2/10/2017, 20:37
— Joder, Setsuna-sensei, por favor... Kenzou-sama me dio permiso para hacerlo. Necesito salir de aquí durante unos días, despejarme, meditar... Necesito reencontrarme
— Me parece estupendo, pero eso mismo puedes hacerlo aquí, no veo donde está el problema, Yota-kun
— ¡Necesito un maldito sitio donde desconectar de todo! ¡Ese es el jodido problema!
Estaba desesperado, no acababa de encontrar el modo de hacerla entender lo desesperante de mi situación. Habían pasado muchas cosas y es posible que no se hiciera cargo de la necesidad de lo que le decía. El Torneo de los Dojos, mi necesidad de mejorar, aquella misión con Yubiwa-dono y Taeko-chan. Era todo demasiado complejo y me sentía como un tigre enjaulado, preso de su libertad.
— Por favor...
La mujer que tenía en frente, que me había visto crecer, me conocía casi tanto como mamá. Con ella aprendí todo lo referente a ser un shinobi. Ahora la necesitaba para que me ayudase con aquel viaje de maduración. Era algo que tenía que hacer y ya está pero Setsuna era demasiado... tozuda. Se cruzó de brazos ante mí, bajo el resguardo de las copas de los arboles del campo de entrenamiento.
— Eres más tozudo que tu padre, Yota-kun. Y eso ya es decir. Está bien, iremos juntos. Si no accedo acabarás escapandote, haciendo caso omiso a lo que te dijo el Morikage. Supongo que no me queda elección... Déjame que le dé yo la noticia a Naomi-san, será lo mejor.
Eran los últimos días de otoño. Pronto iba a despedirse Augurio para dar entrada al frío invierno en todo Oonindo y aún quedaba una última cosa por hacer antes de partir.
— Naomi-san, tengo que decirte algo. Es sobre Yota-kun
La mujer que aquel día lucía un kimono amarillo mate atado por un cinturon delgado y blanco abrió sus ojos como si fueran dos naranjas.
— ¿Qué pasa con mi Yotita, Setsu?
— No, no te preocupes. Él está bien. Creo que está madurando pero... me ha pedido hacer un viaje de reflexión como él lo ha querido llamar. Vamos a estar fuera de la aldea por unas semanas. Te prometo que cuidaré de él, no te preocupes. Cada vez se parece más a Ryu-kun, ¿Sabes?
Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas al instante y no tardaron en caer las primeras gotas que acabaron en su mano en cuanto las recogió al pasarla por encima de la mejilla.
— Mi Yotita... ¿Por qué no puede decírmelo él mismo? ¿Tanto me odia? Desde que volvió de aquella misión está muy raro
— Soy muy consciente de ello. Es por ello que he accedido a sus deseos. Quiero averiguar qué narices pasa con ese muchacho. Igual... igual si estoy con él unos cuantos días seguidos suelta prenda. Además, seguro que esta experiencia le hace más fuerte. Y bueno, le dije yo de contártelo, creo que es lo mejor
— No dejes que le pase nada malo, por favor, ¡Prometelo!
— No le pasará nada, tienes mi palabra
— Gracias, Setsu
Ambas se unieron en un sincero abrazo que sellaba el acuerdo de aquella expedición que llevaría a los dos ninjas a un lugar muy frecuentado por el difunto Ryu. Un lugar que, precisamente usaba para ir a relajarse en cuanto podía. Justo como iban a hacer ese par. Pero aquel lugar no había sido escogido al azar. Setsuna lo tenía todo pensado. Además, la suerte o el azar no tenía cabida en su cuadriculada cabeza.
— Me parece estupendo, pero eso mismo puedes hacerlo aquí, no veo donde está el problema, Yota-kun
— ¡Necesito un maldito sitio donde desconectar de todo! ¡Ese es el jodido problema!
Estaba desesperado, no acababa de encontrar el modo de hacerla entender lo desesperante de mi situación. Habían pasado muchas cosas y es posible que no se hiciera cargo de la necesidad de lo que le decía. El Torneo de los Dojos, mi necesidad de mejorar, aquella misión con Yubiwa-dono y Taeko-chan. Era todo demasiado complejo y me sentía como un tigre enjaulado, preso de su libertad.
— Por favor...
La mujer que tenía en frente, que me había visto crecer, me conocía casi tanto como mamá. Con ella aprendí todo lo referente a ser un shinobi. Ahora la necesitaba para que me ayudase con aquel viaje de maduración. Era algo que tenía que hacer y ya está pero Setsuna era demasiado... tozuda. Se cruzó de brazos ante mí, bajo el resguardo de las copas de los arboles del campo de entrenamiento.
— Eres más tozudo que tu padre, Yota-kun. Y eso ya es decir. Está bien, iremos juntos. Si no accedo acabarás escapandote, haciendo caso omiso a lo que te dijo el Morikage. Supongo que no me queda elección... Déjame que le dé yo la noticia a Naomi-san, será lo mejor.
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Eran los últimos días de otoño. Pronto iba a despedirse Augurio para dar entrada al frío invierno en todo Oonindo y aún quedaba una última cosa por hacer antes de partir.
— Naomi-san, tengo que decirte algo. Es sobre Yota-kun
La mujer que aquel día lucía un kimono amarillo mate atado por un cinturon delgado y blanco abrió sus ojos como si fueran dos naranjas.
— ¿Qué pasa con mi Yotita, Setsu?
— No, no te preocupes. Él está bien. Creo que está madurando pero... me ha pedido hacer un viaje de reflexión como él lo ha querido llamar. Vamos a estar fuera de la aldea por unas semanas. Te prometo que cuidaré de él, no te preocupes. Cada vez se parece más a Ryu-kun, ¿Sabes?
Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas al instante y no tardaron en caer las primeras gotas que acabaron en su mano en cuanto las recogió al pasarla por encima de la mejilla.
— Mi Yotita... ¿Por qué no puede decírmelo él mismo? ¿Tanto me odia? Desde que volvió de aquella misión está muy raro
— Soy muy consciente de ello. Es por ello que he accedido a sus deseos. Quiero averiguar qué narices pasa con ese muchacho. Igual... igual si estoy con él unos cuantos días seguidos suelta prenda. Además, seguro que esta experiencia le hace más fuerte. Y bueno, le dije yo de contártelo, creo que es lo mejor
— No dejes que le pase nada malo, por favor, ¡Prometelo!
— No le pasará nada, tienes mi palabra
— Gracias, Setsu
Ambas se unieron en un sincero abrazo que sellaba el acuerdo de aquella expedición que llevaría a los dos ninjas a un lugar muy frecuentado por el difunto Ryu. Un lugar que, precisamente usaba para ir a relajarse en cuanto podía. Justo como iban a hacer ese par. Pero aquel lugar no había sido escogido al azar. Setsuna lo tenía todo pensado. Además, la suerte o el azar no tenía cabida en su cuadriculada cabeza.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa