8/09/2017, 22:29
— ¿Listo, Moukou? —expresó el Yotsuki, con su brazo erguido y su pulgar en ristre. Haciéndole saber a MouKou que tenía la mejor de las disposiciones.
MouKou ladró, expresivo.
—¡wOoOof!
Y la cuerda cedió entre sus dientes, liberando al rebaño del señor Tokaro.
La primera oveja, la de pelaje opaco, tomó la delantera. Detrás de ella, las otras cinco ovejas también le siguieron el paso, tan ordenadamente como se les había estado inculcando durante tanto tiempo, escoltadas por detrás por el paciente avance del can, que ladraba en forma de advertencia de cuando en vez, cuando alguna de las ovejas intentaba desviar su rumbo. Les habrá tomado alrededor de séis minutos de marcha firme para ascender toda la pradera, y llegar hasta un pequeño pastizal partido con frondosa vegetación. Grama verde, nutritiva.
La grama era desproporcional en sus diversas zonas de pasto creciente, lo que daba certeza de que algo comía de ahí a diario.
El chucho entonces dirigió a las ovejas alrededor del pasto, y éstas sin mediar palabra comenzaron a comer. A mascar como si no hubiese mañana. Las séis al unísono, y Yota podía escuchar los dientes de los animales rechinar mientras partían los tallos crecidos que se mecían en el interior de sus hocicos.
MouKou ladró, expresivo.
—¡wOoOof!
Y la cuerda cedió entre sus dientes, liberando al rebaño del señor Tokaro.
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La primera oveja, la de pelaje opaco, tomó la delantera. Detrás de ella, las otras cinco ovejas también le siguieron el paso, tan ordenadamente como se les había estado inculcando durante tanto tiempo, escoltadas por detrás por el paciente avance del can, que ladraba en forma de advertencia de cuando en vez, cuando alguna de las ovejas intentaba desviar su rumbo. Les habrá tomado alrededor de séis minutos de marcha firme para ascender toda la pradera, y llegar hasta un pequeño pastizal partido con frondosa vegetación. Grama verde, nutritiva.
La grama era desproporcional en sus diversas zonas de pasto creciente, lo que daba certeza de que algo comía de ahí a diario.
El chucho entonces dirigió a las ovejas alrededor del pasto, y éstas sin mediar palabra comenzaron a comer. A mascar como si no hubiese mañana. Las séis al unísono, y Yota podía escuchar los dientes de los animales rechinar mientras partían los tallos crecidos que se mecían en el interior de sus hocicos.