24/09/2017, 12:15
Ante su grito, el marionetista desactivó su técnica de Raiton, fijó en ella sus iris dorados y soltó una carcajada. Una carcajada tan escalofriante que se clavó en sus tímpanos como un millar de senbon. Pero Ayame no se dejó amilanar, y siguió su carga contra él. Pero en ninguno de sus planes cabía la posibilidad de lo que ocurrió a continuación. Warau dio un salto hacia atrás y levantó el brazo. En respuesta, el cuerpo de Shanise, unido al brazo del marionetista con una serie de hilos de chakra como un vulgar títere, fue alzado desde el suelo...
«¡¡¡OH, NO!!!»
Era imposible frenar a tiempo. Fue la jonin la que recibió la brutal cornada en lugar del marionetista, y la pobre salió despedida para terminar chocando contra la pared de un lejano edificio en ruinas. Una densa nube de humo invadió el lugar del impacto.
—¡Shanise-sanpai...! —gimió, angustiada.
Estaba a punto de salir corriendo hacia allí, cuando vio a su compañero adelantarse a sus pensamientos.
«Mogura-san la salvará... Él es médico, él la salvará. Puede hacerlo...» Intentaba convencerse. El aire de sus pulmones silbaba entre sus dientes de forma repetida, con cada respiración honda. «Y mientras él la salva yo debo...»
—¡Así que eres tú, eh! ¡¡ERES TÚ!! ¡¡SÍ, JODER!! —aulló Warau, excitado, y Ayame viró la cabeza bruscamente hacia él con sus ojos aguamarina destilando todo el odio que reservaba para aquel hombre—. ¿Sabes? Iba a Reiniciar de nuevo, pero verte aquí, en persona, después de tanto tiempo... Tú, que siempre fuiste intocable. Tú, pequeña niñita. —Ensanchó aún más su sonrisa, y Ayame sintió que se le ponía la piel de gallina cuando se relamió—. ¡ME REVOLCARÉ A TRAVÉS DEL SONIDO DE TUS GRITOS Y LLANTOS DE DOLOR, KISHISHISHISHI! Vaaamos... ¿Qué toca ahora? ¿Una Bijūdama? Adelante... Hazle más daño a tus compañeros. Lo estás deseando. En el fondo, eres una ninja de la Niebla Sangrienta.
Un profundo gruñido borboteó en la garganta de Ayame, quien dejó a la vista una hilera de dientes afilados como navajas entre sus labios.
«Miserable villano...» Kokuō reflejó sus pensamientos dentro de su mente.
Desde luego, ganas no le faltaban de reventarle una Bijūdama a bocajarro y borrar aquella terrorífica sonrisa de loco psicópata de su rostro. Todo su cuerpo vibraba de excitación ante la sola idea, pero Ayame conocía lo suficientemente bien a aquel hombre como para saber que sería capaz de reservarle una sorpresa para hacerle fallar su ataque o, en el peor de los casos, devolvérselo a sus compañeros. Aún en el mejor de los casos que le acertara, la marioneta humana podría llegar a sobrevivir aunque le arrancara medio cuerpo. Lo sabía. Ya lo había visto.
Y sólo por eso se contuvo, con toda la rabia de su ser vibrando en cada poro de su piel.
Entonces Warau se colocó las manos en el pecho.
—Doton: Keijuugan no Jutsu —pronunció. Y ante los estupefactos ojos de Ayame, los pies del villano se separaron del suelo y comenzó a flotar, cada vez más alto, hasta una altura de aproximadamente cinco metros. Extendió los brazos y las piernas, abrazando el mundo, y entonces volvió a reír.
«¿Doton? ¿Elemento tierra? ¡¿Pero qué clase de técnica es esa?! Doton y Raiton... Maldita sea, son mis mayores debilidades. ¿Cómo puedo enfrentarle?»
—No lo entiendes, Ayame. ¡Estoy a un sólo paso de ser un puto Dios! ¡No voy a dejar que frustres mi mayor sueño ahora que estoy tan cerca! ¡Tan cerca! Todos seréis mis marionetas, ¡mis juguetes! KISHISHISHISHI.
Ayame hizo restallar una de sus colas contra el suelo, a sus espaldas. Bajo el peso de su rabia, la roca se agrietó con un chasquido.
—Jamás nos pondrás las manos encima... ¡Y MUCHO MENOS A MÍ! ¡NO VOLVERÁS A TOCARME! ¡NO PUEDES CONTROLAR AL AGUA!
Restalló las cinco colas. Y Ayame aprovechó la fuerza del golpe para impulsarse en el aire. Adelantó su brazo derecho, y de la misma mano el chakra se expandió repentinamente, formando un brazo que se alargó rápidamente buscando atrapar entre sus dedos al marionetista y, con un grito de guerra, devolverlo al suelo con todas sus fuerzas.
