21/11/2017, 22:00
Por suerte o por desgracia, ninguno de los allí presentes excepto yo mismo pareció prestarme la más mínima atención. Y tampoco es que yo estuviera muy pendiente de lo que me rodeaba o dejaba de rodearme. El interior de mi cabeza era solo una enorme semilla amarillenta que la gente conocía como maíz.
Estaba desesperado, inmóvil y tirado en el suelo agarrándome el estómago. Los demás estaban por ahí gritando a pleno pulmón, pero a mí eso me importaba bastante poco. De pronto, sentí un ligero peso nuevo en mi cuerpo. Presa del ansia, no paré a pensar que yo no había cogido mi portaobjetos, pero allí estaba y encima cargado de maíz.
Como un lobo que lleva meses sin comer y consigue dar caza a un ciervo, empecé a comerme el maíz, crudo, a puñados, con desesperación, con ansía. No paré ni un solo minuto a pensar si quiera que aquello podría ser una trampa, que el maíz podría estar envenenado. Una cosa estaba clara, aquello era maíz, era realmente maíz, pero sobretodo, era el maíz más delicioso que había comido en horas. Aunque tal vez, mi sentido del gusto estaba atrofiado por la desesperación.
No fui consciente de mis actos hasta que, en un instante de cordura, y cuando apenas ya quedaba maíz, mi boca saboreo algo que no era maíz. Y nunca antes había probado el papel, pero era asqueroso, muy asqueroso.
Conseguí sacarlo a tiempo, ya más calmado y con un gesto de asco en mi cara, y conseguí leer lo que ponía:
Se me erizó todo el pelo del cuerpo. No había dejado ni una sola semilla de maíz en el portaobjetos, me había comido hasta el último gramo, sin ser consciente de la situación en la que me encontraba. No, no podía matarme de hambre, pero si podía matarme con veneno, y otra cosa que hubiese en el maíz. Me mire las manos, por si me había salido algún sarpullido en la piel o algo, y entonces, toda la estancia se ilumino y algo o alguien hablaron.
—Cuatro... —murmuró una voz proveniente de todos lados y de ninguno a la vez —. Cuatro partes... Llave...
Y en aquel momento, plof, algo cayó al suelo, como un peso muerto. Guarde la nota en mi portaobjetos de nuevo, nadie tenía por qué saber nada, dado que nadie se había preocupado por mí. Casi mejor, así nadie habría visto la parte más penosa de mí. Y yo no pensaba contárselo.
—¿Q...?
—Ha... Hay... que... ayud... ayudarle...
—E... está vivo... ¡Seguro que está vivo!
Pero... e... esa herida en el pecho... tenemos... tenemos...
Eso fue toda la parte de la conversación que fui capaz de escuchar cuando me acerqué a mis “compañeros. Y no, no pensaba mirar dentro de la habitación, no pensaba mirar ahí después de comer, no quería llenar el suelo con mi vomito. Ni quería ir oliendo mal hasta que saliera de aquel horrible lugar.
No dije nada de mi nota. Preferí mantener eso en secreto. Ya teníamos bastante con lo que parecía ser un herido o un cadáver.
—Deberíamos dejarlo estar. —Dije con mi la habitual mascara de frialdad que había adquirido en aquella situación. —Os recuerdo que hemos entrado aquí huyendo de “algo” o “alguien” que nos pisaba los talones e iba armado, y seguro que la espada que llevaban podría cortar la madera de la puerta de la que no nos hemos alejado.
No estaba siendo muy empático, pero que más daba, no les conocía de nada al fin y al cabo y Ayame ya tenía la luz que necesitaba. También mi comportamiento se debía a que quería ocultar el miedo que tenía, aunque me tiemblan ligeramente las piernas e incluso las manos, como si tuviera principio de Parkinson o alguna enfermedad similar.
—Si acaso, deberíamos registrar el cuerpo, por si lleva alguna “llave” o “parte” como ha dicho la voz, e ir a buscar la cocina, seguimos desarmados. —Y yo me había terminado todo el maíz, y seguramente en un rato, iba a necesitar más. Si es que no moría envenenado.
Estaba desesperado, inmóvil y tirado en el suelo agarrándome el estómago. Los demás estaban por ahí gritando a pleno pulmón, pero a mí eso me importaba bastante poco. De pronto, sentí un ligero peso nuevo en mi cuerpo. Presa del ansia, no paré a pensar que yo no había cogido mi portaobjetos, pero allí estaba y encima cargado de maíz.
Como un lobo que lleva meses sin comer y consigue dar caza a un ciervo, empecé a comerme el maíz, crudo, a puñados, con desesperación, con ansía. No paré ni un solo minuto a pensar si quiera que aquello podría ser una trampa, que el maíz podría estar envenenado. Una cosa estaba clara, aquello era maíz, era realmente maíz, pero sobretodo, era el maíz más delicioso que había comido en horas. Aunque tal vez, mi sentido del gusto estaba atrofiado por la desesperación.
No fui consciente de mis actos hasta que, en un instante de cordura, y cuando apenas ya quedaba maíz, mi boca saboreo algo que no era maíz. Y nunca antes había probado el papel, pero era asqueroso, muy asqueroso.
Conseguí sacarlo a tiempo, ya más calmado y con un gesto de asco en mi cara, y conseguí leer lo que ponía:
"No puedo matar de hambre a mis huéspedes."
Se me erizó todo el pelo del cuerpo. No había dejado ni una sola semilla de maíz en el portaobjetos, me había comido hasta el último gramo, sin ser consciente de la situación en la que me encontraba. No, no podía matarme de hambre, pero si podía matarme con veneno, y otra cosa que hubiese en el maíz. Me mire las manos, por si me había salido algún sarpullido en la piel o algo, y entonces, toda la estancia se ilumino y algo o alguien hablaron.
—Cuatro... —murmuró una voz proveniente de todos lados y de ninguno a la vez —. Cuatro partes... Llave...
Y en aquel momento, plof, algo cayó al suelo, como un peso muerto. Guarde la nota en mi portaobjetos de nuevo, nadie tenía por qué saber nada, dado que nadie se había preocupado por mí. Casi mejor, así nadie habría visto la parte más penosa de mí. Y yo no pensaba contárselo.
—¿Q...?
—Ha... Hay... que... ayud... ayudarle...
—E... está vivo... ¡Seguro que está vivo!
Pero... e... esa herida en el pecho... tenemos... tenemos...
Eso fue toda la parte de la conversación que fui capaz de escuchar cuando me acerqué a mis “compañeros. Y no, no pensaba mirar dentro de la habitación, no pensaba mirar ahí después de comer, no quería llenar el suelo con mi vomito. Ni quería ir oliendo mal hasta que saliera de aquel horrible lugar.
No dije nada de mi nota. Preferí mantener eso en secreto. Ya teníamos bastante con lo que parecía ser un herido o un cadáver.
—Deberíamos dejarlo estar. —Dije con mi la habitual mascara de frialdad que había adquirido en aquella situación. —Os recuerdo que hemos entrado aquí huyendo de “algo” o “alguien” que nos pisaba los talones e iba armado, y seguro que la espada que llevaban podría cortar la madera de la puerta de la que no nos hemos alejado.
No estaba siendo muy empático, pero que más daba, no les conocía de nada al fin y al cabo y Ayame ya tenía la luz que necesitaba. También mi comportamiento se debía a que quería ocultar el miedo que tenía, aunque me tiemblan ligeramente las piernas e incluso las manos, como si tuviera principio de Parkinson o alguna enfermedad similar.
—Si acaso, deberíamos registrar el cuerpo, por si lleva alguna “llave” o “parte” como ha dicho la voz, e ir a buscar la cocina, seguimos desarmados. —Y yo me había terminado todo el maíz, y seguramente en un rato, iba a necesitar más. Si es que no moría envenenado.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)