15/10/2017, 14:03
—Hala, que guay, tienes un hermano —alegó Eri, y Ayame no pudo evitar echarse a reír.
—Lo has dicho como si fuera algo extraordinario —se explicó, agitando una mano en el aire, restándole importancia al asunto.
—Pues yo también vine por el concurso de música que anuncian por todas partes... —añadió Eri—. Es más, vine... Bueno, para apuntarme.
—¡¿Sí?! ¿¡Eres una de las participantes?! —exclamó Ayame, emocionada ante la perspectiva de encontrarse ante nada más y nada menos que una artista.
La pelirroja sacó de su espalda un pequeño objeto cilíndrico y alargado, y Ayame ahogó una exclamación al ver el instrumento más de cerca: una preciosa flaura de madera oscura, con algunos motivos de flores de cerezo que resaltaban sobre esta con su apacible color rosado.
—Pero... He visto que necesito una voz... Así que... —suspiró, resignada—. Tendré que desistir por este año...
—Ay, no fastidies... —mumuró Ayame hundiendo los hombros. La flauta era un instrumento maravilloso pero, como cualquier instrumento de viento, con el que no podías combinar tu propia voz como sí ocurría con los instrumentos de percusión o cuerda—. ¿No has conseguido encontrar a nadie que quisiera cantar contigo? ¡Debe de haber montones de cantantes que no tengan instrumento! —alegó agitando los brazos, en un intento de animarla.
—Lo has dicho como si fuera algo extraordinario —se explicó, agitando una mano en el aire, restándole importancia al asunto.
—Pues yo también vine por el concurso de música que anuncian por todas partes... —añadió Eri—. Es más, vine... Bueno, para apuntarme.
—¡¿Sí?! ¿¡Eres una de las participantes?! —exclamó Ayame, emocionada ante la perspectiva de encontrarse ante nada más y nada menos que una artista.
La pelirroja sacó de su espalda un pequeño objeto cilíndrico y alargado, y Ayame ahogó una exclamación al ver el instrumento más de cerca: una preciosa flaura de madera oscura, con algunos motivos de flores de cerezo que resaltaban sobre esta con su apacible color rosado.
—Pero... He visto que necesito una voz... Así que... —suspiró, resignada—. Tendré que desistir por este año...
—Ay, no fastidies... —mumuró Ayame hundiendo los hombros. La flauta era un instrumento maravilloso pero, como cualquier instrumento de viento, con el que no podías combinar tu propia voz como sí ocurría con los instrumentos de percusión o cuerda—. ¿No has conseguido encontrar a nadie que quisiera cantar contigo? ¡Debe de haber montones de cantantes que no tengan instrumento! —alegó agitando los brazos, en un intento de animarla.