30/11/2017, 11:01
Daruu se preguntaba si le pasaría algo. ¿Habría discutido otra vez con su padre? Era muy probable. No, ahora que lo pensaba, no había ninguna probabilidad. Lo que sí que era probable es que padre e hija ni siquiera se hubieran dirigido la palabra. Pero no sé, pensó. Parece aburrida, pensó, no tan abatida como se suele poner ella. ¿Y qué hace ahí plantada?, pensaba también.
Todo eso pensaba Daruu, mientras clavaba la cara en el cristal con una mueca deforme.
Toc, toc, toc, llamó su atención, tocando en el vidrio. Entonces, señaló hacia atrás, a una mesa del centro, donde Kōri-sensei aguardaba sentado bebiendo una taza de chocolate caliente. El Hielo la miró un momento, y saludó afablemente, con la alegría y la algarabía de una manifestación de mimos bajo una tormenta de granizo, como venía siendo habitual.
Daruu instó a que entrase, y se acercó a la mesa de Kōri, donde tomó asiento y cogió su propia taza, de un chocolate blanco caliente. Ayame repararía al entrar que entre ambos había una bandeja con varios bollos de vainilla.
—¡Pero Kōri-sensei! —se quejaba Daruu—. ¡Estamos desperdiciando nuestro potencial! Ya nos viste en el torneo, podemos hacer mucho más... ¿por qué otra misión de rango D?
El Hielo se inclinó hacia adelante.
—Por última vez, Daruu-kun —advirtió—: Si queréis ser chūnin algún día, necesitáis experiencia holgada en misiones de rango D. Y habéis estado mucho tiempo sin hacerlas. Además, como equipo, tampoco hemos hecho muchas. Necesitáis al menos una más antes de lanzaros a un rango superior, si no, es posible que ni siquiera os dejen presentaros al examen.
—¿Y por qué no hacemos una de rango C para variar las cosas?
Kōri le dio otro sorbo a su chocolate.
—Porque luego no volveríais a querer hacer una de rango más bajo, estoy seguro. O al menos, me daríais el doble la tabarra.
Daruu hinchó los carrillos y se cruzó de brazos. Decidió coger un bollito. Desde que su madre los había puesto, su sensei había acabado con la dulce y grasa vida de tres de ellos.
Todo eso pensaba Daruu, mientras clavaba la cara en el cristal con una mueca deforme.
Toc, toc, toc, llamó su atención, tocando en el vidrio. Entonces, señaló hacia atrás, a una mesa del centro, donde Kōri-sensei aguardaba sentado bebiendo una taza de chocolate caliente. El Hielo la miró un momento, y saludó afablemente, con la alegría y la algarabía de una manifestación de mimos bajo una tormenta de granizo, como venía siendo habitual.
Daruu instó a que entrase, y se acercó a la mesa de Kōri, donde tomó asiento y cogió su propia taza, de un chocolate blanco caliente. Ayame repararía al entrar que entre ambos había una bandeja con varios bollos de vainilla.
—¡Pero Kōri-sensei! —se quejaba Daruu—. ¡Estamos desperdiciando nuestro potencial! Ya nos viste en el torneo, podemos hacer mucho más... ¿por qué otra misión de rango D?
El Hielo se inclinó hacia adelante.
—Por última vez, Daruu-kun —advirtió—: Si queréis ser chūnin algún día, necesitáis experiencia holgada en misiones de rango D. Y habéis estado mucho tiempo sin hacerlas. Además, como equipo, tampoco hemos hecho muchas. Necesitáis al menos una más antes de lanzaros a un rango superior, si no, es posible que ni siquiera os dejen presentaros al examen.
—¿Y por qué no hacemos una de rango C para variar las cosas?
Kōri le dio otro sorbo a su chocolate.
—Porque luego no volveríais a querer hacer una de rango más bajo, estoy seguro. O al menos, me daríais el doble la tabarra.
Daruu hinchó los carrillos y se cruzó de brazos. Decidió coger un bollito. Desde que su madre los había puesto, su sensei había acabado con la dulce y grasa vida de tres de ellos.