10/09/2017, 17:52
El juego de pies de Daigo era tan envidiable como su pelo verde como la lechuga, puede que no tanto. Con una habilidad innata movió los pies para colocarse en la mejor posición para esquivar mi cabezazo sin perder la compostura, a lo que yo reaccioné frenando mi cabeza y preparandome, porque el contrataque era un hecho.
Su puño salió raudo hacia mi pecho, y mi mano le siguió, agarrando su puño y deteniendolo a escasos centimetros de su objetivo. Ahora tenía sus dos brazos quietos y aproveché para levantar de nuevo el pie buscando su estomago con la rodilla.
Su puño salió raudo hacia mi pecho, y mi mano le siguió, agarrando su puño y deteniendolo a escasos centimetros de su objetivo. Ahora tenía sus dos brazos quietos y aproveché para levantar de nuevo el pie buscando su estomago con la rodilla.
—Nabi—