9/09/2017, 01:06
Salieron juntas de la habitación, sumidas en silencio. Ninguna de las dos hizo el más mínimo ruido mientras se dirigían hacia la puerta de emergencia. La que, según les había dicho anteriormente Shanise, conducía hasta los tejados del palacio del Señor Feudal. La mujer posó la mano sobre la barra, y se mantuvo pensativa durante unos instantes. Ayame le dirigió una mirada interrogante, pero la jonin recorría la puerta de arriba a abajo, acariciando la puerta con su mano libre. Y, cuando estaba a punto de preguntar si ocurría algo, la abrió.
El frío de la noche las abrazó, y Ayame, fuera de la calidez de su cama, se estremeció sin poder evitarlo. Shanise pegó un brinco y aterrizó en el tejado. Ella la siguió, y durante un instante se permitió el lujo de regocijarse con las vistas que le ofrecía aquella posición, con toda la ciudad bajo sus pies.
Lástima que fuera una ciudad tan contaminada...
—Probablemente no conozcas todavía las técnicas más poderosas del clan, pero pueden ser bastantes destructivas —dijo Shanise, y Ayame se volvió inmediatamente hacia ella. Después de cerrar la puerta, volvió a ajustarse el respirador en el rostro—. Demonios, hoy no sé cómo me he atado este trasto. Me resultaba incómodo hasta dormir con él, y eso que siempre lo llevo encima.
Ayame parpadeó, ligeramente extrañada. ¿Había oído bien? Debía de haber malinterpretado sus palabras...
—Bueno, como decía, pueden ser bastante destructivas. De modo que tendremos que salir de la ciudad... Ponte la capa de viaje y vámonos. Encapúchate. No debemos llamar la atención.
—Espere, ¿qu...?
Ni siquiera tuvo tiempo de terminar la pregunta. Shanise le había lanzado una capa de viaje, y cuando Ayame la tomó entre sus manos y la extendió se le hizo un nudo en la garganta.
—Shanise-senpai, no es mi intención contraveniros, pero... —tragó saliva, con el corazón bombeándole con fuerza. Para un genin, contradecir a un alto cargo era casi un suicidio. Y si ese alto cargo era además la mano derecha de la Arashikage...
Pero había demasiadas cosas que no le cuadraban. Demasiadas... ¿Y por cuál debía empezar?
—Shanise-senpai, no creo que sea buena idea que abandonemos a Mogura-san aquí y salgamos de la ciudad. Es... peligroso... Deberíamos posponer este entrenamiento hasta que hayamos sellado el hilo.
El frío de la noche las abrazó, y Ayame, fuera de la calidez de su cama, se estremeció sin poder evitarlo. Shanise pegó un brinco y aterrizó en el tejado. Ella la siguió, y durante un instante se permitió el lujo de regocijarse con las vistas que le ofrecía aquella posición, con toda la ciudad bajo sus pies.
Lástima que fuera una ciudad tan contaminada...
—Probablemente no conozcas todavía las técnicas más poderosas del clan, pero pueden ser bastantes destructivas —dijo Shanise, y Ayame se volvió inmediatamente hacia ella. Después de cerrar la puerta, volvió a ajustarse el respirador en el rostro—. Demonios, hoy no sé cómo me he atado este trasto. Me resultaba incómodo hasta dormir con él, y eso que siempre lo llevo encima.
Ayame parpadeó, ligeramente extrañada. ¿Había oído bien? Debía de haber malinterpretado sus palabras...
—Bueno, como decía, pueden ser bastante destructivas. De modo que tendremos que salir de la ciudad... Ponte la capa de viaje y vámonos. Encapúchate. No debemos llamar la atención.
—Espere, ¿qu...?
Ni siquiera tuvo tiempo de terminar la pregunta. Shanise le había lanzado una capa de viaje, y cuando Ayame la tomó entre sus manos y la extendió se le hizo un nudo en la garganta.
—Shanise-senpai, no es mi intención contraveniros, pero... —tragó saliva, con el corazón bombeándole con fuerza. Para un genin, contradecir a un alto cargo era casi un suicidio. Y si ese alto cargo era además la mano derecha de la Arashikage...
Pero había demasiadas cosas que no le cuadraban. Demasiadas... ¿Y por cuál debía empezar?
—Shanise-senpai, no creo que sea buena idea que abandonemos a Mogura-san aquí y salgamos de la ciudad. Es... peligroso... Deberíamos posponer este entrenamiento hasta que hayamos sellado el hilo.