7/11/2017, 10:31
(Última modificación: 7/11/2017, 10:31 por Aotsuki Ayame.)
—Yo tampoco. He perdido todas mis habilidades ninja... —Juro confirmó las peores sospechas de Ayame.
De alguna manera, los cuatro que habían aparecido en aquel extraño lugar habían perdido sus habilidades como ninja. Una idea aterradora cruzó su mente, y se miró las manos con gesto impotente y las lágrimas asomando a su único ojo libre. ¿Aquella condición sería temporal? ¿O se vería obligada a abandonar la vía shinobi? Sin embargo, por mucho miedo que le diera, no era momento para pensar en ello. Y el sonido de las carcajadas y los pasos a lo lejos se lo recordó.
Primero debían sobrevivir a aquella noche.
—Estoy con Ayame —continuó Juro—. Son muchos y armados. ¿Cómo vamos si quiera a oponer resistencia? Nos masacrarían. Tenemos que escapar, y la única salida es ese tétrico lugar... Tenemos que darnos prisa. Antes de que lleguen.
—¡Vamos joder! —exclamó un alterado Riko—. No perdamos más tiempo, estando aquí parados solo dejamos que se nos acerquen más, y para mi el sonido de una katana no me quiere decir que son amigos, ¡vamos!
El peliblanco inició la marcha y Ayame asintió en silencio, con el corazón desbocado en la garganta. Se volvió una última vez hacia Jin, la única voz discordante del grupo, buscando ver si de verdad se enfrentaría él solo a los recién llegados.
—Está bien, os sigo, al fin y al cabo, no puedo pelear solo, supongo que no a todo el mundo le enseñan a luchar desarmado en la academia.
«Este chico es un cabezota... ¡Claro que sabemos pelear desarmados, pero qué vamos a hacer frente a un grupo que sí lleva armas? ¡Es un suicidio!»
Sin embargo, una nueva risotada laceró sus tímpanos y caló en sus huesos. El terror subió por sus piernas y, olvidándose de Jin, Ayame giró sobre sus propios talones y echó a correr con todas sus fuerzas. Otro siseo de metal le puso el vello de punta. Después se sintió un golpe. Y a aquel le siguió un chillido desgarrador que le hizo llevarse las manos a los oídos en un vano intento por dejar de escuchar aquel infierno. Un nuevo pensamiento cruzó su mente, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas:
«¿Y si hay más gente como nosotros? ¿Y si...? ¿Y si... los están cazando como simples animales...? ¿Eso es lo que van a hacer con nosotros?»
Si hubiese sido una persona valiente, si hubiese sido una heroína, Ayame habría vuelto sobre sus pasos para encarar a aquella amenaza y salvar a todas aquellas personas. Pero ni era valiente, ni tenía sus armas, ni podía usar sus técnicas para defenderse. Y, ni mucho menos, era una heroína. Hacer eso no sería más que un suicidio seguro.
Por eso siguió corriendo. Y corrió tan rápido como le permitieron sus piernas. Su prioridad ahora mismo era entrar en aquella terrorífica casa, esconderse como un ratón asustado y que los cazadores pasaran su presencia por alto.
De alguna manera, los cuatro que habían aparecido en aquel extraño lugar habían perdido sus habilidades como ninja. Una idea aterradora cruzó su mente, y se miró las manos con gesto impotente y las lágrimas asomando a su único ojo libre. ¿Aquella condición sería temporal? ¿O se vería obligada a abandonar la vía shinobi? Sin embargo, por mucho miedo que le diera, no era momento para pensar en ello. Y el sonido de las carcajadas y los pasos a lo lejos se lo recordó.
Primero debían sobrevivir a aquella noche.
—Estoy con Ayame —continuó Juro—. Son muchos y armados. ¿Cómo vamos si quiera a oponer resistencia? Nos masacrarían. Tenemos que escapar, y la única salida es ese tétrico lugar... Tenemos que darnos prisa. Antes de que lleguen.
—¡Vamos joder! —exclamó un alterado Riko—. No perdamos más tiempo, estando aquí parados solo dejamos que se nos acerquen más, y para mi el sonido de una katana no me quiere decir que son amigos, ¡vamos!
El peliblanco inició la marcha y Ayame asintió en silencio, con el corazón desbocado en la garganta. Se volvió una última vez hacia Jin, la única voz discordante del grupo, buscando ver si de verdad se enfrentaría él solo a los recién llegados.
—Está bien, os sigo, al fin y al cabo, no puedo pelear solo, supongo que no a todo el mundo le enseñan a luchar desarmado en la academia.
«Este chico es un cabezota... ¡Claro que sabemos pelear desarmados, pero qué vamos a hacer frente a un grupo que sí lleva armas? ¡Es un suicidio!»
Sin embargo, una nueva risotada laceró sus tímpanos y caló en sus huesos. El terror subió por sus piernas y, olvidándose de Jin, Ayame giró sobre sus propios talones y echó a correr con todas sus fuerzas. Otro siseo de metal le puso el vello de punta. Después se sintió un golpe. Y a aquel le siguió un chillido desgarrador que le hizo llevarse las manos a los oídos en un vano intento por dejar de escuchar aquel infierno. Un nuevo pensamiento cruzó su mente, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas:
«¿Y si hay más gente como nosotros? ¿Y si...? ¿Y si... los están cazando como simples animales...? ¿Eso es lo que van a hacer con nosotros?»
Si hubiese sido una persona valiente, si hubiese sido una heroína, Ayame habría vuelto sobre sus pasos para encarar a aquella amenaza y salvar a todas aquellas personas. Pero ni era valiente, ni tenía sus armas, ni podía usar sus técnicas para defenderse. Y, ni mucho menos, era una heroína. Hacer eso no sería más que un suicidio seguro.
Por eso siguió corriendo. Y corrió tan rápido como le permitieron sus piernas. Su prioridad ahora mismo era entrar en aquella terrorífica casa, esconderse como un ratón asustado y que los cazadores pasaran su presencia por alto.