30/11/2017, 12:03
(Última modificación: 30/11/2017, 13:00 por Aotsuki Ayame.)
Toc, toc, toc.
Tres golpes secos y suaves la devolvieron a la realidad. Sobresaltada, Ayame se volvió sobre sus talones, buscando el origen de aquel sonido, y se encontró con el rostro de Daruu observándola tras el cristal de la pastelería. El chico le hizo una seña hacia el interior del local, donde Kōri aguardaba sentado en una mesa. Su hermano la miró durante un instante y la saludó con un gesto frío, como solía ser él, y después Daruu la invitó a pasar.
Ayame se sonrojó hasta las orejas.
«¡Cuando dijo que quedábamos en la pastelería no imaginaba que se refería a dentro de ella!» Maldijo su torpeza. Pero se apresuró a abrir la puerta, y tras plegar y sacudir el paraguas para evitar mojar el suelo, entró en la cafetería.
La recibió aquel familiar y acogedor olor dulzón que siempre la embriagaba y Ayame se estremeció ligeramente al verse abrazada por el calor del lugar. Se quitó la capa y, con ella doblada sobre el antebrazo, se acercó a la mesa donde la estaban esperando. Un plato rebosante de bollitos de vainilla les esperaba en el centro, acompañado de dos tazas humeantes.
—¡Pero Kōri-sensei! —se estaba quejando Daruu en aquellos momentos—. ¡Estamos desperdiciando nuestro potencial! Ya nos viste en el torneo, podemos hacer mucho más... ¿por qué otra misión de rango D?
Ayame hundió los hombros, con un desolador sentimiento de decepción en su pecho. Ingenua de ella, una minúscula parte de ella había albergado una mínima esperanza de que les concedieran una misión algo más interesante que un simple encargo de rango D.
—Por última vez, Daruu-kun —respondió Kōri, inclinándose ligeramente hacia delante—: Si queréis ser chūnin algún día, necesitáis experiencia holgada en misiones de rango D. Y habéis estado mucho tiempo sin hacerlas. Además, como equipo, tampoco hemos hecho muchas. Necesitáis al menos una más antes de lanzaros a un rango superior, si no, es posible que ni siquiera os dejen presentaros al examen.
Sumida en un amargo silencio, Ayame se sentó en una silla libre mientras intercambiaba la mirada entre su pareja y su hermano mayor.
—¿Y por qué no hacemos una de rango C para variar las cosas? —preguntó el Hyūga.
Antes de responder, Kōri se permitió un instante para pegarle un tiento a su taza. Y cuando Ayame reparó en que se trataba de chocolate, no pudo evitar pensar en lo extraño que resultaba ver a El Hielo con una bebida caliente.
—Porque luego no volveríais a querer hacer una de rango más bajo, estoy seguro. O al menos, me daríais el doble la tabarra.
«En eso no le falta razón...» Meditó ella, imaginando durante un instante que les volvieran a mandar a buscar una mascota perdida después de haber hecho algo tan importante como proteger un carromato de bandidos armados hasta las cejas, o luchar contra otros poderosos ninja, o defender una villa de un monstruo gigante, o...
—Entonces... ¿cuál es nuestra misión esta vez, Kōri-sensei? —preguntó, apagada. No protestó, porque de poco le habría servido hacerlo, pero era más que obvio que a ella tampoco le hacía gracia tener que hacer otra misión de rango D.
Como Daruu, cogió uno de los bollitos y se lo llevó a la boca, tratando de compensar el amargo sentimiento que tenía instalado en el pecho con el delicioso dulzor de la vainilla.
Tres golpes secos y suaves la devolvieron a la realidad. Sobresaltada, Ayame se volvió sobre sus talones, buscando el origen de aquel sonido, y se encontró con el rostro de Daruu observándola tras el cristal de la pastelería. El chico le hizo una seña hacia el interior del local, donde Kōri aguardaba sentado en una mesa. Su hermano la miró durante un instante y la saludó con un gesto frío, como solía ser él, y después Daruu la invitó a pasar.
Ayame se sonrojó hasta las orejas.
«¡Cuando dijo que quedábamos en la pastelería no imaginaba que se refería a dentro de ella!» Maldijo su torpeza. Pero se apresuró a abrir la puerta, y tras plegar y sacudir el paraguas para evitar mojar el suelo, entró en la cafetería.
La recibió aquel familiar y acogedor olor dulzón que siempre la embriagaba y Ayame se estremeció ligeramente al verse abrazada por el calor del lugar. Se quitó la capa y, con ella doblada sobre el antebrazo, se acercó a la mesa donde la estaban esperando. Un plato rebosante de bollitos de vainilla les esperaba en el centro, acompañado de dos tazas humeantes.
—¡Pero Kōri-sensei! —se estaba quejando Daruu en aquellos momentos—. ¡Estamos desperdiciando nuestro potencial! Ya nos viste en el torneo, podemos hacer mucho más... ¿por qué otra misión de rango D?
Ayame hundió los hombros, con un desolador sentimiento de decepción en su pecho. Ingenua de ella, una minúscula parte de ella había albergado una mínima esperanza de que les concedieran una misión algo más interesante que un simple encargo de rango D.
—Por última vez, Daruu-kun —respondió Kōri, inclinándose ligeramente hacia delante—: Si queréis ser chūnin algún día, necesitáis experiencia holgada en misiones de rango D. Y habéis estado mucho tiempo sin hacerlas. Además, como equipo, tampoco hemos hecho muchas. Necesitáis al menos una más antes de lanzaros a un rango superior, si no, es posible que ni siquiera os dejen presentaros al examen.
Sumida en un amargo silencio, Ayame se sentó en una silla libre mientras intercambiaba la mirada entre su pareja y su hermano mayor.
—¿Y por qué no hacemos una de rango C para variar las cosas? —preguntó el Hyūga.
Antes de responder, Kōri se permitió un instante para pegarle un tiento a su taza. Y cuando Ayame reparó en que se trataba de chocolate, no pudo evitar pensar en lo extraño que resultaba ver a El Hielo con una bebida caliente.
—Porque luego no volveríais a querer hacer una de rango más bajo, estoy seguro. O al menos, me daríais el doble la tabarra.
«En eso no le falta razón...» Meditó ella, imaginando durante un instante que les volvieran a mandar a buscar una mascota perdida después de haber hecho algo tan importante como proteger un carromato de bandidos armados hasta las cejas, o luchar contra otros poderosos ninja, o defender una villa de un monstruo gigante, o...
—Entonces... ¿cuál es nuestra misión esta vez, Kōri-sensei? —preguntó, apagada. No protestó, porque de poco le habría servido hacerlo, pero era más que obvio que a ella tampoco le hacía gracia tener que hacer otra misión de rango D.
Como Daruu, cogió uno de los bollitos y se lo llevó a la boca, tratando de compensar el amargo sentimiento que tenía instalado en el pecho con el delicioso dulzor de la vainilla.