30/10/2017, 13:07
(Última modificación: 30/10/2017, 13:20 por Aotsuki Ayame.)
—Bueno, yo con mi kasa y mi capa puedo ir a todas partes. ¿Has considerado salir con paraguas o con uno igual? —rio—. Ya se nos ocurrirá. Y si no, nos refugiamos bajo cualquier techo o algo.
Pero Ayame alzó la cabeza con altanería burlona.
—Yo soy el agua, Daruu-kun. ¿Por qué me iba a molestar un poquito de lluvia?
—No os entretengáis tanto, tampoco —les advirtió Kiroe—. En una hora estarán listos. Y estará preparado el carro.
«¿Carro?» Pensó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza.
Pero enseguida lo comprendió cuando Daruu maldijo en voz baja y palideció. Al fondo de la cocina, en un rincón oscuro, un carrito blanco con una lona para evitar la lluvia aguardaba a que alguien lo usara de nuevo.
Presumiblemente, los esperaba a ellos.
—¿En serio nos va a poner a vender bollitos por la calle? —farfullaba un irritado Daruu, al tiempo que pateaba una piedra del camino—. No puede ser... Qué humillación...
Ayame, que hasta el momento había estado tarareando una antigua canción sobre un carro robado en mitad de la noche, sonrió nerviosa por debajo de la capucha. Por mucho que protestara, Daruu había insistido hasta el final en que se pusiera su capa para protegerse de la lluvia, mientras él se resguardaba con su kasa. Después, agarrados de la mano, habían echado a andar hasta un parque cercano a la pastelería. No podían alejarse mucho si no querían terminar llegando tarde.
—Bueno, piénsalo de este modo: podría ser mucho peor. Imagínate que Kiroe-san nos hiciera disfrazarnos para vender los bollitos. ¡Eso sí que sería humillante!
Soltó una larga carcajada, al imaginar la escena.
Pero Ayame alzó la cabeza con altanería burlona.
—Yo soy el agua, Daruu-kun. ¿Por qué me iba a molestar un poquito de lluvia?
—No os entretengáis tanto, tampoco —les advirtió Kiroe—. En una hora estarán listos. Y estará preparado el carro.
«¿Carro?» Pensó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza.
Pero enseguida lo comprendió cuando Daruu maldijo en voz baja y palideció. Al fondo de la cocina, en un rincón oscuro, un carrito blanco con una lona para evitar la lluvia aguardaba a que alguien lo usara de nuevo.
Presumiblemente, los esperaba a ellos.
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—¿En serio nos va a poner a vender bollitos por la calle? —farfullaba un irritado Daruu, al tiempo que pateaba una piedra del camino—. No puede ser... Qué humillación...
Ayame, que hasta el momento había estado tarareando una antigua canción sobre un carro robado en mitad de la noche, sonrió nerviosa por debajo de la capucha. Por mucho que protestara, Daruu había insistido hasta el final en que se pusiera su capa para protegerse de la lluvia, mientras él se resguardaba con su kasa. Después, agarrados de la mano, habían echado a andar hasta un parque cercano a la pastelería. No podían alejarse mucho si no querían terminar llegando tarde.
—Bueno, piénsalo de este modo: podría ser mucho peor. Imagínate que Kiroe-san nos hiciera disfrazarnos para vender los bollitos. ¡Eso sí que sería humillante!
Soltó una larga carcajada, al imaginar la escena.