18/09/2017, 19:19
Taiho reía. Reía como un sádico loco, reía como nunca había reído. Aquél mequetrefe de pelo azul había sido un gran contrincante, pero había caído ante sus manazas. Era fuerte. ¡Volvía a ser fuerte! No se había sentido tan fuerte desde que pertenecía al Eritogado de Kirigakure. Soltó al pobre Yubiwa, que tenía toda la cara demacrada por culpa del golpe y no se movía, ni prácticamente respiraba. Y de pronto, vio por el rabillo del ojo un destello metálico...
El shinobi se apartó a un lado, y el shuriken se quedó clavado en la roca. Taiho lo quitó de la piedra, y lo lanzó en dirección a Taeko.
—¡Estáis muertos! —rio, pero algo le agarró de la cintura y le abrasó la piel—. ¡Ugh!
Sonrió.
—Hazlo... ¡Hazlo! Porque él volverá a por mi cuando todo esto haya acabado, y volverá a traerme a la vida... Y si todo falla, ¡empezaremos de nuevo! ¡Y yo volveré a caminar junto a él! ¡JAJAJA!
»Hasta que tenga la fuerza suficiente... para matarlo... y quedarme con ese amuleto.
El shinobi se apartó a un lado, y el shuriken se quedó clavado en la roca. Taiho lo quitó de la piedra, y lo lanzó en dirección a Taeko.
—¡Estáis muertos! —rio, pero algo le agarró de la cintura y le abrasó la piel—. ¡Ugh!
Sonrió.
—Hazlo... ¡Hazlo! Porque él volverá a por mi cuando todo esto haya acabado, y volverá a traerme a la vida... Y si todo falla, ¡empezaremos de nuevo! ¡Y yo volveré a caminar junto a él! ¡JAJAJA!
»Hasta que tenga la fuerza suficiente... para matarlo... y quedarme con ese amuleto.
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