28/09/2017, 11:15
Un par de toques en el hombro la hicieron botar en el sitio. Había reaccionado con más brusquedad de la que habría pretendido en cualquier situación normal, pero estaba tan sumida en sus pensamientos que lo que menos esperaba era que alguien la tocara. Y tal fue el susto que muy poco le faltó para licuar su hombro.
—¿Oye, sabes qué? —Daruu se había acercado a ella con intenciones amistosas, pero Ayame no pudo más que dirigirle una mirada sombría—. Creo que ese jinbei verde me quedaba muy bien, ¿tú que opinas?
Ella le miró de arriba a abajo, recordando su aspecto con aquel jinbei. Lo cierto era que le quedaba realmente bien, y aunque el color azul no le quedaba mal en absoluto, el color verde le favorecía y realmente le pegaba.
—Mmmhh... —asintió, como única respuesta.
—Me parece que le voy a dar unos retoques a mi uniforme —continuaba hablando él, de manera realmente animada, pero Ayame apenas le escuchaba—. Voy a comprarme unos guantes y botas verde mar oscuro, y a cambiar también el color del motivo de mi chaqueta y de la camiseta de manga corta que llevo debajo.
—Hijo, ¿qué más da? —intervino Kiroe.
—Pues no da lo mismo, jo, mamá. Hay que tener una imagen personal.
Y, aprovechando la súbita conversación que había surgido entre ambos, Ayame volvió a girar la cara hacia la ventana. Ya casi no se veía Sendōshi en el horizonte...
—Y me voy a retocar el tatuaje... Voy a pedir que me lo pinten verde también.
—¿Y si luego te arrepientes?
—Bah, yo creo que hay muy pocas probabilidades de que eso suceda.
—Ya veremos...
Zetsuo ladeó el rostro hacia su hija, que ahora jugueteaba con sus dedos en un deje distraído pero nervioso. Sabía que estaba incómoda, sabía que se sentía acorralada y que daría lo que fuera por poder quedarse completamente a solas. La conocía demasiado bien para saberlo.
—¿Vas a estar así hasta el resto de tus días, niña? —la interpeló, y la vio estremecerse.
Pero no le respondió. Se estaba mordiendo el labio inferior con fuerza.
—¿Oye, sabes qué? —Daruu se había acercado a ella con intenciones amistosas, pero Ayame no pudo más que dirigirle una mirada sombría—. Creo que ese jinbei verde me quedaba muy bien, ¿tú que opinas?
Ella le miró de arriba a abajo, recordando su aspecto con aquel jinbei. Lo cierto era que le quedaba realmente bien, y aunque el color azul no le quedaba mal en absoluto, el color verde le favorecía y realmente le pegaba.
—Mmmhh... —asintió, como única respuesta.
—Me parece que le voy a dar unos retoques a mi uniforme —continuaba hablando él, de manera realmente animada, pero Ayame apenas le escuchaba—. Voy a comprarme unos guantes y botas verde mar oscuro, y a cambiar también el color del motivo de mi chaqueta y de la camiseta de manga corta que llevo debajo.
—Hijo, ¿qué más da? —intervino Kiroe.
—Pues no da lo mismo, jo, mamá. Hay que tener una imagen personal.
Y, aprovechando la súbita conversación que había surgido entre ambos, Ayame volvió a girar la cara hacia la ventana. Ya casi no se veía Sendōshi en el horizonte...
—Y me voy a retocar el tatuaje... Voy a pedir que me lo pinten verde también.
—¿Y si luego te arrepientes?
—Bah, yo creo que hay muy pocas probabilidades de que eso suceda.
—Ya veremos...
Zetsuo ladeó el rostro hacia su hija, que ahora jugueteaba con sus dedos en un deje distraído pero nervioso. Sabía que estaba incómoda, sabía que se sentía acorralada y que daría lo que fuera por poder quedarse completamente a solas. La conocía demasiado bien para saberlo.
—¿Vas a estar así hasta el resto de tus días, niña? —la interpeló, y la vio estremecerse.
Pero no le respondió. Se estaba mordiendo el labio inferior con fuerza.