23/11/2017, 11:42
—¡Sí! Ya terminamos el encargo de Kiroe-san. ¿A que sí, Daruu-kun?
Daruu miró un momento a Ayame. Luego a Kōri. Evitó mirar a Nihime, que se estaba riendo por lo bajo.
—Sí.
Kōri clavó sus desangelados ojos sobre el dúo. Alguien que lo conociese muy bien podría haber leído algo de diversión en el brillo azul de su mirada. Se llevó las manos a los bolsillos de las chaquetas y les tendió dos sobres con ryō, discretamente. Daruu cogió el suyo y se lo guardó rápidamente.
—Vaya, vaya —dijo Nihime, que parecía haberse dado cuenta de algo—. ¡Pero si os he comprado unos bollitos esta tarde! ¡Así que érais vosotros! ¡Ay, cómo no me di cuenta de que eras tú, Aya-chan!
Daruu se puso rojo como un tomate. Apartó aún más la mirada si era posible.
—Esos bollitos estaban de muerte, Daruu-kun. ¿Son nuevos, no? Nunca los había probado.
—Sí.
—Estabas muy mono vestido de bollito.
—¡No! —exclamó, indignado, con su piel tornándose ya de un violeta poco saludable, y se dio la vuelta, enfurruñado. Echó a andar.
—¡No os olvidéis de que pasado mañana os espero en la Pastelería de Kiroe-chan para otra misión!
—¡Si váis a disfrazarme de otra cosa, no contéis conmigo! —espetó Daruu, en la distancia, malhumorado. La gente se giraba y se quedaba mirándolo, extrañada.
Daruu miró un momento a Ayame. Luego a Kōri. Evitó mirar a Nihime, que se estaba riendo por lo bajo.
—Sí.
Kōri clavó sus desangelados ojos sobre el dúo. Alguien que lo conociese muy bien podría haber leído algo de diversión en el brillo azul de su mirada. Se llevó las manos a los bolsillos de las chaquetas y les tendió dos sobres con ryō, discretamente. Daruu cogió el suyo y se lo guardó rápidamente.
—Vaya, vaya —dijo Nihime, que parecía haberse dado cuenta de algo—. ¡Pero si os he comprado unos bollitos esta tarde! ¡Así que érais vosotros! ¡Ay, cómo no me di cuenta de que eras tú, Aya-chan!
Daruu se puso rojo como un tomate. Apartó aún más la mirada si era posible.
—Esos bollitos estaban de muerte, Daruu-kun. ¿Son nuevos, no? Nunca los había probado.
—Sí.
—Estabas muy mono vestido de bollito.
—¡No! —exclamó, indignado, con su piel tornándose ya de un violeta poco saludable, y se dio la vuelta, enfurruñado. Echó a andar.
—¡No os olvidéis de que pasado mañana os espero en la Pastelería de Kiroe-chan para otra misión!
—¡Si váis a disfrazarme de otra cosa, no contéis conmigo! —espetó Daruu, en la distancia, malhumorado. La gente se giraba y se quedaba mirándolo, extrañada.