5/12/2017, 16:49
Ayame le susurró unas palabras por lo bajo.
—Lo sé, lo sé, a mí tampoco me apetece nada —respondió él, también entre susurros—. El otro día ya hice el ridículo suficiente disfrazado de bollito. —Suspiró. La semana anterior, habían cumplido una misión en la que se dedicaron a vender bollitos de calabaza en las calles. A Daruu le había tocado disfrazarse, agitar una campana y atraer clientes, algo que consideró una verdadera humillación—. Oh, por Amenokami, espero que no nos tengamos que disfrazar de nada, por todos los dioses que no tengamos que disfrazarnos...
—La aldea tuvo a bien informarnos de vuestras medidas —comentaba el responsable del hotel—. Os hemos preparado unos trajes maravillosos.
«¡Noooooooooooooooooooooooo!»
Subieron hasta el primer piso y luego giraron a la derecha. Descubrieron, una vez allí, que las primeras habitaciones no eran hospedajes, sino la cafetería, una sala de masajes, un pasillo que conectaba al edificio de la izquierda y que llevaba a las cocinas y demás reservados del personal, y su destino: otro corredor que conectaba dos edificios. En esta ocasión, conectaba con un amplio dojo, de suelo de madera y de paredes con espejos. El techo era blanco y estaba cubierto de lámparas que garantizaban una buena iluminación.
En una esquina habían unos grandes cajones de madera. El hombre les pidió que lo siguieran. Daruu ya estaba rezando a todas las deidades y demonios del inframundo para que los trajes que les habían preparado no fuesen... Bueno, cualquier cosa parecida a un bollito gigante y acolchado.
—Por cierto, no me he presentado. Me llamo Shanatori Takeuchi, responsable de la cadena en El Patito Pluvial —dijo, mientras abría uno de los baúles y rebuscaba entre los trajes.
Afortunadamente, lo que Takeuchi les ofreció no era, ni de lejos, algo que pudieran considerar una humillación. Eran dos trajes negros de ninja clásico, con máscara hasta la nariz y capucha para tapar el cabello. Uno de los trajes incluía una bandana con el símbolo del Sol y otro con el de la Luna.
—Bueno, está claro quién va a llevar cada uno, ¿eh? —dijo Daruu. Ayame se apellidaba literalmente "Luna Azul", y él, aunque no adoptó el apellido Hyuuga, sabía que significaba lugar en el Sol.
—¡Me alegra que lo tengáis tan claro! Mirad —dijo Takeuchi, señalando una puerta blanca que pasaba desapercibida, y en la que los jóvenes no habían reparado hasta el momento—. Allí tenéis un vestuario para cambiaros. Y bueno, aparte de los trajes en este baúl tenéis todo lo que podríais necesitar... Esto... Son armas de mentira, bolsas de sangre (muy útiles, os la escondéis en el traje y... BAM, al golpearla estalla en pintura carmesí) —Hizo el movimiento correspondiente al BAM en el pecho con una mano. Se acarició, porque era evidente que se había hecho daño—. Ay, qué entusiasmado he estado... ¡Es que me hace tanta ilusión! Quiero que sea... ¡perfecto!
Avanzó hasta el centro de la sala.
—En fin, ¿alguna pregunta?
Daruu miró a Ayame un momento, y luego de nuevo a Takeuchi. Torció la cabeza, confuso.
—Esto... sí, en realidad sí —admitió—. Ha mencionado una obra de teatro, pero... No sabemos muy bien qué tenemos que hacer.
—¡AY, PERDONAD! —dijo, llevándose las manos a la cabeza. Otra vez con mucho entusiasmo. Se volvió a hacer daño—. Veréis, es una obra de teatro corta. Cada uno custodiará a su señor feudal por unos caminos. En el Cruce del Kunai —así se llama la obra, ¿a qué es genial?—. Bueno, en el Cruce del Kunai las dos comitivas se cruzarán, y los ninjas, de clanes enfrentados, tendrán que matar al señor feudal del otro. ¡Entonces los ninjas se enfrentarán entre sí, porque es la única manera de cumplir la misión!
