4/12/2017, 21:20
—Bueno, creo que deberíais ir para allá. Tenéis muchas cosas que preparar... —terminó por sentenciar Kōri, devolviéndola a la realidad con un ligero brinco—. Y deberíais hablar con los responsables del Patito Pluvial. La aldea se comprometió a ayudar en lo que hiciera falta. Tenéis que dejar muy buena imagen.
No supo en aquel momento si sólo eran imaginaciones suyas, pero de alguna manera sintió que aquellas palabras iban expresamente dirigidas hacia ella. Intimidada, Ayame agachó ligeramente la cabeza, pero siguió mirando a su hermano y mentor por debajo de sus pestañas.
—Pero, ¿y qué pasa contigo, sensei? ¿Trabajarás con nosotros en esta misión? —intervino Daruu.
—Estaré vigilándoos de entre el público. Y... tomaré un papel improvisado hacia el final.
—¿Eh?
Pero no llegarían a conocer la respuesta a sus dudas. No en aquel momento, por lo menos. Sigiloso como un búho refugiado en la oscuridad de la noche, El Hielo formuló un único sello y desapareció en apenas una última brisa de aire gélido.
Y él no fue el único que desapareció.
—¡Eh, qué cabrón, se ha llevado los bollos!
—¡Eh, que yo sólo me he comido uno! —exclamó Ayame, incorporándose de golpe en su silla. Pero no servía de nada, su hermano había desaparecido junto a aquel manjar dulce y sólo él podía saber dónde se encontraba en aquellos momentos. Con un indignado suspiro, se dejó caer en la silla con un mohín—. Jooo... —se quejó, mientras la daba vueltas a su chocolate y después lo alzaba con cuidado para terminar de bebérselo entre pequeños sorbos. El calor de bebida reconfortó su cuerpo calentándolo desde dentro y el dulzor terminó por apaciguarla.
Se permitió leer una última vez los detalles de la misión y, después de torcer el gesto por última vez, se volvió hacia Daruu. Y su corazón se relajó un tanto. Ambos se conocían de sobra, y tanto se conocían que eran algo más que simples compañeros de equipo. Habían combatido en varias ocasiones, aunque las cosas no siempre habían salido como se habían pretendido en un principio. Sólo por eso intentó hacer a un lado su inquietud y su miedo...
Aunque no era nada fácil.
Sacudió la cabeza.
—Así que un combate de pantomima... Esta vez sí que tenemos que controlarnos, ¿eh? —Una sonrisa tembló en sus labios al hacer aquella alusión al pequeño enfrentamiento que tuvieron en el Valle de los Dojos, y en el que los adultos tuvieron que intervenir para separarlos—. Deberíamos ir yendo, y ver qué es lo que quieren exactamente de nosotros para prepararnos.
Terminó por levantarse, esperando que Daruu la acompañara.
No supo en aquel momento si sólo eran imaginaciones suyas, pero de alguna manera sintió que aquellas palabras iban expresamente dirigidas hacia ella. Intimidada, Ayame agachó ligeramente la cabeza, pero siguió mirando a su hermano y mentor por debajo de sus pestañas.
—Pero, ¿y qué pasa contigo, sensei? ¿Trabajarás con nosotros en esta misión? —intervino Daruu.
—Estaré vigilándoos de entre el público. Y... tomaré un papel improvisado hacia el final.
—¿Eh?
Pero no llegarían a conocer la respuesta a sus dudas. No en aquel momento, por lo menos. Sigiloso como un búho refugiado en la oscuridad de la noche, El Hielo formuló un único sello y desapareció en apenas una última brisa de aire gélido.
Y él no fue el único que desapareció.
—¡Eh, qué cabrón, se ha llevado los bollos!
—¡Eh, que yo sólo me he comido uno! —exclamó Ayame, incorporándose de golpe en su silla. Pero no servía de nada, su hermano había desaparecido junto a aquel manjar dulce y sólo él podía saber dónde se encontraba en aquellos momentos. Con un indignado suspiro, se dejó caer en la silla con un mohín—. Jooo... —se quejó, mientras la daba vueltas a su chocolate y después lo alzaba con cuidado para terminar de bebérselo entre pequeños sorbos. El calor de bebida reconfortó su cuerpo calentándolo desde dentro y el dulzor terminó por apaciguarla.
Se permitió leer una última vez los detalles de la misión y, después de torcer el gesto por última vez, se volvió hacia Daruu. Y su corazón se relajó un tanto. Ambos se conocían de sobra, y tanto se conocían que eran algo más que simples compañeros de equipo. Habían combatido en varias ocasiones, aunque las cosas no siempre habían salido como se habían pretendido en un principio. Sólo por eso intentó hacer a un lado su inquietud y su miedo...
Aunque no era nada fácil.
Sacudió la cabeza.
—Así que un combate de pantomima... Esta vez sí que tenemos que controlarnos, ¿eh? —Una sonrisa tembló en sus labios al hacer aquella alusión al pequeño enfrentamiento que tuvieron en el Valle de los Dojos, y en el que los adultos tuvieron que intervenir para separarlos—. Deberíamos ir yendo, y ver qué es lo que quieren exactamente de nosotros para prepararnos.
Terminó por levantarse, esperando que Daruu la acompañara.