2/12/2017, 16:09
Juro exclamó, bastante convencido; que sí que habría un concurso. Eri supuso que, en cierto modo, sus palabras tenían sentido, ¿quién si no montaría tal fiesta? Bueno, eso y que seguramente le sobrase el dinero por todos lados, porque si no, no se dedicaría a dejar a desconocidos de fuera probarse sus caras armaduras y ropajes y las exhibiese por toda su casa.
Vamos, eso decía ella.
— Yo tampoco puedo fabricar algo semejante... Pero piensa que dan armaduras a todo el mundo. Si estuviesen tan preocupados en su protección, no harían este tipo de cosas. Sería ridículo.
—Bueno, o eso o es que les sobra el dinero... —pensó en voz alta la kunoichi, tomando un trago de su bebida —que estaba dulcemente deliciosa— y no pudo reprimir una sonrisa al ver como Juro probaba aquel refresco y se atragantaba, dándole suaves palmas en la espalda.
Tras eso las luces se fueron apagando lentamente, hasta quedar en una suave luz tenue que animaba a la gente a hablar más bajito, mientras un hombre de pelo engominado, vestido con una armadura ligera de color oscuro y unos guantes blancos, subía a un escenario que se encontraba al fondo de aquella estancia. Eri no había reparado en aquello, o a lo mejor lo habían montado mientras ellos estaban eligiendo la ropa.
—Damas y caballeros... —saludó el hombre, instando a todos los presentes a guardar silencio —. Hoy se cumple el tan ansiado aniversario que esperábamos, así que disfrutad y los interesados, por favor, que se inscriban en aquella mesa para participar al concurso benéfico, muchas gracias y disfruten de la fiesta.
El hombre se fue tal y como había venido, y las luces volvieron a su tono normal. Eri aplaudía de forma mecánica mientras volvía a tomar su bebida.
—Disculpad... ¿Querrías bailar? —preguntó una joven a Juro, tocándole suavemente el hombro mientras enrojecía hasta límites extraños. Era una joven de cabellos anaranjados recogidos en un moño alto, con varios mechones saliendo sin control de él, dándole una apariencia inocente y encantadora. Estaba enfundada en una armadura clara, de color amarillo pálido, a juego con el que llevaba Juro.
Vamos, eso decía ella.
— Yo tampoco puedo fabricar algo semejante... Pero piensa que dan armaduras a todo el mundo. Si estuviesen tan preocupados en su protección, no harían este tipo de cosas. Sería ridículo.
—Bueno, o eso o es que les sobra el dinero... —pensó en voz alta la kunoichi, tomando un trago de su bebida —que estaba dulcemente deliciosa— y no pudo reprimir una sonrisa al ver como Juro probaba aquel refresco y se atragantaba, dándole suaves palmas en la espalda.
Tras eso las luces se fueron apagando lentamente, hasta quedar en una suave luz tenue que animaba a la gente a hablar más bajito, mientras un hombre de pelo engominado, vestido con una armadura ligera de color oscuro y unos guantes blancos, subía a un escenario que se encontraba al fondo de aquella estancia. Eri no había reparado en aquello, o a lo mejor lo habían montado mientras ellos estaban eligiendo la ropa.
—Damas y caballeros... —saludó el hombre, instando a todos los presentes a guardar silencio —. Hoy se cumple el tan ansiado aniversario que esperábamos, así que disfrutad y los interesados, por favor, que se inscriban en aquella mesa para participar al concurso benéfico, muchas gracias y disfruten de la fiesta.
El hombre se fue tal y como había venido, y las luces volvieron a su tono normal. Eri aplaudía de forma mecánica mientras volvía a tomar su bebida.
—Disculpad... ¿Querrías bailar? —preguntó una joven a Juro, tocándole suavemente el hombro mientras enrojecía hasta límites extraños. Era una joven de cabellos anaranjados recogidos en un moño alto, con varios mechones saliendo sin control de él, dándole una apariencia inocente y encantadora. Estaba enfundada en una armadura clara, de color amarillo pálido, a juego con el que llevaba Juro.