3/10/2017, 23:02
—Kimi, ¿Le puede poner azúcar? No me gusta el té solo.
La mujer sonrió ante la pregunta de la joven. Era la primera vez en mucho tiempo que no recibía visita —aunque sabía que esto no era una visita como tal pues Kimi había acudido a su casa para trabajar, no para charlar —, le gustaba conocer gente nueva, y aquella joven ya comenzaba a caerle bien.
—Perfecto, en un momento te lo llevo joven, ve a sentarte en el salón, yo iré pronto con ambos tés —alegó todavía desde la cocina pues desconocía el paradero de la kunoichi.
Ésta, por lo visto, ya se había puesto manos a la obra observando con detenimiento el techo. No encontraría boquetes pues parecía un techo cerrado, sin embargo había un montón de manchas, de aquí a allá; cubriendo el pasillo, el salón —si entraba— e incluso la cocina, seguramente por los días lluviosos que habían pasado.
—¡Ponte cómoda, Kimi-san! —exclamó la mujer mientras dejaba la bandeja en una mesita, justo al lado de dos sofás color oscuro. Aquello era el salón, un espacio pequeño con dos pequeños sofás, una mesa de corta estatura de madera y un par de ventanas —Gracias por acudir a ayudarme, eres un cielo —se sinceró la mujer —. ¿Tienes alguna pregunta acerca del trabajo en cuestión?
La mujer sonrió ante la pregunta de la joven. Era la primera vez en mucho tiempo que no recibía visita —aunque sabía que esto no era una visita como tal pues Kimi había acudido a su casa para trabajar, no para charlar —, le gustaba conocer gente nueva, y aquella joven ya comenzaba a caerle bien.
—Perfecto, en un momento te lo llevo joven, ve a sentarte en el salón, yo iré pronto con ambos tés —alegó todavía desde la cocina pues desconocía el paradero de la kunoichi.
Ésta, por lo visto, ya se había puesto manos a la obra observando con detenimiento el techo. No encontraría boquetes pues parecía un techo cerrado, sin embargo había un montón de manchas, de aquí a allá; cubriendo el pasillo, el salón —si entraba— e incluso la cocina, seguramente por los días lluviosos que habían pasado.
—¡Ponte cómoda, Kimi-san! —exclamó la mujer mientras dejaba la bandeja en una mesita, justo al lado de dos sofás color oscuro. Aquello era el salón, un espacio pequeño con dos pequeños sofás, una mesa de corta estatura de madera y un par de ventanas —Gracias por acudir a ayudarme, eres un cielo —se sinceró la mujer —. ¿Tienes alguna pregunta acerca del trabajo en cuestión?