A Daruu se le ocurrían muchas otras maneras de cumplir la misión, por ejemplo, utilizar un clon para asesinar al señor feudal contrario, entre otras muchas cosas.
Pero suponía que era la excusa para el espectáculo.
—Luego repasaremos el guión, no os preocupéis. El guión no es lo importante. —Hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia—. Lo importante es la pelea. ¡La coreografía! Vuestro trabajo consiste en inventarla, ensayarla, y ¡ponerla en práctica esta noche en la gran inauguración!
—Vale, entonces, quieres que ensayemos y planifiquemos aquí la pelea hasta esta noche, ¿no?
—¡Exacto! —Takeuchi le guiñó un ojo y le señaló con los dos dedos índices. A Daruu le dio un escalofrío—. Ahora, si me disculpáis, voy a salir. ¡Tenemos mucho trabajo en el hotel! Oh, por cierto, si tenéis hambre o sed, podéis subir arriba, tenéis las consumiciones gratis que queráis. Así, de paso, le echáis un vistazo al escenario real.
—Vale, de acuerdo... —Daruu se cruzó de brazos y balanceó el peso del cuerpo de una pierna a otra.
Takeuchi abandonó la sala y cerró la puerta. Daruu se dio la vuelta.
—Bien... ¿nos ponemos los trajes? —rio. Tenía que reconocer que la idea de aquella pantomima estaba empezando a resultarle divertida—. Oye, voy a mirar un momento el baúl.
—UUUUUUUUUAAAAAAALA —Exclamó Daruu unos segundos más tarde, enarbolando un arma gigantesca que se iluminaba incluso, y parecía imbuída en el más ardiente de los fuegos—. ¡Eh, Ayame, mira esto! ¡FIUUAAASSS! —Zarandeó la espada, que era sorprendentemente ligera, de un lado a otro.
—Lo sé, lo sé, a mí tampoco me apetece nada —respondió él, también entre susurros—. El otro día ya hice el ridículo suficiente disfrazado de bollito. —Suspiró. La semana anterior, habían cumplido una misión en la que se dedicaron a vender bollitos de calabaza en las calles. A Daruu le había tocado disfrazarse, agitar una campana y atraer clientes, algo que consideró una verdadera humillación—. Oh, por Amenokami, espero que no nos tengamos que disfrazar de nada, por todos los dioses que no tengamos que disfrazarnos...
—La aldea tuvo a bien informarnos de vuestras medidas —comentaba el responsable del hotel—. Os hemos preparado unos trajes maravillosos.
«¡Noooooooooooooooooooooooo!»
Subieron hasta el primer piso y luego giraron a la derecha. Descubrieron, una vez allí, que las primeras habitaciones no eran hospedajes, sino la cafetería, una sala de masajes, un pasillo que conectaba al edificio de la izquierda y que llevaba a las cocinas y demás reservados del personal, y su destino: otro corredor que conectaba dos edificios. En esta ocasión, conectaba con un amplio dojo, de suelo de madera y de paredes con espejos. El techo era blanco y estaba cubierto de lámparas que garantizaban una buena iluminación.
En una esquina habían unos grandes cajones de madera. El hombre les pidió que lo siguieran. Daruu ya estaba rezando a todas las deidades y demonios del inframundo para que los trajes que les habían preparado no fuesen... Bueno, cualquier cosa parecida a un bollito gigante y acolchado.
—Por cierto, no me he presentado. Me llamo Shanatori Takeuchi, responsable de la cadena en El Patito Pluvial —dijo, mientras abría uno de los baúles y rebuscaba entre los trajes.
Afortunadamente, lo que Takeuchi les ofreció no era, ni de lejos, algo que pudieran considerar una humillación. Eran dos trajes negros de ninja clásico, con máscara hasta la nariz y capucha para tapar el cabello. Uno de los trajes incluía una bandana con el símbolo del Sol y otro con el de la Luna.
