14/11/2017, 21:51
(Última modificación: 14/11/2017, 21:52 por Amedama Daruu.)
Los muchachos volvieron a la pastelería, cansados tras un duro día de trabajo. Daruu sudaba a espuertas debajo de su disfraz acolchado, y la campana tintineaba triste al compás del movimiento lento y en arco de sus brazos, caídos.
—Qué día más largo... —suspiró Ayame—. ¿Crees que Kōri se habrá terminado todos los bollos?
Daruu sonrió, evitó cruzar la mirada con la muchacha y respondió con sinceridad:
—Sin ninguna duda.
Los muchachos llegaron a la cafetería de la madre de Daruu, ya cerrada. Ayame y Kiroe tuvieron que tirar con fuerza de Daruu para hacerle pasar adentro, porque el traje no cabía por la entrada. Todo esto mientras él mantenía una sobria cara de circunstancias. Menos mal que no había nadie más mirando.
Ya dentro, se despojó con alivio del disfraz de bollito y dedicó unos instantes a colocarse bien la ropa, y sobretodo, el pelo.
Kiroe volvió de dejar el carro en la cocina, y con gesto afable, les revolvió el cabello. Daruu, enfurruñado, se sacudió y volvió a arreglárselo como es debido.
—Bueno, chicos, ¡habéis hecho un gran trabajo! No ha sobrado ni uno —dijo—. Supongo que os habéis ganado una recompensa, ¿eh?
—Qué día más largo... —suspiró Ayame—. ¿Crees que Kōri se habrá terminado todos los bollos?
Daruu sonrió, evitó cruzar la mirada con la muchacha y respondió con sinceridad:
—Sin ninguna duda.
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Los muchachos llegaron a la cafetería de la madre de Daruu, ya cerrada. Ayame y Kiroe tuvieron que tirar con fuerza de Daruu para hacerle pasar adentro, porque el traje no cabía por la entrada. Todo esto mientras él mantenía una sobria cara de circunstancias. Menos mal que no había nadie más mirando.
Ya dentro, se despojó con alivio del disfraz de bollito y dedicó unos instantes a colocarse bien la ropa, y sobretodo, el pelo.
Kiroe volvió de dejar el carro en la cocina, y con gesto afable, les revolvió el cabello. Daruu, enfurruñado, se sacudió y volvió a arreglárselo como es debido.
—Bueno, chicos, ¡habéis hecho un gran trabajo! No ha sobrado ni uno —dijo—. Supongo que os habéis ganado una recompensa, ¿eh?