17/10/2017, 10:30
— Míralos, jugando a ser mayores. Que ricura. Ya crecerán y entonces...
El ceño fruncido ya no fue lo que estaba por destrozar la rosada cara de Eri, sino la vena de la sien que amenazaba con explotar de un momento a otro. ¿Es que no se podían callar ni un minuto? ¡Por Shiona-sama que en paz descanse, qué clase de gente tenía que encontrarse!
«Tengo... Que... Controlarme...»
Era una kunoichi hecha y derecha, y aunque tuviese catorce años ya era mayorcita para poder defenderse ella sola y poder, no sabía... ¿Romperle la bonita cara a esa mujer? No, había que ser tranquila, después de todo su trabajo era ayudar a la gente... Aunque se estaría ayudando a ella misma si lo hacía... No, mejor no.
Cuando Juro sacó de los pensamientos a la kunoichi alegando que continuasen, ella no dejó de andar hasta que por fin llegaron a la habitación que buscaban: era una amplia sala con numerosas armas, esta vez más variadas que las antiguas. Iban desde katanas de todo tipo de tamaños hasta armas arrojadizas. Por una de las puertas se podían ver indumentarias más modernas, pero eso lo verían más adelante.
Se soltó del chico y corrió para ver un shuriken de seis puntas, maravillada, aunque la cara de asco no se le iba a ir pronto porque el mal sabor de boca que había dejado la mujer en ella era bastante fuerte.
El ceño fruncido ya no fue lo que estaba por destrozar la rosada cara de Eri, sino la vena de la sien que amenazaba con explotar de un momento a otro. ¿Es que no se podían callar ni un minuto? ¡Por Shiona-sama que en paz descanse, qué clase de gente tenía que encontrarse!
«Tengo... Que... Controlarme...»
Era una kunoichi hecha y derecha, y aunque tuviese catorce años ya era mayorcita para poder defenderse ella sola y poder, no sabía... ¿Romperle la bonita cara a esa mujer? No, había que ser tranquila, después de todo su trabajo era ayudar a la gente... Aunque se estaría ayudando a ella misma si lo hacía... No, mejor no.
Cuando Juro sacó de los pensamientos a la kunoichi alegando que continuasen, ella no dejó de andar hasta que por fin llegaron a la habitación que buscaban: era una amplia sala con numerosas armas, esta vez más variadas que las antiguas. Iban desde katanas de todo tipo de tamaños hasta armas arrojadizas. Por una de las puertas se podían ver indumentarias más modernas, pero eso lo verían más adelante.
Se soltó del chico y corrió para ver un shuriken de seis puntas, maravillada, aunque la cara de asco no se le iba a ir pronto porque el mal sabor de boca que había dejado la mujer en ella era bastante fuerte.