28/11/2017, 11:14
(Última modificación: 28/11/2017, 11:17 por Aotsuki Ayame.)
Al oír las palabras de Ayame, y pese a la temerosa advertencia de Juro, Riko volvió a acercarse con lentitud al hombre desplomado. Titubeante, se acuclilló junto a él para comprobar si de verdad estaba vivo tomándole el pulso. Después, sin una sola palabra que confirmara su estado, suspiró.
—Deberíamos dejarlo estar. —La voz de Jin la sobresaltó. Con todo lo que había pasado se había olvidado de la presencia del chico-espantapájaros, que se mantenía algo más apartado de la habitación—. Os recuerdo que hemos entrado aquí huyendo de “algo” o “alguien” que nos pisaba los talones e iba armado, y seguro que la espada que llevaban podría cortar la madera de la puerta de la que no nos hemos alejado.
—P... pero podría estar vivo... —balbuceó Ayame, con un terrible escalofrío. Algo dentro de ella se horrorizaba ante la certeza de saber que, si hubiese sido ella la persona herida, la habrían dejado allí tirada sin más miramientos—. ¡Debemos salvarle, no podemos dejarle abandonado a merced de los cazadores!
—Si acaso, deberíamos registrar el cuerpo, por si lleva alguna “llave” o “parte” como ha dicho la voz, e ir a buscar la cocina, seguimos desarmados —insistió él, tan indiferente como un témpano de hielo.
— Riko... ¿Ves algo? —intervino Juro, y Ayame también se volvió hacia el peliblanco, que se estaba afanando en rebuscar en los bolsillos del pobre hombre, ahora sin duda muerto.
«Pero he visto cómo se movía...» Meditó Ayame, jugueteando con sus manos con nerviosismo. ¿Acaso el miedo le había jugado una mala pasada? ¿Lo había imaginado?
—Nada chicos, no lleva nada encima, deberíamos mover...
—Amigos...
Ayame se encogió sobre sí misma con un gemido de terror. De nuevo, aquella extraña voz que parecía provenir de todas partes al mismo tiempo, se comunicaba con ellos.
—No entiendo nada... —gimoteaba Ayame, completamente confundida. ¿Por qué les estaba pasando aquello? ¡Ella sólo quería disfrutar del festival de las calabazas! ¿Y qué era aquella voz? ¿A qué se refería con cuatro las partes o "amigos"? ¿Por qué no podían utilizar el chakra? ¡¿Por qué tenían la máscara pegada a la cabeza?!—. ¿Qué nos ha hecho ese vendedor... y por qué?
—Chi-Chicos, creo que es un mapa, un plano de la casa, ¿vamos a la cocina a ver si encontramos algo con lo que defendernos? —intervino Riko de nuevo, y Ayame asintió con vehemencia y se juntó a él en un vago intento por no sentirse sola en aquel infierno.
Echó un breve vistazo al supuesto mapa. Según aquel, se encontraban en el cuarto, por lo que, afortunadamente, tenían la cocina justo al lado. No deberían desplazarse mucho para llegar a donde querían. Simplemente tendrían que caminar hasta la puerta que quedaba al final de aquel mismo pasillo.
—Sí... sí... será lo mejor... —Torció el gesto, dubitativa—. ¿Pero después qué haremos? ¿Y por qué ese hombre tenía un mapa de la casa?
—Deberíamos dejarlo estar. —La voz de Jin la sobresaltó. Con todo lo que había pasado se había olvidado de la presencia del chico-espantapájaros, que se mantenía algo más apartado de la habitación—. Os recuerdo que hemos entrado aquí huyendo de “algo” o “alguien” que nos pisaba los talones e iba armado, y seguro que la espada que llevaban podría cortar la madera de la puerta de la que no nos hemos alejado.
—P... pero podría estar vivo... —balbuceó Ayame, con un terrible escalofrío. Algo dentro de ella se horrorizaba ante la certeza de saber que, si hubiese sido ella la persona herida, la habrían dejado allí tirada sin más miramientos—. ¡Debemos salvarle, no podemos dejarle abandonado a merced de los cazadores!
—Si acaso, deberíamos registrar el cuerpo, por si lleva alguna “llave” o “parte” como ha dicho la voz, e ir a buscar la cocina, seguimos desarmados —insistió él, tan indiferente como un témpano de hielo.
— Riko... ¿Ves algo? —intervino Juro, y Ayame también se volvió hacia el peliblanco, que se estaba afanando en rebuscar en los bolsillos del pobre hombre, ahora sin duda muerto.
«Pero he visto cómo se movía...» Meditó Ayame, jugueteando con sus manos con nerviosismo. ¿Acaso el miedo le había jugado una mala pasada? ¿Lo había imaginado?
—Nada chicos, no lleva nada encima, deberíamos mover...
—Amigos...
Ayame se encogió sobre sí misma con un gemido de terror. De nuevo, aquella extraña voz que parecía provenir de todas partes al mismo tiempo, se comunicaba con ellos.
—No entiendo nada... —gimoteaba Ayame, completamente confundida. ¿Por qué les estaba pasando aquello? ¡Ella sólo quería disfrutar del festival de las calabazas! ¿Y qué era aquella voz? ¿A qué se refería con cuatro las partes o "amigos"? ¿Por qué no podían utilizar el chakra? ¡¿Por qué tenían la máscara pegada a la cabeza?!—. ¿Qué nos ha hecho ese vendedor... y por qué?
—Chi-Chicos, creo que es un mapa, un plano de la casa, ¿vamos a la cocina a ver si encontramos algo con lo que defendernos? —intervino Riko de nuevo, y Ayame asintió con vehemencia y se juntó a él en un vago intento por no sentirse sola en aquel infierno.
Echó un breve vistazo al supuesto mapa. Según aquel, se encontraban en el cuarto, por lo que, afortunadamente, tenían la cocina justo al lado. No deberían desplazarse mucho para llegar a donde querían. Simplemente tendrían que caminar hasta la puerta que quedaba al final de aquel mismo pasillo.
—Sí... sí... será lo mejor... —Torció el gesto, dubitativa—. ¿Pero después qué haremos? ¿Y por qué ese hombre tenía un mapa de la casa?