28/09/2017, 12:38
Los ojos de Zetsuo se entrecerraron peligrosamente. Estaba leyendo a través de su mente. Ayame era bien consciente de ello, pero no le importaba. Si hacía falta le gritaría mentalmente hasta dejarle sordo, si es que eso era posible. Sin embargo, un repentino chasqueo de dedos frente a su rostro la hizo volver a la Onindo.
—¿Por qué le miras a él? Estoy aquí, Ayame. Aquí —le interpelaba Daruu, visiblemente irritado, y clavó sus ojos perlados en ella—. Porque se lo pedí yo. Porque quiero saber defenderme de tus ilusiones, y de las de Akame. Porque quiero ser fuerte.
«¿Ese maldito Uchiha también sabe utilizar Genjutsu? ¡¿Es que hay algo que no sepa hacer?!» Pensó, apretando las mandíbulas hasta el punto de hacerlas chirriar. Y aquello sólo hizo hervir aún más su ira.
—¿Has probado a pedírselo tú también?
Ayame se reincorporó de un salto, su espalda volvió a llorar aquel movimiento brusco y se tuvo que detener un momento con gesto dolorido.
—¿Que si se lo he preguntado? ¡No ha hecho falta! ¡¡Lleva entrenándome desde que tengo uso de razón!!
—Ayame... —advirtió Kōri, pero ella no le escuchaba.
—¡PERO PARECE QUE SE HA CANSADO DE MI INUTILIDAD Y ME HA BUSCADO UN SUS...!
Ni siquiera fue capaz de terminar la frase. Un súbito latigazo en un lado del rostro y Ayame cayó sobre su asiento.
—¡NO TE ATREVAS A REPETIR ESAS PALABRAS! —escuchó la voz de Zetsuo junto a ella, ido de sí.
Apoyada contra la pared del carruaje, Ayame jadeó y tragó saliva. Sin embargo, sus entrañas aún ardían con la furia de mil Yomis.
—¡¿ME HAS ESCUCHADO, AYAME?!
Ella gritó. Golpeó la pared con el puño y el dolor ascendió desde la punta de sus dedos hasta su hombro. No le importó. Se revolvió sobre sí misma y casi se abalanzó sobre su padre. La detuvo su simple mirada, pese a que deseaba con todas sus fuerzas saltar sobre él, golpearle y chillarle. Pero se vio obligada a sentarse de nuevo en su asiento, con todo su cuerpo temblando violentamente y los puños apretados hasta que los nudillos se le volvieron blancos. Resollaba, sus ojos destilando pura ira hacia ambos.
Al otro lado del carro, Kōri se había llevado una mano a la frente.
—¿Por qué le miras a él? Estoy aquí, Ayame. Aquí —le interpelaba Daruu, visiblemente irritado, y clavó sus ojos perlados en ella—. Porque se lo pedí yo. Porque quiero saber defenderme de tus ilusiones, y de las de Akame. Porque quiero ser fuerte.
«¿Ese maldito Uchiha también sabe utilizar Genjutsu? ¡¿Es que hay algo que no sepa hacer?!» Pensó, apretando las mandíbulas hasta el punto de hacerlas chirriar. Y aquello sólo hizo hervir aún más su ira.
—¿Has probado a pedírselo tú también?
Ayame se reincorporó de un salto, su espalda volvió a llorar aquel movimiento brusco y se tuvo que detener un momento con gesto dolorido.
—¿Que si se lo he preguntado? ¡No ha hecho falta! ¡¡Lleva entrenándome desde que tengo uso de razón!!
—Ayame... —advirtió Kōri, pero ella no le escuchaba.
—¡PERO PARECE QUE SE HA CANSADO DE MI INUTILIDAD Y ME HA BUSCADO UN SUS...!
Ni siquiera fue capaz de terminar la frase. Un súbito latigazo en un lado del rostro y Ayame cayó sobre su asiento.
—¡NO TE ATREVAS A REPETIR ESAS PALABRAS! —escuchó la voz de Zetsuo junto a ella, ido de sí.
Apoyada contra la pared del carruaje, Ayame jadeó y tragó saliva. Sin embargo, sus entrañas aún ardían con la furia de mil Yomis.
—¡¿ME HAS ESCUCHADO, AYAME?!
Ella gritó. Golpeó la pared con el puño y el dolor ascendió desde la punta de sus dedos hasta su hombro. No le importó. Se revolvió sobre sí misma y casi se abalanzó sobre su padre. La detuvo su simple mirada, pese a que deseaba con todas sus fuerzas saltar sobre él, golpearle y chillarle. Pero se vio obligada a sentarse de nuevo en su asiento, con todo su cuerpo temblando violentamente y los puños apretados hasta que los nudillos se le volvieron blancos. Resollaba, sus ojos destilando pura ira hacia ambos.
Al otro lado del carro, Kōri se había llevado una mano a la frente.