27/09/2017, 11:59
Shanise se desperezó y se levantó, presta, para comer su porción de pastel de fresa. Pero antes se acercó a su mochila y la llevó al centro de la mesa entre los tres sillones. Justo al tiempo de la pregunta de Ayame.
—¿Tenemos... comida para lo que queda de viaje? —preguntó—. Porque... si nos vamos a tener que comer entre nosotros... ya aviso de antemano que yo soy sólo agua.
—¡Da la casualidad que yo también! —rio, y entonces miró a Mogura con una sonrisa malvada, mostrándole aquella sierra que tenía por dentadura—. Supongo que nos tendremos que comer a Mogura-kun.
Abrió la mochila, y sacó dos fiambreras llenas de sandwiches. Los tan poco nutritivos sandwiches que Mogura había despreciado.
—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. —Pronunció esas palabras con un gran alivio. Abrió una fiambrera, y cogió un sandwich—. Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.
Mientras mordía su bocadillo, Shanise miraba de reojo a Ayame. Cuando terminó de masticar y tragar el primer bocado, dijo:
—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo.
Los muchachos comieron y comieron hasta hartarse. Tal y como se había levantado, Shanise se acostó en la cama y dio un sonoro bostezo.
—Hala, buenas noches.
Si no querían que los ronquidos de la mujer no les dejasen conciliar el sueño, debían darse prisa y caer rendidos ellos también.
—¿Tenemos... comida para lo que queda de viaje? —preguntó—. Porque... si nos vamos a tener que comer entre nosotros... ya aviso de antemano que yo soy sólo agua.
—¡Da la casualidad que yo también! —rio, y entonces miró a Mogura con una sonrisa malvada, mostrándole aquella sierra que tenía por dentadura—. Supongo que nos tendremos que comer a Mogura-kun.
Abrió la mochila, y sacó dos fiambreras llenas de sandwiches. Los tan poco nutritivos sandwiches que Mogura había despreciado.
—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. —Pronunció esas palabras con un gran alivio. Abrió una fiambrera, y cogió un sandwich—. Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.
Mientras mordía su bocadillo, Shanise miraba de reojo a Ayame. Cuando terminó de masticar y tragar el primer bocado, dijo:
—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo.
Los muchachos comieron y comieron hasta hartarse. Tal y como se había levantado, Shanise se acostó en la cama y dio un sonoro bostezo.
—Hala, buenas noches.
Si no querían que los ronquidos de la mujer no les dejasen conciliar el sueño, debían darse prisa y caer rendidos ellos también.
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