5/11/2017, 18:29
Finalmente, Kōri accedió a probar los nuevos bollitos. Mientras el Hielo se acercaba al carrito, Daruu se retiró, triunfal, cerrando los puños y flexionando los brazos. Esta pequeña victoria no iba a hacer que estuviera menos avergonzado por vestir un traje tan ridículo, «pero algo es algo», pensó.
Ayame sirvió los bollos y Kōri cogió la bolsa. La muchacha le dijo que le guardase alguno, pero Kōri se limito a mirarla con rencor y, segundos después, despedirse con la frialdad característica.
—Si quieres probar uno, págalo y cómetelo tú misma —dijo Daruu, entre risas—. Ya sabes cómo es Kōri-sensei con los bollitos. Cuando vuelvas, no va a haber para ti.
Poco a poco, más curiosos se acercaban al carrito. Daruu se empeñó a fondo en su papel, rojo como un tomate, de vergüenza y de ira, pero sintiendo que no tenía más remedio. Al cabo de una hora, cuando ya habían acabado con varias de las bandejas, apareció... Kōri.
—Pero, ¿otra vez, sensei?
—No estoy muy convencido de que estos bollitos me gusten más que los normales —analizó—. Por eso necesito... comprobarlo. Otra vez. Sólo unos pocos más.
Ayame sirvió los bollos y Kōri cogió la bolsa. La muchacha le dijo que le guardase alguno, pero Kōri se limito a mirarla con rencor y, segundos después, despedirse con la frialdad característica.
—Si quieres probar uno, págalo y cómetelo tú misma —dijo Daruu, entre risas—. Ya sabes cómo es Kōri-sensei con los bollitos. Cuando vuelvas, no va a haber para ti.
Poco a poco, más curiosos se acercaban al carrito. Daruu se empeñó a fondo en su papel, rojo como un tomate, de vergüenza y de ira, pero sintiendo que no tenía más remedio. Al cabo de una hora, cuando ya habían acabado con varias de las bandejas, apareció... Kōri.
—Pero, ¿otra vez, sensei?
—No estoy muy convencido de que estos bollitos me gusten más que los normales —analizó—. Por eso necesito... comprobarlo. Otra vez. Sólo unos pocos más.