24/11/2017, 16:24
Ayame volvió a cantar y Eri acompañó su dulce voz con la flauta. La segunda vez pareció sonar mejor, y no porque lo hubiesen hecho diferente, no; era porque se sentían más seguras, y la música fluyó. Cuando terminaron, se miraron y juntas volvieron al escenario, encontrándose con una talentosa violinista que se movía al son de su propia canción. Erl se quedó anonadada ante ello, dudaba mucho que fuera capaz de hacer algo así con la flauta entre sus manos, tocando.
Sin embargo, una voz la sacó de su ensimismamiento.
—¡Eri-chan!
Aquella voz le sonó tan conocida que tuvo que salir obligada. Y de repente lo vio, allí, con una expresión de alegría al verla. Ella sonrió, no esperaba verle allí. Sin embargo antes de poder saludarle, su cara pasó a un estado de horror y estupefacción que no llegó a entender.
— No me digas que… Vosotras dos… Tía, ¿¡me has puesto los cuernos!? ¡¿Con ella?! ¡Pensaba que éramos una pareja fiel!
—¿Qué? —preguntó con el ceño fruncido —. ¡Pero bueno! —exclamó, contrariada —. Primero, no sabía que ibas a estar aquí, Datsue; y segundo, ¿cómo que te he puesto los cuernos con ella? —preguntó poniendo los brazos en jarra.
— Me rompes el corazón, Eri...
—¡Pero si no somos ningún tipo de pareja! —exclamó, ofendida —. Y te recuerdo que fuiste tú el que me dijiste que trabajaba solo, ¿o no? ¡Embustero!
Se cruzó de brazos con el ceño aún fruncido, sin creerse lo que estaba escuchando.
Sin embargo, una voz la sacó de su ensimismamiento.
—¡Eri-chan!
Aquella voz le sonó tan conocida que tuvo que salir obligada. Y de repente lo vio, allí, con una expresión de alegría al verla. Ella sonrió, no esperaba verle allí. Sin embargo antes de poder saludarle, su cara pasó a un estado de horror y estupefacción que no llegó a entender.
— No me digas que… Vosotras dos… Tía, ¿¡me has puesto los cuernos!? ¡¿Con ella?! ¡Pensaba que éramos una pareja fiel!
—¿Qué? —preguntó con el ceño fruncido —. ¡Pero bueno! —exclamó, contrariada —. Primero, no sabía que ibas a estar aquí, Datsue; y segundo, ¿cómo que te he puesto los cuernos con ella? —preguntó poniendo los brazos en jarra.
— Me rompes el corazón, Eri...
—¡Pero si no somos ningún tipo de pareja! —exclamó, ofendida —. Y te recuerdo que fuiste tú el que me dijiste que trabajaba solo, ¿o no? ¡Embustero!
Se cruzó de brazos con el ceño aún fruncido, sin creerse lo que estaba escuchando.