31/10/2017, 11:34
Por si fuera poco, encima Ayame tarareaba aquella estúpida balada de Hōki Manoromaru, "Me fue robado". A cada rato, Daruu chasqueaba la lengua, molesto. ¿Por qué no se callaba ya? ¡No tenía ninguna gracia!
A su comentario, Ayame se atrevió a hacer un poco de ficción y dijo que podría ser peor. Por ejemplo, su madre podría haberles hecho ir disfrazados para vender los bollitos.
Daruu miró hacia arriba y luego Ayame, a la que le sostuvo una larga e implorante mirada.
—Bien. Uno de vosotros, detrás del carrito, se dedicará a servir y a vender los bollitos. El otro se vestirá con este traje...
—¡Noooooooooooooooooooooo...
—...y zarandeará esta campana, ¡llamando la atención de los clientes!
—...oooooooooooooooooooooo!
Kiroe les tendió un disfraz. Era hinchable, y estaba pintado de un marrón anaranjado, como los bollitos de calabaza. Tenía un diminuto hueco para la cara y espacios para sacar la cabeza y las piernas.
—¡Pero mamá...!
—No, no, no. No soy tu madre —dijo Kiroe, con una risilla—. Soy el cliente de la misión. Y esto es lo que tienes que hacer. Y ahora, si me disculpáis, tengo clientela que atender. Jijijí.
—Jijí tu p... —musitó Daruu cuando Kiroe se alejó. Acto seguido, se giró hacia Ayame y le puso el traje en la mano—. Te vistes tú.
Clavó sus ojos blancos con los carrillos hinchados en la muchacha.
A su comentario, Ayame se atrevió a hacer un poco de ficción y dijo que podría ser peor. Por ejemplo, su madre podría haberles hecho ir disfrazados para vender los bollitos.
Daruu miró hacia arriba y luego Ayame, a la que le sostuvo una larga e implorante mirada.
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—Bien. Uno de vosotros, detrás del carrito, se dedicará a servir y a vender los bollitos. El otro se vestirá con este traje...
—¡Noooooooooooooooooooooo...
—...y zarandeará esta campana, ¡llamando la atención de los clientes!
—...oooooooooooooooooooooo!
Kiroe les tendió un disfraz. Era hinchable, y estaba pintado de un marrón anaranjado, como los bollitos de calabaza. Tenía un diminuto hueco para la cara y espacios para sacar la cabeza y las piernas.
—¡Pero mamá...!
—No, no, no. No soy tu madre —dijo Kiroe, con una risilla—. Soy el cliente de la misión. Y esto es lo que tienes que hacer. Y ahora, si me disculpáis, tengo clientela que atender. Jijijí.
—Jijí tu p... —musitó Daruu cuando Kiroe se alejó. Acto seguido, se giró hacia Ayame y le puso el traje en la mano—. Te vistes tú.
Clavó sus ojos blancos con los carrillos hinchados en la muchacha.