1/10/2017, 18:55
Aunque Yubiwa estaba suficientemente contento con haber salido vivo de aquella refriega, no podía compartir la extrema felicidad de sus muchachos. Había quedado ciego, y quién sabe si algún día recuperaría la vista. Agradeció con un asentimiento leve que Yota le alcanzase su kasa de paja, y se lo colocó en la cabeza, bien firme, pasando la goma por debajo de la barbilla. Suspiró.
—El Jiringan le da la vuelta al tiempo —explicó Yubiwa de pronto—, no obstante deja tus ojos inservible durante un número de tiempo que crece exponencialmente a medida que uno le da la vuelta a los segundos, a los minutos, a las horas...
»Si utilizo los dos ojos y le doy la vuelta al área en el que me encuentro, puedo regenerar mis heridas sin siquiera mirarme, pero el esfuerzo de chakra es mayor y el tiempo de recuperación mucho más elevado. Puedo abrir los ojos aunque esté ciego para volverlo a utilizar, pero eso pone en riesgo mi vida y aumenta todavía más el tiempo de recuperación.
»Para poder vivir, necesitaba mirarme al lago. Porque si utilizaba de nuevo el poder del Jiringan en área, ahora mismo estaría muerto. Pero he retrocedido varios minutos. ¿Sabéis lo que eso significa?
Dio un largo y triste suspiro. Se dio la vuelta, y alzó los brazos.
—No sé cuándo podré volver a ver. Tendréis que ayudarme a volver a Kusagakure.
Antes del amanecer del siguiente día, un estruendo lejano les despertó, y un fogonazo de luz les cegó por entre las copas de los árboles. Algo, lejano, había explotado en el cielo. Todos sintieron un pequeño vuelco en el estómago, e, inconscientemente, olvidaron un antiguo yo que dormía, latente.
También olvidaron el nombre de Taiho, y en su cabeza el recuerdo fue sustituido por el de un maleante llamado Yotsuki Kunmo, de cuyo aspecto sólo recordaban que exhibía una melena larga de color negro.
El ayudante de Kenzou-sama les colocó tres tazas de té negro con limón delante, y se despidió de ellos con una reverencia. Kenzou suspiró y se rascó la cabeza, incómodo.
—Entonces, no pudisteis sellar el hilo, ¿eh...? —Chasqueó la lengua con fastidio.
—No, señor. Lo siento, señor.
—No te preocupes, Yubiwa-kun. Me conformo con que estéis vivos. Por lo que dices, ha debido de ser una situación horrible. Gracias por el buen trabajo. —Kenzou se agachó, y sacó de debajo de la mesa tres sobres que repartió a sus ninjas—. Aceptadlo como compensación por parte de la aldea. Os habéis expuesto a un riesgo muy grande.
»En cuanto a tu Jiringan, Yubiwa, no deberías excederte tanto.
—Tuve que hacerlo si quería salvar a los genin, Kenzou-sama.
Kenzou les dirigió una larga mirada.
—Está bien, Yubiwa. Bien. Ahora, chicos, marchad —les dijo—. Yo me quedaré un rato charlando con Yubiwa. Hay cosas que tenemos que discutir. También le acompañaré a casa.
»Gracias por sobrevivir. Como futuro de Kusagakure, no nos podemos permitir perderos. Ahora, descansad.
—El Jiringan le da la vuelta al tiempo —explicó Yubiwa de pronto—, no obstante deja tus ojos inservible durante un número de tiempo que crece exponencialmente a medida que uno le da la vuelta a los segundos, a los minutos, a las horas...
»Si utilizo los dos ojos y le doy la vuelta al área en el que me encuentro, puedo regenerar mis heridas sin siquiera mirarme, pero el esfuerzo de chakra es mayor y el tiempo de recuperación mucho más elevado. Puedo abrir los ojos aunque esté ciego para volverlo a utilizar, pero eso pone en riesgo mi vida y aumenta todavía más el tiempo de recuperación.
»Para poder vivir, necesitaba mirarme al lago. Porque si utilizaba de nuevo el poder del Jiringan en área, ahora mismo estaría muerto. Pero he retrocedido varios minutos. ¿Sabéis lo que eso significa?
Dio un largo y triste suspiro. Se dio la vuelta, y alzó los brazos.
—No sé cuándo podré volver a ver. Tendréis que ayudarme a volver a Kusagakure.
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Antes del amanecer del siguiente día, un estruendo lejano les despertó, y un fogonazo de luz les cegó por entre las copas de los árboles. Algo, lejano, había explotado en el cielo. Todos sintieron un pequeño vuelco en el estómago, e, inconscientemente, olvidaron un antiguo yo que dormía, latente.
También olvidaron el nombre de Taiho, y en su cabeza el recuerdo fue sustituido por el de un maleante llamado Yotsuki Kunmo, de cuyo aspecto sólo recordaban que exhibía una melena larga de color negro.
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El ayudante de Kenzou-sama les colocó tres tazas de té negro con limón delante, y se despidió de ellos con una reverencia. Kenzou suspiró y se rascó la cabeza, incómodo.
—Entonces, no pudisteis sellar el hilo, ¿eh...? —Chasqueó la lengua con fastidio.
—No, señor. Lo siento, señor.
—No te preocupes, Yubiwa-kun. Me conformo con que estéis vivos. Por lo que dices, ha debido de ser una situación horrible. Gracias por el buen trabajo. —Kenzou se agachó, y sacó de debajo de la mesa tres sobres que repartió a sus ninjas—. Aceptadlo como compensación por parte de la aldea. Os habéis expuesto a un riesgo muy grande.
»En cuanto a tu Jiringan, Yubiwa, no deberías excederte tanto.
—Tuve que hacerlo si quería salvar a los genin, Kenzou-sama.
Kenzou les dirigió una larga mirada.
—Está bien, Yubiwa. Bien. Ahora, chicos, marchad —les dijo—. Yo me quedaré un rato charlando con Yubiwa. Hay cosas que tenemos que discutir. También le acompañaré a casa.
»Gracias por sobrevivir. Como futuro de Kusagakure, no nos podemos permitir perderos. Ahora, descansad.
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