2/12/2017, 16:50
— Esto.. supongo que es algo que tenía que pasar. Además, Tokaro-san no ha tenido nada que ver en esto. Se ha enterado hoy mismo, tal y como lo hizo usted.
Y aunque la mujer tenía sus ojos fijamente predispuestos sobre el viejo Tokaro, con la mirada asesina de un depredador que, de entre tantas presas; ya ha elegido a la que iba a morir bajo sus fauces esa tarde, no pudo evitar tener que voltear hacia la dirección de aquel muchacho, evidentemente desconocido para ella. Lo miró con rostro enervado y Yota pudo sentir en ese instante el cómo con su sola presencia, aquella Inuzuka causaba sensaciones encontradas.
Fueran por sus garras rebosantes, o aquellos colmillos perrunos que galantemente vestía su dentadura. A esa mujer había que tenerle cuidado, y Tokaro lo sabía.
—Y tú, ¿quién cojones eres? ¿qué mierdas pintas en todo ésto?
—Madre, ¡por favor!
Una soberana bofetada, y el rostro de Yiruchi voló.
—Deténgase, Inuzuka Yachara. Si necesita descargar su furia, hágalo conmigo, un cuerpo viejo y malogrado. No con la flor retoña de su hija, que aún tiene tanto por vivir. ¿Quiere matarme? hágalo, y veamos si después de todo, puedes vivir tranquila. Porque, a fin de cuentas, el rencor nunca desaparece.
—Tú lo has pedido.
Yachara voló a cuatro patas, y con dos zancadas caninas, se encontró muy cerca de Tokaro. Sus filosas garras más que dispuestas a darle el arañazo de su vida.
¿Qué haría Yota?
Y aunque la mujer tenía sus ojos fijamente predispuestos sobre el viejo Tokaro, con la mirada asesina de un depredador que, de entre tantas presas; ya ha elegido a la que iba a morir bajo sus fauces esa tarde, no pudo evitar tener que voltear hacia la dirección de aquel muchacho, evidentemente desconocido para ella. Lo miró con rostro enervado y Yota pudo sentir en ese instante el cómo con su sola presencia, aquella Inuzuka causaba sensaciones encontradas.
Fueran por sus garras rebosantes, o aquellos colmillos perrunos que galantemente vestía su dentadura. A esa mujer había que tenerle cuidado, y Tokaro lo sabía.
—Y tú, ¿quién cojones eres? ¿qué mierdas pintas en todo ésto?
—Madre, ¡por favor!
Una soberana bofetada, y el rostro de Yiruchi voló.
—Deténgase, Inuzuka Yachara. Si necesita descargar su furia, hágalo conmigo, un cuerpo viejo y malogrado. No con la flor retoña de su hija, que aún tiene tanto por vivir. ¿Quiere matarme? hágalo, y veamos si después de todo, puedes vivir tranquila. Porque, a fin de cuentas, el rencor nunca desaparece.
—Tú lo has pedido.
Yachara voló a cuatro patas, y con dos zancadas caninas, se encontró muy cerca de Tokaro. Sus filosas garras más que dispuestas a darle el arañazo de su vida.
¿Qué haría Yota?