4/12/2017, 13:31
Una taza de humeante chocolate con malvaviscos apareció frente a ella con un ligero tintineo, sobresaltándola ligeramente. Ayame alzó la mirada, para encontrarse con una adormilada y despeinada Kiroe que le revolvió el cabello como solía hacer.
—Gracias, Kiroe-san —le sonrió, ligeramente ruborizada por el detalle. Ya debía de conocerla muy bien para saber lo que le gustaba sin pedírselo siquiera.
La pastelera se acercó a la puerta de entrada y echó la llave, dejándolos encerrados dentro.
—Te estábamos esperando, Ayame-chan —le dijo—. Menos mal que has llegado antes de que viniese alguien a pedirme milongas tan temprano. Si no os importa, cierro la puerta, que aún quedan dos horas para abrir. —Kiroe lanzó un profundo bostezo y, antes de desaparecer, dirigió unas últimas palabras a su hijo—: Daruu, te dejo las llaves en la barra. Cierra al salir. Yo... Me voy a dormir de nuevo. ¡Mucha suerte!
Los tres se despidieron de ella y, de nuevo en calma con ellos tres solos, retomaron el tema que tenían entre manos. Ayame cogió con la cucharilla uno de aquellas deliciosas nubes mojadas en chocolate y, tras soplar varias veces para evitar quemarse, se la llevó a la boca y suspiró para sí. Nada mejor que na bebida caliente para aliviar el frío.
—Bien, ahora que estamos tranquilos, os informaré sobre la tarea que nos ocupa hoy. Aquí tenéis —Kōri les tendió dos pergaminos con los detalles de la misión y Ayame no tardó en tomar el suyo—. Estoy seguro de que os resultará mucho más atractiva que todas las demás misiones que hemos venido haciendo.
Intrigada por las palabras de su hermano, Ayame comenzó a leer. Y su rostro enseguida palideció.
—Un... combate... —murmuró, súbitamente horrorizada, y sus manos temblaron ligeramente. El eco de un pinchazo surcó su espalda como un rayo, desde su hombro hasta su cadera.
Y es que la misión consistía, precisamente, en que los dos genin realizaran un pequeño combate a modo de espectáculo en lo alto de la torre recién abierta en pleno Distrito Comercial y bautizada con el nombre de El Patito Fluvial. En cualquier otro momento se habría mostrado entusiasmada con la idea, aunque quizás se vería algo amedrentada por el hecho de actuar frente a un público, pero Ayame no había vuelto a combatir desde el Torneo de los Dojos... Desde su humillante derrota frente a Uchiha Akame.
E, inevitablemente, desde entonces había desarrollado un peculiar miedo a pelear que en todo aquel tiempo se había negado a aceptar.
Consciente de su actitud, Kōri la observaba con fijeza desde la otra parte de la mesa.
—Gracias, Kiroe-san —le sonrió, ligeramente ruborizada por el detalle. Ya debía de conocerla muy bien para saber lo que le gustaba sin pedírselo siquiera.
La pastelera se acercó a la puerta de entrada y echó la llave, dejándolos encerrados dentro.
—Te estábamos esperando, Ayame-chan —le dijo—. Menos mal que has llegado antes de que viniese alguien a pedirme milongas tan temprano. Si no os importa, cierro la puerta, que aún quedan dos horas para abrir. —Kiroe lanzó un profundo bostezo y, antes de desaparecer, dirigió unas últimas palabras a su hijo—: Daruu, te dejo las llaves en la barra. Cierra al salir. Yo... Me voy a dormir de nuevo. ¡Mucha suerte!
Los tres se despidieron de ella y, de nuevo en calma con ellos tres solos, retomaron el tema que tenían entre manos. Ayame cogió con la cucharilla uno de aquellas deliciosas nubes mojadas en chocolate y, tras soplar varias veces para evitar quemarse, se la llevó a la boca y suspiró para sí. Nada mejor que na bebida caliente para aliviar el frío.
—Bien, ahora que estamos tranquilos, os informaré sobre la tarea que nos ocupa hoy. Aquí tenéis —Kōri les tendió dos pergaminos con los detalles de la misión y Ayame no tardó en tomar el suyo—. Estoy seguro de que os resultará mucho más atractiva que todas las demás misiones que hemos venido haciendo.
Intrigada por las palabras de su hermano, Ayame comenzó a leer. Y su rostro enseguida palideció.
—Un... combate... —murmuró, súbitamente horrorizada, y sus manos temblaron ligeramente. El eco de un pinchazo surcó su espalda como un rayo, desde su hombro hasta su cadera.
Y es que la misión consistía, precisamente, en que los dos genin realizaran un pequeño combate a modo de espectáculo en lo alto de la torre recién abierta en pleno Distrito Comercial y bautizada con el nombre de El Patito Fluvial. En cualquier otro momento se habría mostrado entusiasmada con la idea, aunque quizás se vería algo amedrentada por el hecho de actuar frente a un público, pero Ayame no había vuelto a combatir desde el Torneo de los Dojos... Desde su humillante derrota frente a Uchiha Akame.
E, inevitablemente, desde entonces había desarrollado un peculiar miedo a pelear que en todo aquel tiempo se había negado a aceptar.
Consciente de su actitud, Kōri la observaba con fijeza desde la otra parte de la mesa.