26/10/2017, 20:03
Riko pasó tranquilamente en busca de una mesa como le habían dicho, viendo salir a una pequeña figura perfectamente rapada que lo ignoró brutalmente para dirigirse directamente a la puerta. Se trataba de una enorme mesa de madera cubierta con una fina tela para que los cubiertos no estuviesen en contacto directo con la mesa. Sin embargo, solo una mitad de la mesa tenía platos y cubiertos, y Riko no era tan tonto como para sentarse donde no hubiera un plato y cubiertos.
Justo en el instante en que el peliblanco se sintiese algo tonto ahí solo sentado en una mesa perfectamente preparada aparecería una mujer un poco más baja que él pero notoriamente más corpulenta con una sonrisa bonachona en sus labios y unos pelos de estropajo que a cualquier le planteaban si fregaría mejor usando su cabello.
— Usted debe de ser el guarda.
Dijo con un tono maternal mientras se acercaba y le ponía las manos en los hombros. Apretandole con ansia, como si quisiera hundirlo en la silla, por suerte, Riko ahora era mucho más fuerte físicamente que antes. Así que se mantuvo en el sitio hasta que segundos despues la mujer se separó y se marchó a seguir preparando la mesa y la cena.
— Qué fuertote estás. Ahora te pongo algo de comer antes de que esto se llene, que tienes que tener hambre.
Y desapareció por donde había venido, que sería la cocina. Al lado de la puerta por la que se fue había unas escaleras y otra puerta. Las escaleras subían y la puerta estaba cerrada. El comedor era una estancia amplia con la mesa en todo el medio, estaba solo entrar en la casa despues de un pequeño pasillo recibidor.
Por su parte, Koko había decidido tomarse un descanso antes de entrar, sentandose en la puerta de la casa. No había mucho que ver por fuera de la casa, al ser una de las primeras de Los Herreros, así que su mirada se iría al carromato al que se dirigían los dos hombres.
No tardaría en aparecer un pequeño niño rapado que se dirigiría directamente a los establos, no hizo ni caso a la kunoichi, aunque a lo mejor ni la había visto. En cualquier caso, la escena seguía siendo lo único interesante. El niño se metió ipsofacto desapareciendo de la escena y su cliente se fue a la parte trasera de su carromato con el hombre que los había acogido. Despues de unos segundos trasteando le enseño el interior de una pequeña vasija y se la pasó.
Despues metieron el carro dentro del establo y desaparecieron definitivamente de la vista de Koko, que no pudo ver casi ningún detalle de lo que acababa de presenciar.
Justo en el instante en que el peliblanco se sintiese algo tonto ahí solo sentado en una mesa perfectamente preparada aparecería una mujer un poco más baja que él pero notoriamente más corpulenta con una sonrisa bonachona en sus labios y unos pelos de estropajo que a cualquier le planteaban si fregaría mejor usando su cabello.
— Usted debe de ser el guarda.
Dijo con un tono maternal mientras se acercaba y le ponía las manos en los hombros. Apretandole con ansia, como si quisiera hundirlo en la silla, por suerte, Riko ahora era mucho más fuerte físicamente que antes. Así que se mantuvo en el sitio hasta que segundos despues la mujer se separó y se marchó a seguir preparando la mesa y la cena.
— Qué fuertote estás. Ahora te pongo algo de comer antes de que esto se llene, que tienes que tener hambre.
Y desapareció por donde había venido, que sería la cocina. Al lado de la puerta por la que se fue había unas escaleras y otra puerta. Las escaleras subían y la puerta estaba cerrada. El comedor era una estancia amplia con la mesa en todo el medio, estaba solo entrar en la casa despues de un pequeño pasillo recibidor.
Por su parte, Koko había decidido tomarse un descanso antes de entrar, sentandose en la puerta de la casa. No había mucho que ver por fuera de la casa, al ser una de las primeras de Los Herreros, así que su mirada se iría al carromato al que se dirigían los dos hombres.
No tardaría en aparecer un pequeño niño rapado que se dirigiría directamente a los establos, no hizo ni caso a la kunoichi, aunque a lo mejor ni la había visto. En cualquier caso, la escena seguía siendo lo único interesante. El niño se metió ipsofacto desapareciendo de la escena y su cliente se fue a la parte trasera de su carromato con el hombre que los había acogido. Despues de unos segundos trasteando le enseño el interior de una pequeña vasija y se la pasó.
Despues metieron el carro dentro del establo y desaparecieron definitivamente de la vista de Koko, que no pudo ver casi ningún detalle de lo que acababa de presenciar.