17/10/2017, 00:12
—¿Perdona?¡Este bicho me ha robado el trozo de pizza! ¡Y no hace más que perseguirme haciéndome la vida imposible!
— ¡Él se llevó mi tesoro, unas piedras azules para mi chica!
Tanto el chico como el Cuervo lanzaron sus acusaciones como shuriken, al viento, intentando alcanzarse el uno al otro, como si se tratara de una pelea a vida o muerte. Claro que, en este caso, ninguno de los dos comprendía las palabras del otro, así que por muy afiladas que estuvieran las hojas de esos shuriken, de poco servían.
—¡Ayyyy que moooonooooooooo, quería regalarle joyas a su chica!
El cuervo que tenía en el hombro empezó a hablar. De todos los cuervos jóvenes que había en el bosque de los cuervos, Kiara era la que mejor sabía hablar el idioma de los humanos. De hecho lo utilizaba con más frecuencia que el suyo propio, y esta era una de esas ocasiones que no desaprovechaba para hablar.
—Yoru podría ser así de vez en cuando, un poco detallista, siempre me tira los trastos, pero nunca me trae joyas.
Por supuesto, y aunque estuviera hablando como un humano, el chico que estaba allí no iba a enterarse de la mitad de la historia de la que hablaba la cuervo.
—Pero si siempre lo rechazas ¿Qué cambiarían unas joyas?
—Nada, seguiría rechazándole, pero me sentarían divinamente, soy la más hermosa de todos los cuervos, y unas joyitas brillantes y preciosas solo resaltarían más lo evidente.
A veces pensaba que algún dios aburrido había decidido lanzarme una maldición. Uno de los cuervos adicto a las telenovelas y la otra, una diva de las mismas ¿Acaso en otra vida había asesinado a algún pájaro negro? ¿Acaso en mi otra vida había ofendido a algún dios?
Ignorándola, decidí explicarle la situación al chico.
—A ver, el cuervo dice que le has robado unas piedras azules, un regalo para su "Chica" ¿Como te declaras?
—Aunque bueno, a mi azules no me gustan mucho, si me regalaran piedras brillantes las preferiría rojas o verdes, no sé, no me decido, aunque seguro que las azules también me sentarían bien…
Lo mejor que podía hacer en aquel momento, era dejarla divagar como la loca que parecía.
— ¡Él se llevó mi tesoro, unas piedras azules para mi chica!
Tanto el chico como el Cuervo lanzaron sus acusaciones como shuriken, al viento, intentando alcanzarse el uno al otro, como si se tratara de una pelea a vida o muerte. Claro que, en este caso, ninguno de los dos comprendía las palabras del otro, así que por muy afiladas que estuvieran las hojas de esos shuriken, de poco servían.
—¡Ayyyy que moooonooooooooo, quería regalarle joyas a su chica!
El cuervo que tenía en el hombro empezó a hablar. De todos los cuervos jóvenes que había en el bosque de los cuervos, Kiara era la que mejor sabía hablar el idioma de los humanos. De hecho lo utilizaba con más frecuencia que el suyo propio, y esta era una de esas ocasiones que no desaprovechaba para hablar.
—Yoru podría ser así de vez en cuando, un poco detallista, siempre me tira los trastos, pero nunca me trae joyas.
Por supuesto, y aunque estuviera hablando como un humano, el chico que estaba allí no iba a enterarse de la mitad de la historia de la que hablaba la cuervo.
—Pero si siempre lo rechazas ¿Qué cambiarían unas joyas?
—Nada, seguiría rechazándole, pero me sentarían divinamente, soy la más hermosa de todos los cuervos, y unas joyitas brillantes y preciosas solo resaltarían más lo evidente.
A veces pensaba que algún dios aburrido había decidido lanzarme una maldición. Uno de los cuervos adicto a las telenovelas y la otra, una diva de las mismas ¿Acaso en otra vida había asesinado a algún pájaro negro? ¿Acaso en mi otra vida había ofendido a algún dios?
Ignorándola, decidí explicarle la situación al chico.
—A ver, el cuervo dice que le has robado unas piedras azules, un regalo para su "Chica" ¿Como te declaras?
—Aunque bueno, a mi azules no me gustan mucho, si me regalaran piedras brillantes las preferiría rojas o verdes, no sé, no me decido, aunque seguro que las azules también me sentarían bien…
Lo mejor que podía hacer en aquel momento, era dejarla divagar como la loca que parecía.