Y entonces, aún en el aire, abrió sus fauces y comenzó a acumular chakra. El aire se volvió aún más pesado a su alrededor, las gotas de lluvia no llegaban a tocarla siquiera y se evaporaban antes de rozarla. Y, mientras tanto, partículas negras y blancas se reunían formando una esfera que se iba comprimiendo más y más... Hasta que la engulló.
Y entonces lanzó el rayo de energía concentrada hacia Warau.
«¡¡¡MUERE!!!»
«¡¡¡OH, NO!!!»
Era imposible frenar a tiempo. Fue la jonin la que recibió la brutal cornada en lugar del marionetista, y la pobre salió despedida para terminar chocando contra la pared de un lejano edificio en ruinas. Una densa nube de humo invadió el lugar del impacto.
—¡Shanise-sanpai...! —gimió, angustiada.
Estaba a punto de salir corriendo hacia allí, cuando vio a su compañero adelantarse a sus pensamientos.
«Mogura-san la salvará... Él es médico, él la salvará. Puede hacerlo...» Intentaba convencerse. El aire de sus pulmones silbaba entre sus dientes de forma repetida, con cada respiración honda. «Y mientras él la salva yo debo...»
—¡Así que eres tú, eh! ¡¡ERES TÚ!! ¡¡SÍ, JODER!! —aulló Warau, excitado, y Ayame viró la cabeza bruscamente hacia él con sus ojos aguamarina destilando todo el odio que reservaba para aquel hombre—. ¿Sabes? Iba a Reiniciar de nuevo, pero verte aquí, en persona, después de tanto tiempo... Tú, que siempre fuiste intocable. Tú, pequeña niñita. —Ensanchó aún más su sonrisa, y Ayame sintió que se le ponía la piel de gallina cuando se relamió—. ¡ME REVOLCARÉ A TRAVÉS DEL SONIDO DE TUS GRITOS Y LLANTOS DE DOLOR, KISHISHISHISHI! Vaaamos... ¿Qué toca ahora? ¿Una Bijūdama? Adelante... Hazle más daño a tus compañeros. Lo estás deseando. En el fondo, eres una ninja de la Niebla Sangrienta.
Un profundo gruñido borboteó en la garganta de Ayame, quien dejó a la vista una hilera de dientes afilados como navajas entre sus labios.
«Miserable villano...» Kokuō reflejó sus pensamientos dentro de su mente.
Desde luego, ganas no le faltaban de reventarle una Bijūdama a bocajarro y borrar aquella terrorífica sonrisa de loco psicópata de su rostro. Todo su cuerpo vibraba de excitación ante la sola idea, pero Ayame conocía lo suficientemente bien a aquel hombre como para saber que sería capaz de reservarle una sorpresa para hacerle fallar su ataque o, en el peor de los casos, devolvérselo a sus compañeros. Aún en el mejor de los casos que le acertara, la marioneta humana podría llegar a sobrevivir aunque le arrancara medio cuerpo. Lo sabía. Ya lo había visto.
Y sólo por eso se contuvo, con toda la rabia de su ser vibrando en cada poro de su piel.
Entonces Warau se colocó las manos en el pecho.
—Doton: Keijuugan no Jutsu —pronunció. Y ante los estupefactos ojos de Ayame, los pies del villano se separaron del suelo y comenzó a flotar, cada vez más alto, hasta una altura de aproximadamente cinco metros. Extendió los brazos y las piernas, abrazando el mundo, y entonces volvió a reír.
«¿Doton? ¿Elemento tierra? ¡¿Pero qué clase de técnica es esa?! Doton y Raiton... Maldita sea, son mis mayores debilidades. ¿Cómo puedo enfrentarle?»
—No lo entiendes, Ayame. ¡Estoy a un sólo paso de ser un puto Dios! ¡No voy a dejar que frustres mi mayor sueño ahora que estoy tan cerca! ¡Tan cerca! Todos seréis mis marionetas, ¡mis juguetes! KISHISHISHISHI.
Ayame hizo restallar una de sus colas contra el suelo, a sus espaldas. Bajo el peso de su rabia, la roca se agrietó con un chasquido.
—Jamás nos pondrás las manos encima... ¡Y MUCHO MENOS A MÍ! ¡NO VOLVERÁS A TOCARME! ¡NO PUEDES CONTROLAR AL AGUA!
Restalló las cinco colas. Y Ayame aprovechó la fuerza del golpe para impulsarse en el aire. Adelantó su brazo derecho, y de la misma mano el chakra se expandió repentinamente, formando un brazo que se alargó rápidamente buscando atrapar entre sus dedos al marionetista y, con un grito de guerra, devolverlo al suelo con todas sus fuerzas.
Y entonces, aún en el aire, abrió sus fauces y comenzó a acumular chakra. El aire se volvió aún más pesado a su alrededor, las gotas de lluvia no llegaban a tocarla siquiera y se evaporaban antes de rozarla. Y, mientras tanto, partículas negras y blancas se reunían formando una esfera que se iba comprimiendo más y más... Hasta que la engulló.
Y entonces lanzó el rayo de energía concentrada hacia Warau.
«¡¡¡MUERE!!!»