1/09/2017, 13:29
Sanbei Sid se alzó apoyando las manos en la sucia madera del bote. Observó a Yota con una sonrisa afable, más cariñosa que la de quien está planeando algo con intenciones poco bondadosas. Se llevó una mano a la frente.
—Cielos, debes de estar muy confuso, ¿verdad, Yota-kun? —dijo—. Yota-kun, cerca del hilo abierto, la línea entre tu antiguo yo y tu actual persona se difumina.
Se acercó. De pronto, Yota se dio cuenta de cómo algo tiraba de sus brazos y sus piernas, aferrándolas al bote.
—Sí, Yota-kun. Me conoces. Aunque yo no pertenezco a este lugar.
»Será una lástima para tu yo del futuro. Pero tu yo del presente lo necesita de nuevo. Por una vez, haré lo correcto. Lo siento, Yota-kun. Y buena suerte.
El jounin se agachó y golpeó su estómago con la palma de la mano. Un brillo de color marrón rojizo les envolvió a ambos, y la niebla verdosa alrededor de la barca se agitó y tembló de furia como si alguien estuviera molestándola. La vista se le torció, se le nubló y le dio vueltas; el bote estalló en mil astillas y el rostro de Sanbei Sid comenzó a derretirse frente a sus ojos. La bandana que llevaba en la frente portaba el símbolo de un reloj de arena.
ZZZZZUZUMM.
Yota se sumergió en el agua y sintió un calambrazo de dolor recorriéndole todo el cuerpo. Notó como el agua le apretaba los huesos y se metía por los oídos, por la boca, por los ojos. Era una sensación terrible, la peor sensación que hubiera tenido jamás. Escuchó una risa, una risa terrible, luego, un grito de rabia, y finalmente, sintió cientos de sacudidas de diferentes direcciones, como si estuviera dentro de una lavadora que estuviera centrifugando el espacio alrededor de él...
...y después, salió despedido.
Ahora se encontraba bien. Se encontraba mejor que nunca, de hecho. Un torrente de chakra verdoso le envolvía y le hacía ascender. Era como si le revitalizase por dentro. Era una sensación maravillosa, y sin embargo... ¡Zas! El cordón de energía lo expulsó hacia un lado. Yota sentía que no le cabía más vitalidad en el cuerpo. Quizás por eso había tenido que salir de ese géiser.
Sólo que no era un géiser. Era un hilo de chakra, grueso, perfectamente visible, que se alzaba hasta los cielos.
Y allí, de pie junto al chorro de energía, había una figura que tal vez le resultase familiar. Quizás se habrían encontrado en algún momento, quizás no. Era un hombre de cabello plateado, vestido con un top negro y unos pantalones de camuflaje. Le observaba incrédulo, como si acabase de ver a un fantasma.
—¿¡Pero qué cojones!? E-eres... ¡El Kazekage! ¡Ese niño idiota! Es... ¿otra de las reencarnaciones? ¿Pero cómo has salido tú del Hilo?
El Hilo. Así que eso es lo que era ese enorme torrente de chakra que había allí, y que salía de la corteza del árbol. El Hilo. Él había salido de allí. Pero hace unos momentos, estaba en el agua... Y Sanbei...
...no había rastro de Sanbei Sid.
—Yota-kun. Tenemos que matar a Taiho. —Una voz que sonaba de todas partes, y de ninguna, le rompió todos los esquemas—. Y cerrar esa corriente de chakra antes de que sea demasiado tarde.
El Hilo subía hasta el cielo y se alejaba hacia el oeste, mucho más allá de las montañas del País de la Tierra...
La niebla se había densificado aún más. Yubiwa señaló a lo lejos.
—¡Creo que ya veo el ár... oh no! ¡Taeko-chan, rema más rápido! ¡Es el hilo!
—Cielos, debes de estar muy confuso, ¿verdad, Yota-kun? —dijo—. Yota-kun, cerca del hilo abierto, la línea entre tu antiguo yo y tu actual persona se difumina.
Se acercó. De pronto, Yota se dio cuenta de cómo algo tiraba de sus brazos y sus piernas, aferrándolas al bote.
—Sí, Yota-kun. Me conoces. Aunque yo no pertenezco a este lugar.
»Será una lástima para tu yo del futuro. Pero tu yo del presente lo necesita de nuevo. Por una vez, haré lo correcto. Lo siento, Yota-kun. Y buena suerte.
El jounin se agachó y golpeó su estómago con la palma de la mano. Un brillo de color marrón rojizo les envolvió a ambos, y la niebla verdosa alrededor de la barca se agitó y tembló de furia como si alguien estuviera molestándola. La vista se le torció, se le nubló y le dio vueltas; el bote estalló en mil astillas y el rostro de Sanbei Sid comenzó a derretirse frente a sus ojos. La bandana que llevaba en la frente portaba el símbolo de un reloj de arena.
ZZZZZUZUMM.
Yota se sumergió en el agua y sintió un calambrazo de dolor recorriéndole todo el cuerpo. Notó como el agua le apretaba los huesos y se metía por los oídos, por la boca, por los ojos. Era una sensación terrible, la peor sensación que hubiera tenido jamás. Escuchó una risa, una risa terrible, luego, un grito de rabia, y finalmente, sintió cientos de sacudidas de diferentes direcciones, como si estuviera dentro de una lavadora que estuviera centrifugando el espacio alrededor de él...
...y después, salió despedido.
Ahora se encontraba bien. Se encontraba mejor que nunca, de hecho. Un torrente de chakra verdoso le envolvía y le hacía ascender. Era como si le revitalizase por dentro. Era una sensación maravillosa, y sin embargo... ¡Zas! El cordón de energía lo expulsó hacia un lado. Yota sentía que no le cabía más vitalidad en el cuerpo. Quizás por eso había tenido que salir de ese géiser.
Sólo que no era un géiser. Era un hilo de chakra, grueso, perfectamente visible, que se alzaba hasta los cielos.
Y allí, de pie junto al chorro de energía, había una figura que tal vez le resultase familiar. Quizás se habrían encontrado en algún momento, quizás no. Era un hombre de cabello plateado, vestido con un top negro y unos pantalones de camuflaje. Le observaba incrédulo, como si acabase de ver a un fantasma.
—¿¡Pero qué cojones!? E-eres... ¡El Kazekage! ¡Ese niño idiota! Es... ¿otra de las reencarnaciones? ¿Pero cómo has salido tú del Hilo?
El Hilo. Así que eso es lo que era ese enorme torrente de chakra que había allí, y que salía de la corteza del árbol. El Hilo. Él había salido de allí. Pero hace unos momentos, estaba en el agua... Y Sanbei...
...no había rastro de Sanbei Sid.
—Yota-kun. Tenemos que matar a Taiho. —Una voz que sonaba de todas partes, y de ninguna, le rompió todos los esquemas—. Y cerrar esa corriente de chakra antes de que sea demasiado tarde.
El Hilo subía hasta el cielo y se alejaba hacia el oeste, mucho más allá de las montañas del País de la Tierra...
· · ·
La niebla se había densificado aún más. Yubiwa señaló a lo lejos.
—¡Creo que ya veo el ár... oh no! ¡Taeko-chan, rema más rápido! ¡Es el hilo!
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