—Bueno, está claro quién va a llevar cada uno, ¿eh? —dijo Daruu. Ayame se apellidaba literalmente "Luna Azul", y él, aunque no adoptó el apellido Hyuuga, sabía que significaba lugar en el Sol.
—¡Me alegra que lo tengáis tan claro! Mirad —dijo Takeuchi, señalando una puerta blanca que pasaba desapercibida, y en la que los jóvenes no habían reparado hasta el momento—. Allí tenéis un vestuario para cambiaros. Y bueno, aparte de los trajes en este baúl tenéis todo lo que podríais necesitar... Esto... Son armas de mentira, bolsas de sangre (muy útiles, os la escondéis en el traje y... BAM, al golpearla estalla en pintura carmesí) —Hizo el movimiento correspondiente al BAM en el pecho con una mano. Se acarició, porque era evidente que se había hecho daño—. Ay, qué entusiasmado he estado... ¡Es que me hace tanta ilusión! Quiero que sea... ¡perfecto!
Avanzó hasta el centro de la sala.
—En fin, ¿alguna pregunta?
Daruu miró a Ayame un momento, y luego de nuevo a Takeuchi. Torció la cabeza, confuso.
—Esto... sí, en realidad sí —admitió—. Ha mencionado una obra de teatro, pero... No sabemos muy bien qué tenemos que hacer.
—¡AY, PERDONAD! —dijo, llevándose las manos a la cabeza. Otra vez con mucho entusiasmo. Se volvió a hacer daño—. Veréis, es una obra de teatro corta. Cada uno custodiará a su señor feudal por unos caminos. En el Cruce del Kunai —así se llama la obra, ¿a qué es genial?—. Bueno, en el Cruce del Kunai las dos comitivas se cruzarán, y los ninjas, de clanes enfrentados, tendrán que matar al señor feudal del otro. ¡Entonces los ninjas se enfrentarán entre sí, porque es la única manera de cumplir la misión!
A Daruu se le ocurrían muchas otras maneras de cumplir la misión, por ejemplo, utilizar un clon para asesinar al señor feudal contrario, entre otras muchas cosas.
Pero suponía que era la excusa para el espectáculo.
—Luego repasaremos el guión, no os preocupéis. El guión no es lo importante. —Hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia—. Lo importante es la pelea. ¡La coreografía! Vuestro trabajo consiste en inventarla, ensayarla, y ¡ponerla en práctica esta noche en la gran inauguración!
—Vale, entonces, quieres que ensayemos y planifiquemos aquí la pelea hasta esta noche, ¿no?
—¡Exacto! —Takeuchi le guiñó un ojo y le señaló con los dos dedos índices. A Daruu le dio un escalofrío—. Ahora, si me disculpáis, voy a salir. ¡Tenemos mucho trabajo en el hotel! Oh, por cierto, si tenéis hambre o sed, podéis subir arriba, tenéis las consumiciones gratis que queráis. Así, de paso, le echáis un vistazo al escenario real.
—Vale, de acuerdo... —Daruu se cruzó de brazos y balanceó el peso del cuerpo de una pierna a otra.
Takeuchi abandonó la sala y cerró la puerta. Daruu se dio la vuelta.
—Bien... ¿nos ponemos los trajes? —rio. Tenía que reconocer que la idea de aquella pantomima estaba empezando a resultarle divertida—. Oye, voy a mirar un momento el baúl.
—UUUUUUUUUAAAAAAALA —Exclamó Daruu unos segundos más tarde, enarbolando un arma gigantesca que se iluminaba incluso, y parecía imbuída en el más ardiente de los fuegos—. ¡Eh, Ayame, mira esto! ¡FIUUAAASSS! —Zarandeó la espada, que era sorprendentemente ligera, de un lado a otro.