18/09/2017, 15:56
(Última modificación: 18/09/2017, 15:58 por Sasagani Yota.)
— Maldita hija de la gran puta — mascullé, como si me estuviera cagando en todos los muertos de Taeko a la vez — Estás...
Quise mirarlo y decirle lo desgraciada que era. Desafortunadamente nos dimos cuenta tarde de la realidad y por ello, tanto Yubiwa como yo estábamos condenados.
Solté un grito de puro daño cuando los shurikens se clavaron en mi cuerpo y veía a Yubiwa observando, aterrorizado, como su última esperanza de salir airosos de aquello se esfumaba como cuando el sol se pone y el último rayo de luz da lugar a la oscuridad.
Estábamos condenados.
Pero... ¿Por qué Taeko se había liado con el enemigo? ¿Qué le habían ofrecido? ¿Acaso era como un topo en la aldea?
«Me cago en mi puta vida varias veces»
Mi mano se movió directamente hasta la yugular, sujetándola y empapándose, tratando de contener aquella fuente improvisada de sangre. Pero de nuevo, mis esfuerzos eran en vano. Con cada chorro de fluido vital, se iba escapando un hilo de vida, la visión empezaba a volverse borrosa hasta el punto que los cuerpo de Yubiwa y Taiho parecían ser el mismo y el brillo del chidori lo cegaba todo.
Hasta que todo se vio envuelta en una dolorosa oscuridad.
«Venir hasta aquí fue una gilipollez, no debí aceptar la misión...» me dije para mis adentros antes de que todo se fuese a la mierda.
Entonces ocurrió algo extraño.
Volvía a estar de pie, sin shurikens, sin estar magnetizado — aunque eso yo no lo sabía, claro — sin Yubiwa perforado de lado a lado. De hecho, el jonnin tenía los ojos cerrados y estaba encarado hacia mí mientras Taiho se disponía a echar cuentas del peliazul. Le agarró del pescuezo y le estampó la cara contra una roca.
Yubiwa cayó al suelo y dejo de moverse...
Mi ceja empezó a moverse de forma involuntaria mientras observaba la confirmación de la debacle, todo por culpa de lo que hizo Taeko. si tan solo hubiese lanzado ella los shurikens, todo sería muy distinto... Detalles.
—Toma todo mi chakra, Yota-kun. Destroza a ese hijo de puta.
Era Gyuki de nuevo. Pero no era necesario que me dijese que acabase con la triste vida del verdugo del que era nuestro mentor durante aquellos días. Aquel que se la había jugado por mí.
¿Por qué? ¿Por qué se sacrificó por mí? ¡Tan solo era un gennin de mierda! Y él era la maldita mano derecha del Morikage. Aquello fue una supina estupidez pero estaba furioso. Mi respiración se volvió anormal, como si echase bufidos cada par de segundos. El pulso cardíaco se aceleró y parecía que en cualquier momento se me iba a salir el corazón del pecho, sentía cada uno de sus golpes por debajo de mi piel.
«Por supuesto que lo mataré. Y lo remataré. Y lo reremataré. Hasta que me canse»
Desprendía odio puro por mi ojos morados. Mis puños se apretaron de forma violenta y una brutal capa de chakra hizo que Taeko saliese despedida por uno de los lados. Pero ya me encargaría de ella más tarde. Ahora debía quitarme a Taiho de en medio.
Apreté los dientes y eché a correr. Mi mano derecho desplegó el fuuma shuriken que había reposado todo el rato en mi cinto, lanzandolo hasta el cuerpo de aquel mal nacido y después un brazo de chakra avanzó rápidamente donde quiera que fuera Taiho, para apresarlo y poder darle la muerte que tanto deseaba tener en aquel día, bajo el juicio del árbol sagrado.
Quise mirarlo y decirle lo desgraciada que era. Desafortunadamente nos dimos cuenta tarde de la realidad y por ello, tanto Yubiwa como yo estábamos condenados.
Solté un grito de puro daño cuando los shurikens se clavaron en mi cuerpo y veía a Yubiwa observando, aterrorizado, como su última esperanza de salir airosos de aquello se esfumaba como cuando el sol se pone y el último rayo de luz da lugar a la oscuridad.
Estábamos condenados.
Pero... ¿Por qué Taeko se había liado con el enemigo? ¿Qué le habían ofrecido? ¿Acaso era como un topo en la aldea?
«Me cago en mi puta vida varias veces»
Mi mano se movió directamente hasta la yugular, sujetándola y empapándose, tratando de contener aquella fuente improvisada de sangre. Pero de nuevo, mis esfuerzos eran en vano. Con cada chorro de fluido vital, se iba escapando un hilo de vida, la visión empezaba a volverse borrosa hasta el punto que los cuerpo de Yubiwa y Taiho parecían ser el mismo y el brillo del chidori lo cegaba todo.
Hasta que todo se vio envuelta en una dolorosa oscuridad.
«Venir hasta aquí fue una gilipollez, no debí aceptar la misión...» me dije para mis adentros antes de que todo se fuese a la mierda.
Entonces ocurrió algo extraño.
Volvía a estar de pie, sin shurikens, sin estar magnetizado — aunque eso yo no lo sabía, claro — sin Yubiwa perforado de lado a lado. De hecho, el jonnin tenía los ojos cerrados y estaba encarado hacia mí mientras Taiho se disponía a echar cuentas del peliazul. Le agarró del pescuezo y le estampó la cara contra una roca.
Yubiwa cayó al suelo y dejo de moverse...
Mi ceja empezó a moverse de forma involuntaria mientras observaba la confirmación de la debacle, todo por culpa de lo que hizo Taeko. si tan solo hubiese lanzado ella los shurikens, todo sería muy distinto... Detalles.
—Toma todo mi chakra, Yota-kun. Destroza a ese hijo de puta.
Era Gyuki de nuevo. Pero no era necesario que me dijese que acabase con la triste vida del verdugo del que era nuestro mentor durante aquellos días. Aquel que se la había jugado por mí.
¿Por qué? ¿Por qué se sacrificó por mí? ¡Tan solo era un gennin de mierda! Y él era la maldita mano derecha del Morikage. Aquello fue una supina estupidez pero estaba furioso. Mi respiración se volvió anormal, como si echase bufidos cada par de segundos. El pulso cardíaco se aceleró y parecía que en cualquier momento se me iba a salir el corazón del pecho, sentía cada uno de sus golpes por debajo de mi piel.
«Por supuesto que lo mataré. Y lo remataré. Y lo reremataré. Hasta que me canse»
Desprendía odio puro por mi ojos morados. Mis puños se apretaron de forma violenta y una brutal capa de chakra hizo que Taeko saliese despedida por uno de los lados. Pero ya me encargaría de ella más tarde. Ahora debía quitarme a Taiho de en medio.
Apreté los dientes y eché a correr. Mi mano derecho desplegó el fuuma shuriken que había reposado todo el rato en mi cinto, lanzandolo hasta el cuerpo de aquel mal nacido y después un brazo de chakra avanzó rápidamente donde quiera que fuera Taiho, para apresarlo y poder darle la muerte que tanto deseaba tener en aquel día, bajo el juicio del árbol sagrado.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa