6/12/2017, 19:59
Datsue continuó su andadura hasta colocarse frente al escenario, más bien en una esquina, entremezclándose entre el público. Conocía bien a Eri, y sabía de su destreza con la flauta. Muchas habían sido las veces que se había dejado llevar por sus melodías, que le transportaban como un genjutsu a lugares llenos de fantasía y paz. Mas el Uchiha no estaba preocupado por verse superado, pues había elegido a Ayame como vocalista. Para su propia desgracia, la había oído chillar, tiempo atrás, en el Valle de los Dojos. Que tenía un vozarrón solo un sordo podía negarlo, pero ello no significaba que tuviese buena voz…
«Lo siento, Eri-chan. Vas a caer».
En el rostro del Uchiha se dibujó la pena, mientras se cruzaba de hombros y esperaba el batacazo. «Tranquilos, muchachos», diría, cuando el público se les echase encima. «Para ser amateurs no lo hacen tan mal…».
Eri arrancó las primeras notas de la melodía. Ayame entonó las primeras palabras. Datsue, agazapado como un depredador ante su presa, ya estaba listo para saltar en defensa de ellas…
«Pero, ¿qué cojones…?» No es que la chica tuviese mala voz, ¡es que era mejor que la suya propia! Poco trabajada, quizá. Poco entrenada para subir y bajar de tono con la facilidad y fluidez con la que un kusareño con el corazón roto empinaba el codo. Pero la voz se tenía o no, y ella, sin duda, la tenía.
Como un Señor Feudal viendo como las murallas de su fortaleza se desmoronan por el ejército enemigo, el Uchiha retrocedió dos pasos. «Tranquilo, no sabe moverse por el escenario. Hasta la mejor de las canciones palidece sin una buena actuación». Su vía de escape. El pasillo oculto en su fortaleza. Su última esperanza.
—No… —farfulló, con los ojos muy abiertos. Ayame no estaba actuando mal, ¡sino que se estaba comiendo el escenario! La puesta escena, hasta él tenía que admitirlo, era inmejorable. Se abrazaba a sí misma con melancolía, dando más fuerza a la letra de su canción, mientras sus cabellos se convertían en hilos de agua—. No puede ser…
Ahora Ayame bailaba con el agua. Literalmente. Danzaba con ella como si fuese su mejor amiga. Era de una belleza artística incomparable. Datsue jamás había visto cosa igual.
—No... No, no, no, no —El torneo se le escapaba de las manos. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía estar pasándole aquello?—. No… Esto no es… ¡Esto no es nada profesinal! —rugió, fuera de sí.
Pero nadie le hacía caso. El público se había venido abajo, estallando en vítores y silbidos de admiración. Todos aplaudían la gran actuación de aquellas dos jóvenes concursantes. Todos menos un chico de cabellos recogidos en un moño, que atravesaba el público como una saeta hasta perderse en la lejanía…
«Lo siento, Eri-chan. Vas a caer».
En el rostro del Uchiha se dibujó la pena, mientras se cruzaba de hombros y esperaba el batacazo. «Tranquilos, muchachos», diría, cuando el público se les echase encima. «Para ser amateurs no lo hacen tan mal…».
Eri arrancó las primeras notas de la melodía. Ayame entonó las primeras palabras. Datsue, agazapado como un depredador ante su presa, ya estaba listo para saltar en defensa de ellas…
«Pero, ¿qué cojones…?» No es que la chica tuviese mala voz, ¡es que era mejor que la suya propia! Poco trabajada, quizá. Poco entrenada para subir y bajar de tono con la facilidad y fluidez con la que un kusareño con el corazón roto empinaba el codo. Pero la voz se tenía o no, y ella, sin duda, la tenía.
Como un Señor Feudal viendo como las murallas de su fortaleza se desmoronan por el ejército enemigo, el Uchiha retrocedió dos pasos. «Tranquilo, no sabe moverse por el escenario. Hasta la mejor de las canciones palidece sin una buena actuación». Su vía de escape. El pasillo oculto en su fortaleza. Su última esperanza.
—No… —farfulló, con los ojos muy abiertos. Ayame no estaba actuando mal, ¡sino que se estaba comiendo el escenario! La puesta escena, hasta él tenía que admitirlo, era inmejorable. Se abrazaba a sí misma con melancolía, dando más fuerza a la letra de su canción, mientras sus cabellos se convertían en hilos de agua—. No puede ser…
Ahora Ayame bailaba con el agua. Literalmente. Danzaba con ella como si fuese su mejor amiga. Era de una belleza artística incomparable. Datsue jamás había visto cosa igual.
—No... No, no, no, no —El torneo se le escapaba de las manos. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía estar pasándole aquello?—. No… Esto no es… ¡Esto no es nada profesinal! —rugió, fuera de sí.
Pero nadie le hacía caso. El público se había venido abajo, estallando en vítores y silbidos de admiración. Todos aplaudían la gran actuación de aquellas dos jóvenes concursantes. Todos menos un chico de cabellos recogidos en un moño, que atravesaba el público como una saeta hasta perderse en la lejanía…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado