23/11/2017, 11:34
Kōri se apoyó en la barra del establecimiento en el que se habían parado, y, para estupefacción de todos los presentes, esbozó una tenue y delicada sonrisa.
—Os escondéis como un elefante detrás del tronco de un árbol, y hacéis el mismo ruido que dicho elefante cruzando una tienda de instrumentos musicales. —sentenció, y Ayame hundió los hombros y la cabeza, derrotada.
En cuestiones de sigilo, nadie podía superar a su hermano. Eso estaba claro. Pero tampoco esperaba que los descubriera de una forma tan rápida y humillante. Ella, que había ido tan confiada... Ella, que se había sentido como una auténtica sombra durante un instante...
—Jo...
Nihime se rió y entonces se volvió hacia Daruu.
—De modo que el hijo de Amedama-san, ¿eh? Pero tienes los ojos de tu abuela.
«¿También conoce a Kiroe y a la abuela de Daruu-kun?» Se preguntó Ayame, fracamente sorprendida.
—Sí —respondió Daruu, apartando la mirada.
—Es raro que no hayas adoptado el apellido Hyūga.
—No tengo ninguna conexión con el clan —replicó, agitando las manos en el aire para restarle importancia—. Además, he oído cómo se le llena la boca de miel a un Uchiha cuando habla del suyo, y no quiero parecer tan pedante en mi vida.
Un desagradable escalofrío recorrió la espalda de Ayame al escuchar aquel apellido. Sombría, se había cruzado de brazos en un gesto inconscientemente defensivo. Por suerte, allí estaba la afable voz de Nihime para apartarla de aquellos oscuros recuerdos y dejarlos de nuevo sepultados en el olvido donde debían permanecer.
—¿Cómo estás, Ayame-chan? Supongo que no me recuerdas, pero anda que no nos lo pasábamos bien jugando al escondite.
—Ah... ¿Al escondite...? Esto... —Ayame torcía ligeramente el gesto, tratando con todas sus fuerzas por hacer memoria. Pero por mucho que lo intentaba, aquellos recuerdos se habían quedado como lejanos ecos del pasado que no conseguía rescatar—. Lo siento, no termino de acordarme, Nihime-san...
—Bien, supongo que estáis aquí por la recompensa de la misión, ¿eh?
Ayame se volvió hacia Kōri con una suave sonrisa.
—¡Sí! Ya terminamos el encargo de Kiroe-san. ¿A que sí, Daruu-kun?
—Os escondéis como un elefante detrás del tronco de un árbol, y hacéis el mismo ruido que dicho elefante cruzando una tienda de instrumentos musicales. —sentenció, y Ayame hundió los hombros y la cabeza, derrotada.
En cuestiones de sigilo, nadie podía superar a su hermano. Eso estaba claro. Pero tampoco esperaba que los descubriera de una forma tan rápida y humillante. Ella, que había ido tan confiada... Ella, que se había sentido como una auténtica sombra durante un instante...
—Jo...
Nihime se rió y entonces se volvió hacia Daruu.
—De modo que el hijo de Amedama-san, ¿eh? Pero tienes los ojos de tu abuela.
«¿También conoce a Kiroe y a la abuela de Daruu-kun?» Se preguntó Ayame, fracamente sorprendida.
—Sí —respondió Daruu, apartando la mirada.
—Es raro que no hayas adoptado el apellido Hyūga.
—No tengo ninguna conexión con el clan —replicó, agitando las manos en el aire para restarle importancia—. Además, he oído cómo se le llena la boca de miel a un Uchiha cuando habla del suyo, y no quiero parecer tan pedante en mi vida.
Un desagradable escalofrío recorrió la espalda de Ayame al escuchar aquel apellido. Sombría, se había cruzado de brazos en un gesto inconscientemente defensivo. Por suerte, allí estaba la afable voz de Nihime para apartarla de aquellos oscuros recuerdos y dejarlos de nuevo sepultados en el olvido donde debían permanecer.
—¿Cómo estás, Ayame-chan? Supongo que no me recuerdas, pero anda que no nos lo pasábamos bien jugando al escondite.
—Ah... ¿Al escondite...? Esto... —Ayame torcía ligeramente el gesto, tratando con todas sus fuerzas por hacer memoria. Pero por mucho que lo intentaba, aquellos recuerdos se habían quedado como lejanos ecos del pasado que no conseguía rescatar—. Lo siento, no termino de acordarme, Nihime-san...
—Bien, supongo que estáis aquí por la recompensa de la misión, ¿eh?
Ayame se volvió hacia Kōri con una suave sonrisa.
—¡Sí! Ya terminamos el encargo de Kiroe-san. ¿A que sí, Daruu-kun?