6/11/2017, 23:23
Lo más sospechoso de toda aquella situación era que todos ellos parecían conocerse, pero yo conocía a ninguno de ellos. Si hubiera escuchado su nombre aunque fuera una sola vez, lo sabría. Mi teoría se volvía a reafirmar. No podía fiarme de ellos.
—¿Pero estás loco? ¿Cómo te vas a enfrentar a ellos? —le preguntó en un susurro, tratando de no levantar demasiado la voz. Y entonces alzó una mano con tres dedos levantados—. Créeme, a mí tampoco me atrae para nada la idea de meterme en esa casa pero: Uno, se acercan varias personas hacia nosotros. Dos, he oído el sonido de espadas desenvainándose, por lo que deben estar armados. Y tres, nosotros ni estamos armados ni podemos realizar técnicas. O... al menos... yo no puedo... —hundió los hombros, y dirigió una breve mirada de soslayo hacia Riko y Juro, buscando algún tipo de confirmación sobre su teoría o apoyo.
Sus absurdos argumentos se estamparon contra mí como la dura y fría roca. Porque, uno: si nosotros podíamos entrar en la casa, aquellos que venían a los lejos también podrían entrar. Dos: Aunque tapáramos la puerta con muebles o lo que encontráramos, tenían espadas, y dado el estado de la casa, no sería muy difícil cortar la madera mugrienta. Y tres: Esa gente que venía por ahí podrían ser los dueños de la casa, y colorarlos probamente solo los enfureciera mucho más.
—Estoy con Ayame. Son muchos y armados. ¿Cómo vamos si quiera a oponer resistencia? Nos masacrarían. Tenemos que escapar, y la única salida es ese tétrico lugar…Tenemos que darnos prisa. Antes de que lleguen.
— ¡Vamos joder! No perdamos más tiempo, estando aquí parados solo dejamos que se nos acerquen más, y para mi el sonido de una katana no me quiere decir que son amigos, ¡vamos!
Lo que más me sorprendía es que ninguno de ellos fuera capaz de discernir que si nosotros podíamos entrar, ellos también podrían. Ni uno solo de ellos ¿Cómo era posible que nadie fuera capaz de razonar algo tan simple? Pero en fin, se conocían entre ellos, y querían que entráramos en la mansión. No los conocía de nada, así que no me quedaba más remedio que seguirles el juego y dejarlos morir en su estupidez. Ya me las apañaría yo para sobrevivir. Tal vez pudiera usarlos de carnada para huir…
—Está bien, os sigo, al fin y al cabo, no puedo pelear solo, supongo que no a todo el mundo le enseñan a luchar desarmado en la academia. —Dije “os sigo” por una simple razón: No pensaba darle mi espalda a ninguno de ellos.
Entonces otra de esas amargas risas resonó en el aire. Ahora si tenía más ganas de seguirlos. Aquella risa se clavó en mi cuerpo como el frio acero de una Katana. Empezaron a temblarme las piernas en contra de mi voluntad. Luego, el ruido de la katana atravesando la carne se apodero del ambiente, y finalmente, un grito de dolor desagarrador.
—Ahora os sigo aún más, os doy toda la razón, tenemos que huir pero ya, teníais toda la maldita razón, vamonos.
Las pisadas se acercaban, los brazos y las piernas me temblaban. El miedo se había apoderado de mí, y aunque por dentro me chillaba a mí mismo que tenía que mantener la calma, mi cuerpo no atendía a razones. No pude evitar seguirlos al interior de la casa presa del miedo que ahora dominaba mi cuerpo y gran parte de mi mente. Yo quería vivir. Quedaban muchas cosas por hacer en la vida. Y si ninguno de ellos arrancaba la marcha, lo haría yo mismo. Aunque me jugara la espalda correría en dirección a la mansión.
Y si tenía que sacrificar a alguno de aquellos desconocidos para sobrevivir, no dudaría ni un solo instante.
El miedo es más fuerte que la buena voluntad.
—¿Pero estás loco? ¿Cómo te vas a enfrentar a ellos? —le preguntó en un susurro, tratando de no levantar demasiado la voz. Y entonces alzó una mano con tres dedos levantados—. Créeme, a mí tampoco me atrae para nada la idea de meterme en esa casa pero: Uno, se acercan varias personas hacia nosotros. Dos, he oído el sonido de espadas desenvainándose, por lo que deben estar armados. Y tres, nosotros ni estamos armados ni podemos realizar técnicas. O... al menos... yo no puedo... —hundió los hombros, y dirigió una breve mirada de soslayo hacia Riko y Juro, buscando algún tipo de confirmación sobre su teoría o apoyo.
Sus absurdos argumentos se estamparon contra mí como la dura y fría roca. Porque, uno: si nosotros podíamos entrar en la casa, aquellos que venían a los lejos también podrían entrar. Dos: Aunque tapáramos la puerta con muebles o lo que encontráramos, tenían espadas, y dado el estado de la casa, no sería muy difícil cortar la madera mugrienta. Y tres: Esa gente que venía por ahí podrían ser los dueños de la casa, y colorarlos probamente solo los enfureciera mucho más.
—Estoy con Ayame. Son muchos y armados. ¿Cómo vamos si quiera a oponer resistencia? Nos masacrarían. Tenemos que escapar, y la única salida es ese tétrico lugar…Tenemos que darnos prisa. Antes de que lleguen.
— ¡Vamos joder! No perdamos más tiempo, estando aquí parados solo dejamos que se nos acerquen más, y para mi el sonido de una katana no me quiere decir que son amigos, ¡vamos!
Lo que más me sorprendía es que ninguno de ellos fuera capaz de discernir que si nosotros podíamos entrar, ellos también podrían. Ni uno solo de ellos ¿Cómo era posible que nadie fuera capaz de razonar algo tan simple? Pero en fin, se conocían entre ellos, y querían que entráramos en la mansión. No los conocía de nada, así que no me quedaba más remedio que seguirles el juego y dejarlos morir en su estupidez. Ya me las apañaría yo para sobrevivir. Tal vez pudiera usarlos de carnada para huir…
—Está bien, os sigo, al fin y al cabo, no puedo pelear solo, supongo que no a todo el mundo le enseñan a luchar desarmado en la academia. —Dije “os sigo” por una simple razón: No pensaba darle mi espalda a ninguno de ellos.
Entonces otra de esas amargas risas resonó en el aire. Ahora si tenía más ganas de seguirlos. Aquella risa se clavó en mi cuerpo como el frio acero de una Katana. Empezaron a temblarme las piernas en contra de mi voluntad. Luego, el ruido de la katana atravesando la carne se apodero del ambiente, y finalmente, un grito de dolor desagarrador.
—Ahora os sigo aún más, os doy toda la razón, tenemos que huir pero ya, teníais toda la maldita razón, vamonos.
Las pisadas se acercaban, los brazos y las piernas me temblaban. El miedo se había apoderado de mí, y aunque por dentro me chillaba a mí mismo que tenía que mantener la calma, mi cuerpo no atendía a razones. No pude evitar seguirlos al interior de la casa presa del miedo que ahora dominaba mi cuerpo y gran parte de mi mente. Yo quería vivir. Quedaban muchas cosas por hacer en la vida. Y si ninguno de ellos arrancaba la marcha, lo haría yo mismo. Aunque me jugara la espalda correría en dirección a la mansión.
Y si tenía que sacrificar a alguno de aquellos desconocidos para sobrevivir, no dudaría ni un solo instante.
El miedo es más fuerte que la buena voluntad.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)