24/09/2017, 23:58
—Pues hay que buscar una solución porque sino mi expediente se va a ver tachado, además sería una lástima que MouKou y Kiriya no pudieran verse cuando les apetezca por una riña del pasado —y a medida que Yota le soltaba su pequeño discurso, Yiruchi comenzó a impacientarse, porque sabía que aún no lo había dicho todo—. así que, te agradecería que me pusieras un poco en situación. Quizás haya algo que sirva para tocar la fibra de tu madre y de Tokaro-san, ¡Tiene que haberlo!
—Uhm, no sé. Madre no habla mucho de eso, sabes. Y abuelo tampoco. Lo que sé es lo poco que he escuchado en alguna cena familiar esporádica.
—El hijo del señor Tokaro, que en paz descanse, igual pasó algo en relación a él. No sé, algo. tienes que ayudarme, es injusto para ellos
—Oh, lo siento... yo, yo no sabía que... —miró de reojo a MouKou, y tuvo que contener el nudo que se le arremolinó en la garganta.
Sin embargo, la muchacha volteó de nuevo hasta los ojos de Yota y le miró con una sinceridad absoluta. Quizás no sabía aún como resolver todo aquello sin que su madre terminase desgarrando a Tokaro-san, pero sí que quería ayudar. Además, había otra razón de peso y estaba a punto de compartirlo.
—De todas formas, Yota-kun, me temo que no sólo se trata de éste lindo amor entre Mou y Kiri. Sino también del fruto que ha nacido de él —un ladrido, dos ladridos. Como si se tratase de un permiso, tres hermosos cachorros con colores de entre mezcla entre sus dos padres salieron de uno de los pastizales, caminando con sus pequeñas patitas por las plataformas del granero. Juguetones, se acercaron hasta los linderos de los dos ninken y comenzaron a jugar con sus colas, patas, y a dar mordiscos desinteresados por aquí y por allá—. no sé si ésto empeora las cosas, o quizás ayude a resolverlo, pero... parece que la familia ha crecido un poco ésta vez.
Sonrió casi complacida por decir aquello. La verdad es que la idea de tener a esos cachorros con ella era asombroso, teniendo en cuenta, además, que ella aún no había podido elegir a su compañero canino.
—Uhm, no sé. Madre no habla mucho de eso, sabes. Y abuelo tampoco. Lo que sé es lo poco que he escuchado en alguna cena familiar esporádica.
—El hijo del señor Tokaro, que en paz descanse, igual pasó algo en relación a él. No sé, algo. tienes que ayudarme, es injusto para ellos
—Oh, lo siento... yo, yo no sabía que... —miró de reojo a MouKou, y tuvo que contener el nudo que se le arremolinó en la garganta.
Sin embargo, la muchacha volteó de nuevo hasta los ojos de Yota y le miró con una sinceridad absoluta. Quizás no sabía aún como resolver todo aquello sin que su madre terminase desgarrando a Tokaro-san, pero sí que quería ayudar. Además, había otra razón de peso y estaba a punto de compartirlo.
—De todas formas, Yota-kun, me temo que no sólo se trata de éste lindo amor entre Mou y Kiri. Sino también del fruto que ha nacido de él —un ladrido, dos ladridos. Como si se tratase de un permiso, tres hermosos cachorros con colores de entre mezcla entre sus dos padres salieron de uno de los pastizales, caminando con sus pequeñas patitas por las plataformas del granero. Juguetones, se acercaron hasta los linderos de los dos ninken y comenzaron a jugar con sus colas, patas, y a dar mordiscos desinteresados por aquí y por allá—. no sé si ésto empeora las cosas, o quizás ayude a resolverlo, pero... parece que la familia ha crecido un poco ésta vez.
Sonrió casi complacida por decir aquello. La verdad es que la idea de tener a esos cachorros con ella era asombroso, teniendo en cuenta, además, que ella aún no había podido elegir a su compañero canino.