15/11/2017, 11:44
Daruu no la miró, pero Ayame adivinó una sonrisa en la comisura de sus labios cuando afirmó:
—Sin ninguna duda.
Quién les iba a decir que lo más difícil de la misión no iba a ser cocinar los bollitos, ni siquiera venderlos por las calles, sino intentar hacer pasar a Daruu a través de la puerta de entrada de la cafetería de Kiroe. La pastelera se había negado a desinflar el abultado traje inflable que llevaba su compañero, por lo que, tanto ella como Ayame, se vieron obligadas a afanarse en tirar de los brazos del chico hacia dentro del local. Hicieron falta varios minutos de intensos tirones mientras Daruu aguantaba la compostura con cara de circunstancias. Al final, el chico consiguió entrar con un repentino plop, pero el momento fue tan repentino que Ayame, arrastrada por la inercia, cayó de culo al suelo...
Y estalló como un globo de agua.
—Ay, ay, ay... lo siento... —murmuró Ayame cuando recuperó su forma corporal, mientras se frotaba con gesto dolorido la parte baja de la espalda.
Kiroe dejó el carrito en la cocina y alzó ambas manos hacia ellos. Ayame no pudo evitar encogerse sobre sí misma, y se vio sorprendida cuando la mujer simplemente le revolvió el pelo con una sonrisa afable. Sin embargo, Daruu (que ya se había quitado el traje entre varios refunfuños, no parecía tan contento y se afanaba por volver a peinarse el pelo.
—Bueno, chicos, ¡habéis hecho un gran trabajo! No ha sobrado ni uno —dijo Kiroe—. Supongo que os habéis ganado una recompensa, ¿eh?
Ayame esbozó una alegre sonrisa, con el pecho henchido de orgullo como un pavo real, y comenzó a balancearse sobre sus talones.
—Sí, Kiroe-san. Ahora tenemos que ir con Arashikage-sama para informar de que hemos completado la misión con éxito.
—Sin ninguna duda.
. . .
Quién les iba a decir que lo más difícil de la misión no iba a ser cocinar los bollitos, ni siquiera venderlos por las calles, sino intentar hacer pasar a Daruu a través de la puerta de entrada de la cafetería de Kiroe. La pastelera se había negado a desinflar el abultado traje inflable que llevaba su compañero, por lo que, tanto ella como Ayame, se vieron obligadas a afanarse en tirar de los brazos del chico hacia dentro del local. Hicieron falta varios minutos de intensos tirones mientras Daruu aguantaba la compostura con cara de circunstancias. Al final, el chico consiguió entrar con un repentino plop, pero el momento fue tan repentino que Ayame, arrastrada por la inercia, cayó de culo al suelo...
Y estalló como un globo de agua.
—Ay, ay, ay... lo siento... —murmuró Ayame cuando recuperó su forma corporal, mientras se frotaba con gesto dolorido la parte baja de la espalda.
Kiroe dejó el carrito en la cocina y alzó ambas manos hacia ellos. Ayame no pudo evitar encogerse sobre sí misma, y se vio sorprendida cuando la mujer simplemente le revolvió el pelo con una sonrisa afable. Sin embargo, Daruu (que ya se había quitado el traje entre varios refunfuños, no parecía tan contento y se afanaba por volver a peinarse el pelo.
—Bueno, chicos, ¡habéis hecho un gran trabajo! No ha sobrado ni uno —dijo Kiroe—. Supongo que os habéis ganado una recompensa, ¿eh?
Ayame esbozó una alegre sonrisa, con el pecho henchido de orgullo como un pavo real, y comenzó a balancearse sobre sus talones.
—Sí, Kiroe-san. Ahora tenemos que ir con Arashikage-sama para informar de que hemos completado la misión con éxito.