Ante la respuesta proporcionada por la chica, el intrépido no quedó conforme. Replicó con una afirmación a la pregunta de la chica, confirmando su nombre. Y cuando ésta soltó que quizás la había confundido con otra persona que bastantes respuestas llegaron, con forma de sarcasmo puro y duro. El chico parecía conocer datos que ésta no solía desvelar con demasiada facilidad —su inmortalidad— y no solo eso, si no que parecía saber que la pelirroja no envejecía además. Que recordase, no desvelaba esa información a cualquier persona. El chico hizo hincapié en que habían vivido juntos bastante, pero se quedó pescando a mitad de lo que tenía entre palabras.
La mueca de la chica se hizo mas que evidente. No estaba extrañada o intrigada, si no lo siguiente. No tenía ni idea de por dónde empezar, o qué decir. Bien podía hacerse la loca y huir, o incluso golpearle la entrepierna para acudir a hacer lo anterior —obteniendo un buen tiempo extra— y salir de escena. Pero no, no lo hizo.
«¿Quién cojones es éste tipo, y porqué sabe que soy inmortal?»
Tras volver en si mismo, y deshaciendo su fruncido ceño, el chico no titubeó en preguntar. El muy jodido sabía hasta sobre las faltas de memoria de la kunoichi, algo que hizo que hasta retrocediese ésta un paso. La chica no comprendía la situación demasiado, se le estaba escapando un poco de las manos.
—O-oye... ¿cómo diablos sabes todo eso?
De pronto, la luz se apagó por unas décimas de segundo, un tiempo que para la chica pareció mas que una eternidad.
Una sombra negra como la misma noche resaltó sobre toda idea o pensamiento, inundando la mente de la chica y abarcando todo su ser. Un ojo verde y otro azul en un rostro que se le hacía familiar y a la misma vez desconocido. Una sonrisa tétrica capaz de hacer temblar al mas valiente de los samurais. Un pelo blanco como la misma nieve. Unas ropas de color azabache. Su mente realizó con sumo detalle un claro reflejo de como debiere ser su figura, aunque alguno retallos de su imagen quedaban un poco en el vacío que bien acababa de producirse.
—Todos los humanos son iguales, son una plaga. Tu sin embargo... eres especial.
Un flash que tan rápido e intenso como vino, se fue. La chica quedó en blanco por un instante, tanto fue así que hasta las botellas que fuertemente aferraba cual botín de guerra cayeron al suelo. Éstas reventaron en mil pedazos, y el mismo ruido sacó los valores mas primarios de la chica, la autodefensa.
Cual rayo que cae sobre una vara metálica en mitad de un vasto prado, la kunoichi estiró el brazo en dirección a su peligro mas cercano —Datsue— en un gesto que bien podría considerarse de esgrima, sin un arma. Al menos así fue el inicio del gesto, pues conforme avanzó, varias hojas de papel se engarzaron en una rápida reconstrucción de un estoque. Un estoque que sin dilación estaría apuntando hacia el cuello del llamado intrépido. Su ceño se hallaba fruncido, y aunque en un principio no había signo de duda, conforme pasaran los segundos, ésa mueca iría desapareciendo. Su mirada buscaría incluso las botellas, su preciado tesoro.
¿Qué diablos estaba pasando?
«¡Puta mierda de memoria...!» Maldijo de nuevo.
La mueca de la chica se hizo mas que evidente. No estaba extrañada o intrigada, si no lo siguiente. No tenía ni idea de por dónde empezar, o qué decir. Bien podía hacerse la loca y huir, o incluso golpearle la entrepierna para acudir a hacer lo anterior —obteniendo un buen tiempo extra— y salir de escena. Pero no, no lo hizo.
«¿Quién cojones es éste tipo, y porqué sabe que soy inmortal?»
Tras volver en si mismo, y deshaciendo su fruncido ceño, el chico no titubeó en preguntar. El muy jodido sabía hasta sobre las faltas de memoria de la kunoichi, algo que hizo que hasta retrocediese ésta un paso. La chica no comprendía la situación demasiado, se le estaba escapando un poco de las manos.
—O-oye... ¿cómo diablos sabes todo eso?
De pronto, la luz se apagó por unas décimas de segundo, un tiempo que para la chica pareció mas que una eternidad.
Una sombra negra como la misma noche resaltó sobre toda idea o pensamiento, inundando la mente de la chica y abarcando todo su ser. Un ojo verde y otro azul en un rostro que se le hacía familiar y a la misma vez desconocido. Una sonrisa tétrica capaz de hacer temblar al mas valiente de los samurais. Un pelo blanco como la misma nieve. Unas ropas de color azabache. Su mente realizó con sumo detalle un claro reflejo de como debiere ser su figura, aunque alguno retallos de su imagen quedaban un poco en el vacío que bien acababa de producirse.
—Todos los humanos son iguales, son una plaga. Tu sin embargo... eres especial.
Un flash que tan rápido e intenso como vino, se fue. La chica quedó en blanco por un instante, tanto fue así que hasta las botellas que fuertemente aferraba cual botín de guerra cayeron al suelo. Éstas reventaron en mil pedazos, y el mismo ruido sacó los valores mas primarios de la chica, la autodefensa.
Cual rayo que cae sobre una vara metálica en mitad de un vasto prado, la kunoichi estiró el brazo en dirección a su peligro mas cercano —Datsue— en un gesto que bien podría considerarse de esgrima, sin un arma. Al menos así fue el inicio del gesto, pues conforme avanzó, varias hojas de papel se engarzaron en una rápida reconstrucción de un estoque. Un estoque que sin dilación estaría apuntando hacia el cuello del llamado intrépido. Su ceño se hallaba fruncido, y aunque en un principio no había signo de duda, conforme pasaran los segundos, ésa mueca iría desapareciendo. Su mirada buscaría incluso las botellas, su preciado tesoro.
¿Qué diablos estaba pasando?
«¡Puta mierda de memoria...!» Maldijo de nuevo.