabía. Lo que sí sabía es que nadie les había informado de que el encargado del transporte poseyera dichos datos.
—Ha pasado mucho tiempo, Yota-kun. —El corazón de Yota comenzó a acelerársele. Casi pareció que se le iba a salir por la boca. La voz de aquél extraño, altamente familiar, provocaba un extraño efecto sobre su cuerpo. Y luego, estaban esos recuerdos, extraños retazos que venían a su memoria. Los recordaba con claridad, pero tampoco los recordaba del todo, porque eran suyos, pero a la vez no. Arena. Un desierto.
El extraño se quitó la capucha y se dio la vuelta, dejando el remo sin ocupante.
—¿Te acuerdas de mi? Soy yo. Sid. Sanbei Sid.
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