15/10/2017, 14:00
— Esta bien. Puede que tarde, pero algún día, cuando tenga los medios... —Eri sonrió ante aquello, algún día seguramente lograría tener un arma así, estaba segura.
Después de que el guardia la mandase callar, ambos continuaron su trayectoria ya que Juro había sugerido ir a la sala de la derecha, así que se dirigieron hacia allí no sin antes poder contemplar un arma totalmente oscura, y lo que Eri se imaginó al verla fue a un gran caballero de oscura y negruzca armadura, cubierto de sangre y con la espada en su mano dominante, ganando una batalla que seguramente llevó días, no días; meses acabar.
Pero la joven pelirroja optó por no decir nada, aquella sí que le daba escalofríos. Ella no quería sangre, quería arte.
Tras pasar el pasillo que Juro había señalado, ambos entraron en una estancia mucho más pequeña que la anterior, y solo con una vitrina que rodeaba el cuarto. Esta se caracterizaba por guardar más de diez armaduras totalmente diferentes. En el centro se encontraba una gran vitrina con lo que parecía un pergamino antiguo, con letras grabadas en él y un extraño dibujo de un caballero sobre un caballo. Sin embargo era tal su desgaste que no llegaron más que a leer Ryujin.
—Mira, Juro-san —murmuró la joven, señalando una armadura de color azul claro, brillante; compuesta por un casco antiguo, un peto con algún rasguño y placas que se suponía cubrían las piernas de quien la portaba —Hace juego con la espada azul que acabamos de ver.
Después de que el guardia la mandase callar, ambos continuaron su trayectoria ya que Juro había sugerido ir a la sala de la derecha, así que se dirigieron hacia allí no sin antes poder contemplar un arma totalmente oscura, y lo que Eri se imaginó al verla fue a un gran caballero de oscura y negruzca armadura, cubierto de sangre y con la espada en su mano dominante, ganando una batalla que seguramente llevó días, no días; meses acabar.
Pero la joven pelirroja optó por no decir nada, aquella sí que le daba escalofríos. Ella no quería sangre, quería arte.
Tras pasar el pasillo que Juro había señalado, ambos entraron en una estancia mucho más pequeña que la anterior, y solo con una vitrina que rodeaba el cuarto. Esta se caracterizaba por guardar más de diez armaduras totalmente diferentes. En el centro se encontraba una gran vitrina con lo que parecía un pergamino antiguo, con letras grabadas en él y un extraño dibujo de un caballero sobre un caballo. Sin embargo era tal su desgaste que no llegaron más que a leer Ryujin.
—Mira, Juro-san —murmuró la joven, señalando una armadura de color azul claro, brillante; compuesta por un casco antiguo, un peto con algún rasguño y placas que se suponía cubrían las piernas de quien la portaba —Hace juego con la espada azul que acabamos de ver.