30/09/2017, 17:25
En su pequeño periplo hacia Taizaku Gai, Eri terminó por optar a pasar las noches en ciudades y pueblos más que pasarlas a la intemperie. ¿Por qué? Fácil, porque por la noche hacía un frío que pelaba y no estaba dispuesta a ser atracada mientras dormía. Lo normal era que hubiese pensado eso antes, pero no había salido de la aldea tanto como le hubiera gustado.
Así que allí estaba, haciendo una pequeña parada en aquella ciudad conocida por su museo de armamento que anteriormente fue la casa del Señor Feudal. Normalmente no se sentía atraída por ese tipo de cosas, pero ya que estaba allí un poco de turismo no iba a hacerle ningún daño.
Por ello paseaba por un sendero, el que habían dicho de tomar para poder subir al tan famoso museo. Justo delante de ella paseaba un joven de cabello oscuro y camisa verde, pero al estar de espaldas no podía verle la cara. Tampoco es que le interesase del todo, simplemente cambiaba su vista del suelo a la nuca del chico y viceversa todo el rato, porque era su costumbre.
Hasta que...
— Quizá esto me de alguna idea para ti, Gen...
—¿Perdona? —preguntó la kunoichi a la espalda del muchacho, juraría que lo había escuchado hablar, pero no había nadie más que él y ella por aquel sendero, ¿le habría pillado mirándole por detrás? —. ¿Es a mí? —volvió a preguntar para asegurarse de que no era a ella a quien había dirigido la palabra.
Así que allí estaba, haciendo una pequeña parada en aquella ciudad conocida por su museo de armamento que anteriormente fue la casa del Señor Feudal. Normalmente no se sentía atraída por ese tipo de cosas, pero ya que estaba allí un poco de turismo no iba a hacerle ningún daño.
Por ello paseaba por un sendero, el que habían dicho de tomar para poder subir al tan famoso museo. Justo delante de ella paseaba un joven de cabello oscuro y camisa verde, pero al estar de espaldas no podía verle la cara. Tampoco es que le interesase del todo, simplemente cambiaba su vista del suelo a la nuca del chico y viceversa todo el rato, porque era su costumbre.
Hasta que...
— Quizá esto me de alguna idea para ti, Gen...
—¿Perdona? —preguntó la kunoichi a la espalda del muchacho, juraría que lo había escuchado hablar, pero no había nadie más que él y ella por aquel sendero, ¿le habría pillado mirándole por detrás? —. ¿Es a mí? —volvió a preguntar para asegurarse de que no era a ella a quien había dirigido la palabra.