7/09/2017, 17:51
Al final los gennin terminaron por tomar asiento en la terraza de un pequeño bar que hacía esquina con dos concurridas calles de Sendōshi. Las mesas estaban dispuestas sobre el acerado, rodeadas de una valla metálica de apenas un metro de altura y cubiertas apropiadamente por un toldo de tela blanca. El sitio era parco en detalles, pero anunciaban granizados de varios sabores y la sombra de su cubre se antojó demasiado apetitosa a ojos del Uchiha como para ser rechazada.
Una vez ambos tomaron asiento, Riko insistió en volver al tema. Akame también estaba ansioso por descubrir qué era lo que había detrás de todo aquello —ya fuese la verdadera cara de Riko, o algo más—, pero primero pensaba remojarse el gaznate con un buen granizado.
Cuando llegó la mesera, una mujer muy mayor vestida con un kimono blanco y gafas de pera, Akame pidió gentilmente un granizado de melón y luego miró a su compañero, por si quería algo.
Sólo después, el Uchiha retomó el tema.
—Riko-san, primero... No me interesa lo más mínimo la votación. Ni si alguien difundió tal o cual cosa —Akame se reiteró en sus palabras con convicción—. Me la trae al pairo si se lo dijiste a Noemi para intentar ligártela, si alguien más se enteró o qué. No tengo ni idea del tema porque, como ya te he dicho, me es indiferente.
Eso no siempre había sido así, claro. Recién graduados, cuando todavía eran unos muchachos —algo— inocentes e ignorantes del mundo que les aguardaba, Akame habría sido capaz de pelear con cualquiera de sus compañeros por la votación. Ahora le parecía una chiquillada, una niñería sin importancia. Hasta le molestaba.
—Y dos —dijo, levantando dos dedos de su mano derecha, imitando a Riko—, a mí nadie me dijo ni me dejó de decir nada. No sé qué demonios te pasa con Noemi, pero te aseguro que llevo mucho tiempo sin tener relación alguna con ella y no creo que eso vaya a cambiar.
Una vez ambos tomaron asiento, Riko insistió en volver al tema. Akame también estaba ansioso por descubrir qué era lo que había detrás de todo aquello —ya fuese la verdadera cara de Riko, o algo más—, pero primero pensaba remojarse el gaznate con un buen granizado.
Cuando llegó la mesera, una mujer muy mayor vestida con un kimono blanco y gafas de pera, Akame pidió gentilmente un granizado de melón y luego miró a su compañero, por si quería algo.
Sólo después, el Uchiha retomó el tema.
—Riko-san, primero... No me interesa lo más mínimo la votación. Ni si alguien difundió tal o cual cosa —Akame se reiteró en sus palabras con convicción—. Me la trae al pairo si se lo dijiste a Noemi para intentar ligártela, si alguien más se enteró o qué. No tengo ni idea del tema porque, como ya te he dicho, me es indiferente.
Eso no siempre había sido así, claro. Recién graduados, cuando todavía eran unos muchachos —algo— inocentes e ignorantes del mundo que les aguardaba, Akame habría sido capaz de pelear con cualquiera de sus compañeros por la votación. Ahora le parecía una chiquillada, una niñería sin importancia. Hasta le molestaba.
—Y dos —dijo, levantando dos dedos de su mano derecha, imitando a Riko—, a mí nadie me dijo ni me dejó de decir nada. No sé qué demonios te pasa con Noemi, pero te aseguro que llevo mucho tiempo sin tener relación alguna con ella y no creo que eso vaya a cambiar.