1/10/2017, 21:04
Eri observó a aquella mujer y esgrimió una sonrisa. Una sonrisa muy falsa, a su parecer. Juro no tuvo fuerzas si quiera para sonreír. Se quedó estático, mirando al suelo.
Tras la intervención del hombre, la mujer no se mostró para nada enfadada ni indignada. De hecho, parecía esperar la respuesta. Sus demasiado maquillados labios se arquearon en una cruel sonrisa, y volvió la cabeza al frente. Antes de hacerlo, se movieron, susurrando una palabra que Juro entendió muy bien.
— Pobres... —. Nunca un susurro había sonado tan despectivo.
Juro miró a Eri. Esta parecía contenta de la intervención del hombre.
— Menuda gente... — murmuró Juro, claramente indignado.
Entonces, pasó algo mucho más surrealista. Desde su posición, tanto Eri como Juro podrían ver a los dos guardias de seguridad sobre la puerta, controlando el flujo de gente.
Una persona apareció, saltándose descaradamente la fila. Era un hombre alto, extremadamente alto, y delgado. Su piel era olivacea. En su rostro no había ni un solo rastro de vello facial. Su pelo rubio, elegantemente peinado hacia un lado, era igual de sedoso y brillante que el de la mujer. Además de eso, sus ojos eran de un tono avellana. Un lunar reposaba bajo su ojo derecho. Vestía un traje negro, y era indudablemente atractivo.
El hombre llegó hasta la fila. Los dos seguratas bloquearon el paso del resto de la gente, como si lo conocieran, dejandole pasar. Antes de hacerlo, sin embargo, sus bellos ojos se posaron hacia donde se encontraba Eri durante unos momentos... y luego pasaron hacia la mujer rubia excesivamente maquillada.
— ¡Kaede! ¿¡Qué haces ahí!? — exclamó, con una voz profunda y melodiosa. Tenía un deje de alegría —. Tamiko y Mizuki nos están esperando dentro.
— Solo estaba riéndome un poco del panorama, hermanito. Ya voy.
Con descaro, la mujer también pasó completamente de la fila, llegando a empujar a una mujer anciana que tenía delante. Esta no se cayó por poco, aferrandose a su bastón.
Aun sin tiempo para que Juro y Eri se quedaran anonadados del todo, el hombre anciano a su espalda volvió a hablarles.
— Esa maldita familia de snobs. Siempre vienen los días en los que el museo es gratuito — musitó el hombre, entre dientes —. Les encanta reírse de las clases trabajadoras. Todo porque su padre es rico.
Tras la intervención del hombre, la mujer no se mostró para nada enfadada ni indignada. De hecho, parecía esperar la respuesta. Sus demasiado maquillados labios se arquearon en una cruel sonrisa, y volvió la cabeza al frente. Antes de hacerlo, se movieron, susurrando una palabra que Juro entendió muy bien.
— Pobres... —. Nunca un susurro había sonado tan despectivo.
Juro miró a Eri. Esta parecía contenta de la intervención del hombre.
— Menuda gente... — murmuró Juro, claramente indignado.
Entonces, pasó algo mucho más surrealista. Desde su posición, tanto Eri como Juro podrían ver a los dos guardias de seguridad sobre la puerta, controlando el flujo de gente.
Una persona apareció, saltándose descaradamente la fila. Era un hombre alto, extremadamente alto, y delgado. Su piel era olivacea. En su rostro no había ni un solo rastro de vello facial. Su pelo rubio, elegantemente peinado hacia un lado, era igual de sedoso y brillante que el de la mujer. Además de eso, sus ojos eran de un tono avellana. Un lunar reposaba bajo su ojo derecho. Vestía un traje negro, y era indudablemente atractivo.
El hombre llegó hasta la fila. Los dos seguratas bloquearon el paso del resto de la gente, como si lo conocieran, dejandole pasar. Antes de hacerlo, sin embargo, sus bellos ojos se posaron hacia donde se encontraba Eri durante unos momentos... y luego pasaron hacia la mujer rubia excesivamente maquillada.
— ¡Kaede! ¿¡Qué haces ahí!? — exclamó, con una voz profunda y melodiosa. Tenía un deje de alegría —. Tamiko y Mizuki nos están esperando dentro.
— Solo estaba riéndome un poco del panorama, hermanito. Ya voy.
Con descaro, la mujer también pasó completamente de la fila, llegando a empujar a una mujer anciana que tenía delante. Esta no se cayó por poco, aferrandose a su bastón.
Aun sin tiempo para que Juro y Eri se quedaran anonadados del todo, el hombre anciano a su espalda volvió a hablarles.
— Esa maldita familia de snobs. Siempre vienen los días en los que el museo es gratuito — musitó el hombre, entre dientes —. Les encanta reírse de las clases trabajadoras. Todo porque su padre es rico.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60