9/11/2017, 11:53
Riko fue el primero en llegar a la entrada de la mansión, y, afortunadamente para ellos, la puerta se abrió para recibirlos apenas puso sus manos sobre ella. Los cuatro se abalanzaron al interior del edificio sin ningún tipo de pudor, buscando el resguardo que aquellas cuatro desvencijadas paredes podían ofrecerles.
Aunque Ayame pronto se sorprendería al descubrir que quizás habría preferido quedarse fuera.
Nadie tocó la puerta, pero esta se cerró súbitamente con un violento portazo que hizo eco en toda la estancia. La oscuridad invadió la mansión. Una oscuridad tan densa que se enroscaba como una pitón alrededor del pecho de Ayame, impidiéndole respirar ni ver. Ella jadeó, tratando de recuperar el aliento, pero todo su cuerpo temblaba con violencia y terminó por caer al suelo de rodillas y su ojo cerrado. No debía ver, no quería ver. Si abría el ojo vería algo en aquella penetrante oscuridad que quería absorberla como un agujero negro, y entonces...
En algún lugar sonó una especie de chasquido, parecido al de un pestillo al cerrarse, pero no le importó. En aquellos instantes, incluso había olvidado la existencia de los cazadores que acechaban ahí fuera.
—L... luz... —suplicó, con un hilo de voz ahogada por el terror—. P... por favor... ¿Podéis... encender...?
Aunque Ayame pronto se sorprendería al descubrir que quizás habría preferido quedarse fuera.
Nadie tocó la puerta, pero esta se cerró súbitamente con un violento portazo que hizo eco en toda la estancia. La oscuridad invadió la mansión. Una oscuridad tan densa que se enroscaba como una pitón alrededor del pecho de Ayame, impidiéndole respirar ni ver. Ella jadeó, tratando de recuperar el aliento, pero todo su cuerpo temblaba con violencia y terminó por caer al suelo de rodillas y su ojo cerrado. No debía ver, no quería ver. Si abría el ojo vería algo en aquella penetrante oscuridad que quería absorberla como un agujero negro, y entonces...
En algún lugar sonó una especie de chasquido, parecido al de un pestillo al cerrarse, pero no le importó. En aquellos instantes, incluso había olvidado la existencia de los cazadores que acechaban ahí fuera.
—L... luz... —suplicó, con un hilo de voz ahogada por el terror—. P... por favor... ¿Podéis... encender...?