24/09/2017, 22:59
— Vale, está bien, soy una tumba, pero no entiendo tanto secretismo, ¿Por qué mentiste? —la kunoichi infló los cachetes, y también miró a MouKou cuando Yota le increpó con la mirada—. ¿Y tú?
—Él no mintió, sólo omite todo tan efusivamente como puede debido a que no puede hablar. Y yo, pues, sólo estoy tratando de ayudarlo. Vamos, sígueme, viéndolo lo entenderás mejor.
Los tres personajes caminarían hasta dos cuadras para llegar, finalmente, a otro paraje. Un paraje similar al de donde vivía Tokaro, pero al otro extremo de la aldea y ligeramente más poblado por un par de casas más. Yiruchi se acercó a una de estas y tomó la delantera, increpando a Yota a que la siguiera. MouKou, sin embargo, le cogió la seña y tomó una ruta diferente, una por donde nadie le iba a ver.
La morena se movió sigilosa y se acercó hasta el extremo más derecho de la granja, hacia un inmenso granero de madera gris con enormes puertas de astilla. Se adentró a su interior, en donde Yota pudo ver inmensos costales de pastizal, algunas gallinas y herramientas de siembra. A lo lejos, se veía a un perro del tamaño de MouKou, aunque con un pelaje blanquecino y una bufanda rosa adornándole el lomo. Parecía hembra.
Ella ladró, hasta que MouKou apareció por un agujero detrás de uno de los costales. Se sentó al lado de la can, y miró a Yota fijamente.
—Ella es Kiriya, el ninken compañero de mi madre. Y, al parecer, también la novia del don juan llamado MouKou.
Sonrió, inocente y sonrojada. Como si aquel aparente amor perruno le diera esperanzas de encontrar, algún día, a su príncipe azul.
—Él no mintió, sólo omite todo tan efusivamente como puede debido a que no puede hablar. Y yo, pues, sólo estoy tratando de ayudarlo. Vamos, sígueme, viéndolo lo entenderás mejor.
. . .
Los tres personajes caminarían hasta dos cuadras para llegar, finalmente, a otro paraje. Un paraje similar al de donde vivía Tokaro, pero al otro extremo de la aldea y ligeramente más poblado por un par de casas más. Yiruchi se acercó a una de estas y tomó la delantera, increpando a Yota a que la siguiera. MouKou, sin embargo, le cogió la seña y tomó una ruta diferente, una por donde nadie le iba a ver.
La morena se movió sigilosa y se acercó hasta el extremo más derecho de la granja, hacia un inmenso granero de madera gris con enormes puertas de astilla. Se adentró a su interior, en donde Yota pudo ver inmensos costales de pastizal, algunas gallinas y herramientas de siembra. A lo lejos, se veía a un perro del tamaño de MouKou, aunque con un pelaje blanquecino y una bufanda rosa adornándole el lomo. Parecía hembra.
Ella ladró, hasta que MouKou apareció por un agujero detrás de uno de los costales. Se sentó al lado de la can, y miró a Yota fijamente.
—Ella es Kiriya, el ninken compañero de mi madre. Y, al parecer, también la novia del don juan llamado MouKou.
Sonrió, inocente y sonrojada. Como si aquel aparente amor perruno le diera esperanzas de encontrar, algún día, a su príncipe azul.