2/12/2017, 01:37
—No entiendo nada…¿Qué nos ha hecho ese vendedor... y por qué?
Ayame le hizo recordar el momento donde todo había comenzado. La noche en Yachi, donde había acabado practicamente por accidente. El maldito vendedor extraño. Ahí había empezado.
« Eso me gustaría saber a mi... »
Las cosas empezaron tomar un rumbo bien distinto. Riko, por su parte, pareció encontrar un mapa, un plano de la casa. ¿Qué clase de hombro llevaba un plano de su casa? Era una buena pregunta. Quizá, ni la casa era suya. Solo era un cadaver ahí, que supuestamente se había movido. Habían pasado tantas cosas que ya la lógica había desaparecido.
Tanto Riko como Ayame se mostraron de acuerdo en ir a la cocina, alegando que podrían encontrar un arma para defenderse o algún buen recurso. Juro no los contradijo.
—Después deberíamos buscar una salida, y no voto por separarnos para buscarla, creo que deberíamos permanecer juntos en todo momento.
— Es una buena idea — comentó Juro, como aportación —. De momento, vayamos a la cocina.
Todos comenzaron la marcha. Esta vez dirigidos a aquel lugar. Era peligroso, por supuesto. Por muy hábiles que pudieran ser, estaban desarmados, y él no podía usar técnicas ni chakra — suponiendo que todos fuesen ninjas, también. Tanto Ayame como Riko lo eran según había escuchado, de Jin no sabía mucho —, pero debían hacerlo.
Antes de encaminar la marcha, Juro sintió un escalofrió. Un escalofrió muy potente, que inundó su espina dorsal e hizo temblar todo su cuerpo con un débil espasmo.
Era una señal mala. Muy mala.
— Tened cuidado. Esto no me gusta... — murmuró, aunque le pareciese evidente. No es que fuera una persona supersticiosa. Es que simplemente le daba mala espina. No lo que estaba pasando: lo que estaba por venir.
Giraron a la izquierda y entraron a las cocinas de la enorme mansión. Una habitación amplia, de losas de colores que variaban del marrón al negro, y al descolorido. En el techo, habái dos grandes lámparas con bombillas, iluminando totalmente el lugar — para el alivio de Ayame, supuso —, tres neveras, una sola de ellas abierta, tres cocinas, un fregadero y varias encimeras. Todo estaba lleno de armarios y cajones. Todo estaba lleno de polvo.
— Esto es enorme, aunque es lógico, viniendo de una mansión tan grade — murmuró, al grupo —. Será mejor que empecemos a buscar algo que nos sirva de utilidad, ¿no?
No es que hubiese reunido valor. Quizá ahí, en una sala cerrada, solo con sus compañeros de sufrimiento, y todo completamente iluminado, alejados del cadaver, se sentía más seguro. No lo sabía, pero sí sabía que si encontraba algo sería muy útil.
Empezó a acercarse, a paso cauteloso y seguro, hacia una de las encimeras, y comenzaría a registrar los cajones, empezando por el de la esquina sin puerta, y luego probando a ver cuales estaban abiertos y cual no.
A cualquier indicio de cosa extraña, retrocedería al momento. Estaba en guardia. Era un ninja, después de todo.
Ayame le hizo recordar el momento donde todo había comenzado. La noche en Yachi, donde había acabado practicamente por accidente. El maldito vendedor extraño. Ahí había empezado.
« Eso me gustaría saber a mi... »
Las cosas empezaron tomar un rumbo bien distinto. Riko, por su parte, pareció encontrar un mapa, un plano de la casa. ¿Qué clase de hombro llevaba un plano de su casa? Era una buena pregunta. Quizá, ni la casa era suya. Solo era un cadaver ahí, que supuestamente se había movido. Habían pasado tantas cosas que ya la lógica había desaparecido.
Tanto Riko como Ayame se mostraron de acuerdo en ir a la cocina, alegando que podrían encontrar un arma para defenderse o algún buen recurso. Juro no los contradijo.
—Después deberíamos buscar una salida, y no voto por separarnos para buscarla, creo que deberíamos permanecer juntos en todo momento.
— Es una buena idea — comentó Juro, como aportación —. De momento, vayamos a la cocina.
Todos comenzaron la marcha. Esta vez dirigidos a aquel lugar. Era peligroso, por supuesto. Por muy hábiles que pudieran ser, estaban desarmados, y él no podía usar técnicas ni chakra — suponiendo que todos fuesen ninjas, también. Tanto Ayame como Riko lo eran según había escuchado, de Jin no sabía mucho —, pero debían hacerlo.
Antes de encaminar la marcha, Juro sintió un escalofrió. Un escalofrió muy potente, que inundó su espina dorsal e hizo temblar todo su cuerpo con un débil espasmo.
Era una señal mala. Muy mala.
— Tened cuidado. Esto no me gusta... — murmuró, aunque le pareciese evidente. No es que fuera una persona supersticiosa. Es que simplemente le daba mala espina. No lo que estaba pasando: lo que estaba por venir.
Giraron a la izquierda y entraron a las cocinas de la enorme mansión. Una habitación amplia, de losas de colores que variaban del marrón al negro, y al descolorido. En el techo, habái dos grandes lámparas con bombillas, iluminando totalmente el lugar — para el alivio de Ayame, supuso —, tres neveras, una sola de ellas abierta, tres cocinas, un fregadero y varias encimeras. Todo estaba lleno de armarios y cajones. Todo estaba lleno de polvo.
— Esto es enorme, aunque es lógico, viniendo de una mansión tan grade — murmuró, al grupo —. Será mejor que empecemos a buscar algo que nos sirva de utilidad, ¿no?
No es que hubiese reunido valor. Quizá ahí, en una sala cerrada, solo con sus compañeros de sufrimiento, y todo completamente iluminado, alejados del cadaver, se sentía más seguro. No lo sabía, pero sí sabía que si encontraba algo sería muy útil.
Empezó a acercarse, a paso cauteloso y seguro, hacia una de las encimeras, y comenzaría a registrar los cajones, empezando por el de la esquina sin puerta, y luego probando a ver cuales estaban abiertos y cual no.
A cualquier indicio de cosa extraña, retrocedería al momento. Estaba en guardia. Era un ninja, después de todo.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60