15/09/2017, 16:36
—K-kaido-san, es un bonito nombre... —alegó un poco nerviosa —. Pero... ¿Por qué lo de tiburón? Me pica la curiosidad, siempre y cuando quieras contestarme...
Kaido la observó mordaz, aunque benevolente. Lucía tan buena e inocente que prefería no asustarla. Se contuvo y respondió tan tranquilo como le fue posible; cosa que no era muy usual. Debía estar siendo víctima de algún tipo de encanto o tal vez un asombroso magnetismo social de parte de Eri. De cualquier forma, no le salía de los cojones portarse mal con ella.
—Es un mote que comenzaron a usar algunos durante la academia y que se quedó conmigo incluso después de graduarme. En lo personal no me molesta, tanto que lo cogí para uso personal. Creo que resalta la imagen y hace que algunos teman más al nombre que a la persona, y eso resulta ser muy guay.
Luego, continuaron con el asunto de la caverna.
—Eh, ah, ¡s-sí! —exclamó, nerviosa —. Pasando un par de cuevas más bajaremos lo suficiente, que yo recuerde, vaya...
—Joder, pues esperemos que tengas buena memoria. Vamos, encontremos ese puto tesoro y volvamos.
El gyojin tomó rumbo hacia la diestra de Eri, superándola en altura; y se dispuso a avanzar a su lado sólo cuando ella lo hiciera. Con sus ojos de mar fijos en el interior de la primera cueva, expectante y un tanto nervioso, siendo consciente de lo que aquellas formaciones rocosas podían ocultar. Lo sabía por experiencia propia.
Kaido la observó mordaz, aunque benevolente. Lucía tan buena e inocente que prefería no asustarla. Se contuvo y respondió tan tranquilo como le fue posible; cosa que no era muy usual. Debía estar siendo víctima de algún tipo de encanto o tal vez un asombroso magnetismo social de parte de Eri. De cualquier forma, no le salía de los cojones portarse mal con ella.
—Es un mote que comenzaron a usar algunos durante la academia y que se quedó conmigo incluso después de graduarme. En lo personal no me molesta, tanto que lo cogí para uso personal. Creo que resalta la imagen y hace que algunos teman más al nombre que a la persona, y eso resulta ser muy guay.
Luego, continuaron con el asunto de la caverna.
—Eh, ah, ¡s-sí! —exclamó, nerviosa —. Pasando un par de cuevas más bajaremos lo suficiente, que yo recuerde, vaya...
—Joder, pues esperemos que tengas buena memoria. Vamos, encontremos ese puto tesoro y volvamos.
El gyojin tomó rumbo hacia la diestra de Eri, superándola en altura; y se dispuso a avanzar a su lado sólo cuando ella lo hiciera. Con sus ojos de mar fijos en el interior de la primera cueva, expectante y un tanto nervioso, siendo consciente de lo que aquellas formaciones rocosas podían ocultar. Lo sabía por experiencia propia.